Todos los días suena el despertador a las cinco de la mañana. Ya son más de treinta años que lo apaga, se levanta y se prepara para ir a comprar al mercado. «Con el frío que ha hecho estos días da más pereza», reconoce. Pero da igual que hiele, llueva o nieve porque Cali repite la misma rutina cada día, excepto los domingos. Así repone la frutería que regenta en el barrio del Oeste y espera a que lleguen los clientes de siempre: «los hijos y los hijos de los hijos».
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Negocios de toda la vida
Y es que hace casi cuatro décadas que se inauguró este comercio en la calle Wences Moreno. «Empezó como una cadena de fruterías que se abren en Salamanca y donde estuve trabajando 25 años», recuerda. De ese cuarto de siglo, dieciocho años trabajó como encargado. Por ello, cuando le dieron la oportunidad de quedarse con la franquicia no lo dudó. «Estuve seis años con la franquicia hasta que me quedé con ello en propiedad», explica Cali. De eso hace ya catorce años. Todo sigue igual y a la vez todo ha cambiado. «El barrio también ha cambiado mucho y hay que ir evolucionando», asegura.
Desde el interior de la frutería señala el bloque de pisos que se presentan enfrente. «Cuando llegué yo aquí eso aún no estaba construido», recuerda. No sólo ha visto al barrio cambiar sino también ha sido testigo de cómo ha cambiado la forma de comprar. «Ahora la gente no compra la fruta por kilos, como antes, ahora lo hace por piezas», explica Cali. La competencia de las grandes superficies complica cada vez más que pueda hacer comercios de proximidad porque «es imposible competir». Ante eso: confianza y calidad.
El precio de la fruta depende de muchos factores: la cosecha, la temporada o la oferta y la demanda. «Es un producto fresco», resume Cali. En esta época del año, las mandarinas y las naranjas se llevan la palma. Más adelante, son el melocotón o el melón los que ganan terreno en la cesta de la compra. Eso sí, Cali no cede la calidad de su inventario. «Si yo traigo un género malo y lo pongo más barato, la gente no me lo va a comprar y yo no quiero venderlo», asegura.
Y la gente que acude de forma recurrente a la frutería, lo sabe. «Damos buen género porque si la engañas viene una vez, pero no viene dos», entiende Cali. Quizás por eso conserva clientes de toda la vida. Tanto, que son más que clientes. «Muchos son amigos porque después de casi cuarenta años comprando aqu...í», asegura. Y es que le han visto crecer. Y él les ha visto crecer a ellos. A ellos y al barrio. «Veo cómo se va envejeciendo, mucha gente falleció con la pandemia y ahora es una zona con estudiantes que no tienen el mismo concepto de la compra», lamenta Cali. A ello se ha tenido que acostumbrar, aún con tristeza, para seguir sumando años.
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La fruta también se pone de moda. Y los fruteros, también se adaptan a las tendencias. Cali ha sido testigo de cómo el aguacate ha experimentado un 'boom' en los últimos años. «Antes vendíamos cuatro y ahora es espectacular», asegura. A pesar de que tiene un precio elevado, como reconoce el propio frutero, es una de las piezas más demandadas. Un aumento en la variedad de frutas que ha hecho que, incluso las más comunes, adquieran su singularidad. «Trabajo con diez variedades de manzanas, casi hay que hacer un máster», bromea Cali.
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