J. Batista
Martes, 5 de noviembre 2024, 11:59
La comunidad educativa del colegio Castellar Oliveral, situado en la pedanía de Valencia, empieza a recuperar la rutina. Que no la normalidad, que tardará. El centro es el primero de los situados en municipios afectados por la catástrofe que ha reanudado las clases.
Publicidad
A las nueve y media de la mañana, la hora habitual, han comenzado a entrar los alumnos de Infantil y Primaria. Lo necesitaban después de casi una semana expuestos a una tragedia imposible de asimilar a través de imágenes constantes, noticias o debates, por no hablar de que la inundación también ha dejado secuelas en las calles, la más grave la pérdida de dos vecinos.
Además, la escuela ya acoge a los primeros alumnos procedentes de otros centros del municipio que todavía permanecen cerrados, una medida excepcional abierta a cualquier colegio de la provincia que en principio se mantendrá durante esta semana.
Noticias relacionadas
«Los niños necesitaban estar con otros niños, dejar de ver todo esto porque están afectados. Se les ve nerviosos y alterados y algunos tienen miedo», explica Patricia Vilanova, madre de dos alumnos de Infantil y de Primaria.
Es el caso de la hija de María José Bayona. «Está traumatizada, no quiere salir a la calle ni ir con los tíos o con los abuelos a ningún lado. Sólo quiere estar en casa porque se siente protegida», señala. A su lado, Susana Ruiz acierta a decir que está cansada de llorar. Las tres, además, coinciden en agradecer que el centro «ha peleado por abrir», con lo que supone en términos de conciliación y prestación de ayuda, y que se ha visto a los docentes, durante estos días, colaborando como cualquier voluntario.
Publicidad
La entrada a clase ha sido normal. Habitual. Abrazos, saludos, filas y maestros dirigiendo a los grupos hacia las aulas. Lo que en una situación normal no sería noticia se ha convertido en una de las mejores que se pueden contar en semejante contexto de abatimiento general.
Los tres hijos de Sandra Bueno también han entrado en el CEIP Castellar pese a que están matriculados dos calles más atrás, en el colegio Nuestra Señora del Rosario, que todavía permanece cerrado. «He pedido el acogimiento excepcional que ayer me comentaron algunos vecinos. He venido a las nueve y enseguida me lo han gestionado y se han tomado todos los datos desde secretaría sin ningún problema», relata.
Publicidad
Esto le permitirá continuar con sus labores de voluntariado, que desarrolla de la mano de Cáritas. «Es verdad que los niños estaban un poco nerviosos porque no es su entorno ni son sus amigos, aunque conocen a gente. Les he dicho que iban a estar muy bien, y además lo necesitan. Todo esto les viene grande, están saturados de ver imágenes y escuchar comentarios sobre la catástrofe», señala.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La proteína clave para la pérdida de grasa
El Comercio
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.