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Chus, dueña de 'Alimentación Pepi' en el Barrio Vidal. José Manuel García
Negocios de toda la vida

El ultramarinos de siempre en un barrio de Salamanca que aún vende legumbres a granel

Chus comenzó con dieciséis años al frente de Alimentación Pepi, en el barrio Vidal, y lleva más de cuarenta años haciendo de esta tienda «su vida»

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 13 de enero 2025, 12:58

Una estrecha acera lleva a una tienda de las que ya no quedan. Un toldo beige, un ventanal protegido por rejas y un rótulo blanco con las letras azules y rojas: 'Alimentación Pepi Pan y Leche' representa uno de los pocos ultramarinos que quedan en el barrio Vidal. En su interior, el aspecto no lo parece pero los detalles revelan que los cuarenta años de existencia están ahí: sacos de legumbres para venderlas a granel, -«como se ha hecho toda la vida»-, un espejo que refleja la fruta expuesta, el embutido colgado y estanterías repletas ordenadas por secciones.

Eso, y Chus. La tendera que se puso detrás del mostrador con sólo dieciséis años y cuyo recibimiento a los clientes ya desvela que no es una tendera, es un amiga. «Antonio, vente en un rato que me llega el pedido con la leche», comenta a uno de sus clientes habituales. Esa es la magia de este local, que no es un vendedor y un comprador, no es tendero y cliente, es Chus y el barrio. El barrio de Salamanca que la ha visto crecer. «Mis padres tenían una tienda en el parque de Garrido y pusieron este local en Gran Capitán para que lo llevara yo porque no quería estudiar», recuerda.

De eso hace ya más de cuatro décadas y Chus tiene 58 años. «Toda una vida», sonríe orgullosa. Siendo tan joven no se imaginaba que esa pequeña tienda le llenaría de alegría. De hecho, sus padres, conscientes del sacrificio de un comercio, le aconsejaban que tomara otro camino. «Me decían: '¡te vas a arrepentir!' y todo lo contrario, esto es mi vida», explica. Y es que no exagera al decir que ha hecho de esas cuatro paredes su hogar y de los habituales, también su familia. «Tengo clientas que son amigas, que saben mi vida y mis penas, y yo las suyas. Es también como una terapia, un desahogo», apunta.

De hecho, no pueden imaginar qué pasará el día que Chus deje 'Alimentación Pepi'. Aunque queda mucho para eso, ya hay quién se lo plantea con temor. «¿Qué vamos a hacer cuando no estés?». En un barrio mayormente envejecido Chus es su salvavidas. «A mucha gente le haces favores porque les conoces de siempre, les ayudas con la compra o cualquier cosa que te pidan», comenta.

La cara amable de la supervivencia

Y eso es, precisamente, lo que le ha llevado a Chus a continuar con éxito en un barrio cada vez más decadente. «Hay que tener una personalidad concreta para trabajar de cara al público porque no a todo el mundo le gusta», asegura. Ella, en cambio, ha hecho de su trabajo su pasión. Su carácter y un «hay de todo» ha cosechado su supervivencia. «He ido ampliando, viendo qué compra la gente y qué no y en base a ese movimiento he ido actuando», comenta. Una resistencia que no ha sido nada fácil.

La competencia de los supermercados hace mella en aquellos negocios de proximidad y las nuevas generaciones optan por las grandes cadenas para hacer la compra dejando atrás las tiendas de barrio. «Igual aquí no se pueden hacer esas grandes compras pero yo lo que ofrezco es producto del día, fresco y lo necesario», explica. Eso y mucho más: una sonrisa a cualquiera que cruce la puerta. Más que los productos que vende, eso es en lo que en un futuro se echará de menos. «Estas tiendas no se tenían que acabar nunca. Se cierran tiendas de toda la vida y se usan esos locales para apartamentos turísticos», lamenta Chus.

El rincón más familiar

Conciliar la vida profesional con la personal no es un reto sencillo. Chus, una madre trabajadora, trató que su hija notara lo menos posible su ausencia. Con el horario comercial de una tienda resultaba complicado pasar tiempo con su hija y por ello, adaptó un rincón del local para poder jugar con ella. «Puse ahí un parque y se ha criado aquí en la tienda conmigo», comenta Chus orgullosa. Era la niña del barrio. «Si lloraba me la cogían para que pudiera atender y la entretenían», recuerda Chus. Un bebé que, en su día, se empapó del cariño de la gente y del tesón de su madre; y una tienda que más allá de estanterías repletas tiene recuerdos imborrables en cada baldosa.

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