Un viaje en el tiempo en el bar de Salamanca que guarda la esencia de los 60

Laura Linacero

Salamanca

Sábado, 12 de octubre 2024, 12:02

Comenta

Una fachada naranja. Un cartel de 'Kas' acompañado del nombre del local: Bar Ferreira, el apellido de la familia. Entras y bien podríamos estar en los años sesenta, cuando se abren las puertas de este establecimiento hostelero. Una barra sencilla, unas estanterías repletas de regalos de los clientes -aunque de eso hablaremos después-, una estufa de leña en el centro del bar, una combinación aleatoria de colores en las paredes y cuadros, muchos cuadros.

No presume de pinchos sobre la barra y es que no es la oferta gastronómica lo que le define. Es esa esencia de un bar de barrio por el que no ha pasado el tiempo. «Mi padre coge el traspaso en noviembre del 61», cuenta Pepe, su hijo que entonces llegó con poco más de un año. «Mis padres venían de San Miguel de Valero» -y señala un calendario del pueblo que marca sus orígenes- «y vinieron a Salamanca para coger el bar», asegura.

Bares con historia

El mesón con solete Repsol de Van Dyck que triunfa con la comida tradicional

El bar de Salamanca con toque francés conocido por la tortilla de patata

El bar más universitario de Salamanca que reina con 'la bomba' entre las facultades

Desde pequeño se ha criado en el bar aunque no es hasta el año 89 cuando toma las riendas del establecimiento. «Cuando muere mi padre yo me tuve que hacer cargo», recuerda Pepe. Hace más de tres décadas de ese momento y como testigo tanto al frente del negocio como mero espectador, es consciente de cómo ha cambiado la hostelería. «Antes de que empezaran a edificar las urbanizaciones, era campo y siempre ha sido un bar de barrio», asegura. Un lugar de reunión donde «echar la partida» y conversar con los clientes de toda la vida.

«Nosotros no hemos cambiado prácticamente nada y algunos de los que venían al principio ya no están pero vienen sus hijos», asegura Pepe. Esa es la magia de este local, que la mayoría de los clientes son amigos forjados durante décadas. «Es un bar familiar». Y sólo con observar un poco el entorno es evidente que no miente. Dos son las aficiones que definen el Ferreira: los toros y el Real Madrid. Y no deja duda de ello en la decoración del local. «La mayoría de las cosas que hay me las han regalado los clientes porque saben que me gusta», asegura.

Calendarios, figuras, relojes, cuadros, botellas personalizadas. Un sinfín de recuerdos que evidencian que no es un bar cualquiera, es el bar de todo un barrio. Y muestra de ello también son las fotos de algunos clientes que tiene en las paredes. «Estas son unas profesoras que venían siempre en el recreo que tomar café: algunas ya no están, y otras se han jubilado», apunta. Ya no tienen la rutina en el bar Ferreira pero el bar Ferreira sí tiene para siempre enmarcados esos recuerdos.

El bar Ferreira fue, durante muchos años, el punto de encuentro para la asociación de vecinos del barrio Capuchinos. Entre las cuatro paredes de este local se llevaron a cabo reuniones para tratar de mejorar el barrio e incluso algunos alcaldes acudieron al establecimiento para escuchar las demandas de los vecinos. Así, hasta que tuvieron un local de reunión, fue el Ferreira el nexo de unión de unas necesidades colectivas