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«Iba a ver a un papa y me encontré con un párroco». Así se expresaba Francisco Valverde, el joven cordobés de 19 años que se confesó con el Papa Francisco en el Parque del Perdón este viernes. Y es que en su tercera jornada ... en Portugal Jorge Mario Bergoglio fue un sacerdote más y administró el sacramento de la confesión a otros dos jóvenes, un italiano de 21 años y una guatemalteca de 33 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). En la misma jornada almorzó con diez jóvenes con quienes departió sobre el aborto o la eutanaisa. Antes de recorrer un Vía Crucis en el Parque Eduardo VII, celebró varios encuentros encuménicos e instó a los fieles a «contagiarse» con la pobreza sin sentir asco por los necesitados y ofrecerles «amor concreto».
El Pontífice fue aclamado de nuevo por un marea humana a su llegada al Jardim Vasco da Gama, rebautizado como el Parque de la Reconciliación y donde miles de jóvenes le recibieron con entusiasmo y cánticos como 'Esta es la juventud del Papa'. En este gran parque lisboeta se instalaron 150 confesionarios construidos con materiales reciclados y reciclables por reclusos de la cárcel de Pasos de Ferreira.
Unos 850 sacerdotes de todo el mundo ofrecían confesión en diferentes idiomas y se calcula que en los tres primeros días de la visita papal a Portugal han pasado por la Ciudad de la Alegría -el enorme espacio que reúne la Feria Vocacional, la Capilla y el Parque del Perdón- entre 30.000 y 50.000 peregrinos.
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Más tarde, en un discurso improvisado durante su encuentro con asociaciones de caridad en el Centro Parroquial de Serafina, invitó a sus miembros a «ensuciarse las manos» y demostrar el «amor concreto» hacia las personas más necesitadas. Sugirió que cada cual debe preguntarse si siente «asco hacia la pobreza», y observar si se limpia las manos cada vez que da la mano a una persona enferma o vulnerable para «no contagiarse».
«No hay amor abstracto. No existe, el amor platónico está en órbita. No en la realidad. El amor concreto es ese que se ensucia las manos; y cada uno puede preguntar: '¿El amor que siento a los de aquí es concreto o abstracto? ¿Yo cuando doy la mano a un necesitado, a un enfermo, a un anciano, hago así -hizo el gesto de limpiarse las manos- enseguida para que no se me contagie? ¿Le tengo asco a la pobreza de los demás?», planteó.
Francisco leía el discurso que había preparado pero se detuvo de pronto confesando a los asistentes que no podía ver bien con las gafas las líneas que trataba de leer. «No me están funcionando los reflectores, no puedo leer bien, así que no voy a forzar la vista y leer mal. Eso no se puede hacer», dijo provocando los aplausos de los asistentes. Tras la pausa, el Pontífice criticó las «vidas destiladas», una expresión que ya utilizó en otra alocución para preguntarse «cuántas vidas destiladas e inútiles pasan por la vida sin dejar huella, porque no tienen peso».
El Papa también se reunió en la mañana del viernes con una mujer de 106 años, Maria da Conceicao Brito Mendonca, nacida el 13 de mayo de 1917, la histórica jornada de de la primera aparición mariana en Fátima, santuario al que el Papa peregrinará este sábado.
De regreso a la Nunciatura Apostólica de Lisboa en la que se aloja, Francisco almorzó con diez jóvenes voluntarios de JMJ con quines conversó de forma distendida sobre asuntos como el aborto o la eutanasia. El Pontífice les pidió defender la vida, y recurrió de nuevo a un símil futbolístico para desearles «que no les hagan goles las cosas malas en la vida».
En la misma nunciatura recibió a una delegación del centro de diálogo internacional KAICIID, acompañada por el cardenal Miguel Ayuso Guixot, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. El Papa departió con los delegados sobre el valor de la fraternidad y el diálogo y les advirtió sobre los peligros del monólogo y el proselitismo. También recibió al hijo del líder de la comunidad ismaelita con sede en Lisboa, Rahim Aga Khan, y a un grupo de religiosos y personas de diferentes credos y comunidades cristianas comprometidos con el ecuménismo interreligioso de la Iglesia portuguesa. Jorge Mario Bergoglio les agradeció su compromiso con el diálogo y les recomendó cuidar a los jóvenes «que son alegres pero no superficiales», dijo, y que corren el riesgo de ser «adormecidos» por el mundo que los rodea.
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