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El arte de la bufonería se paseó por estancias y grandes salones de palacios y castillos durante gran parte de nuestra historia, empleando el ingenio y la astucia para arrancar la carcajada de individuos pertenecientes a la alta alcurnia. En la mayor parte de los ... casos, los bufones eran personas que presentaban acondroplasia (enanismo) o deformidades físicas que los convertían en motivo de burla para reyes, duques y demás patulea de élites poderosas.
Crónica negra
Los espectáculos de los bufones consistían, por regla general, en representaciones de teatrillos con carices burlescos y satíricos acompañados, en ocasiones, de malabarismos, acrobacias y otro tipo de suertes circenses. Lo cierto es que, los bufones, gozaron de un poder que nadie más poseía: la potestad y la autoridad de hacer burla a aquellos cuyo poder les hacía «intocables».
Al fin y al cabo, durante el tiempo que duraba su espectáculo, el bufón hacía sentir al poderoso de turno como uno más del pueblo llano: con sus desgracias e infortunios, sus defectos, sus trapos sucios etcétera.
Sin embargo, como era de esperar, los bufones se despedían entre aplausos y júbilo de aquellos que habían asistido a su espectáculo pero, los «afortunados» que habían sido protagonistas de las burlas y bromas, comenzaban a profesar desprecio y odio hacia el bufón en cuestión. Esto fue, quizá, lo que firmó la sentencia de muerte del bufón Francés de Zuñiga.
Francesillo, que así lo apodaban, llegó a convertirse en el el bufón real de Carlos V. Francesillo, de origen salmantino y concretamente bejarano, era un hombre sin escrúpulos en lo que a faltar el respeto con ingenio y humor se refiere. Autor de «Crónica Burlesca del emperador Carlos V», no tuvo reparo alguno en insultar a la abuelastra del rey (quien también era su amante), calificándola de «obesa».
Este y otra serie de improperios teñidos de un tono burlesco, jocoso y satírico hicieron que, el famoso bufón, fuera ganándose enemigos en las sombras palaciegas. En 1529 Carlos I de España y V de Alemania, harto del veneno que escupía Francesillo en sus espectáculos, terminó echándole de la corte. Francés de Zuñiga volvió a su pueblo natal, Béjar, y allí fue donde, repentinamente, se topó con la muerte.
Corría el 2 de Febrero de 1532. En un callejón oscuro del pueblo por el que don Francés se encontraba paseando en plena noche, alguien emergió de entre las sombras, blandiendo un cuchillo.
El asesino o asesinos le asestaron varios cuchillazos a lo largo del cuerpo: en ambos brazos, en las manos y en la cabeza, así como una estocada en el costado izquierdo, justo debajo de las costillas. En algunos documentos de la época se recoge que Francesillo fue hallado, ensangrentado, en la calle en la que le habían atacado, así como que vivió unos tres días de calvario a consecuencia de las tremendas lesiones que le había provocado el asaltante.
Finalmente, terminó falleciendo. Nunca se dio con el asesino o los asesinos, pero como en todo crimen sin resolver, hubo sospechosos.
A día de hoy, desconocemos si alguien emprendió algún tipo de investigación para dar con el asesino o los asesinos de don Francés pero, lo que sí sabe, es que no hubo ningún detenido ni condenado por el asesinato.
A lo largo de la historia se han barajado diferentes opciones sobre la identidad de los verdugos de Francesillo; desde miembros de su círculo más cercano, ya que se sabía que poseía numerosos bienes, hasta algún noble o señor de la corte a quien las sátiras de don Francés pudiesen haber afectado más de la cuenta.
Lo cierto es que, la mayoría de las hipótesis y rumores que giraron en torno al misterioso crimen, se encaminaron por esos derroteros.Francesillo había desempeñado una labor que levantó recelo, desprecio y quien sabe si también hambre de venganza. Las posibilidades que recopilaba esta hipótesis comprendían desde nobles hasta miembros de la propia Iglesia.
Lo cierto es que la lista de sospechosos era sumamente amplia ya que incluía, evidentemente, a todos aquellos a los que alguna vez el ingenio verbal de don Francés salpicó en algún momento, haciendo de ellos el hazmerreír de la corte. Sea como fuere y aunque la historia haya querido olvidar al bejarano Don Francés, su manuscrito «Crónica Burlesca del emperador Carlos V» se trata de una de las grandes obras maestras de la literatura bufonesca en España.
Aquellos que pretendían acallar el ingenio y la perspicacia del bejarano no lo lograron ya que, en nuestros días y gracias a su obra, Don Francés aún sigue convirtiendo a sus ilustres coetáneos en blanco de burla y mofa.
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