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Sus primeros recuerdos son jugando en la carnicería. Junto a su padre que permanecía detrás del mostrador atendiendo a los clientes, Carlos pasaba algunas tardes. Así hizo su padre con su abuelo, su abuelo con su bisabuelo y su bisabuelo con su tatarabuelo. Y es que la Carnicería Pedro Rivas, en pleno centro de la capital, resiste la tradición familiar con cinco generaciones a sus espaldas. Este mítico negocio de Salamanca es una de las carnicerías más longevas de la ciudad. «He perdido la cuenta de los años que llevamos», bromea Carlos.
Aunque la realidad es que, efectivamente, no sabe cuándo comenzó la saga de carniceros Rivas en Salamanca. «Fue mi tatarabuelo quien empezó como carnicero», explica Carlos. Sin embargo, la historia más reciente la tiene con su abuelo y su padre. «Mi abuelo estaba en la calle San Pablo y ahí fue donde empezó mi padre, luego se vino a la calle Correhuela y ya hace más de cincuenta años que estamos aquí», comenta. Ya son tres décadas las que lleva esta quinta generación detrás del mostrador y a pesar de haber cambiado todo, lo cierto, es que lo importante sigue igual.
«Yo sigo el consejo que me dio mi padre: 'Da lo que te pidan'», sentencia. Una frase tan sencilla y a la vez tan complicada pero que, en el comercio local, es una máxima a cumplir. «Ahí está el secreto de continuar después de tantos años, marcar la calidad con un buen producto y no engañar al cliente», apunta. Con esos pasos a seguir dictados por sus antecesores, Carlos ahora atiende a los nietos de los clientes que despachaba su abuelo. «Eso es muy emocionante porque eres consciente de que has llegado a muchas generaciones», explica.
Generaciones que han cambiado su forma de alimentarse secundados por otro modelo de vida muy distinto al que pudo exprimir su abuelo. Y esa evolución en la tendencia ha repercutido, inevitablemente, en la dinámica de la carnicería. «Las familias antes eran más grande así que se vendía mucha más cantidad, mucha más ternera y cerdo; luego fue entrando más el pollo y ahora se opta más por lo preparado», añade.
La vorágine cotidiana hace que el tiempo para cocinar se haya reducido considerablemente en los últimos años y eso hace que los clientes busquen «productos que lleven menos tiempo de elaboración». Eso sí, sin renunciar a la calidad del producto. «Hace treinta años era impensable encontrar cerdo ibérico en las carnicerías y cada vez se va introduciendo más», explica Carlos. Igualmente, ahora también se busca exprimir los sabores de tal forma que, aunque sencillo «sea igualmente rico».
Esos cambios sociales han hecho que, recientemente, se haya abierto un debate sobre los miedos de los jóvenes a pedir en una carnicería por vergüenza y desconocimiento. Y, ante esta realidad, los carniceros tradicionales tienden su mano para acabar con esos miedos. «Nosotros estamos aquí para orientar y ayudar. Les enseñamos y les damos unas pautas para hacer el producto como nos han enseñado nuestras madres o los propios clientes», asegura Carlos. Precisamente, para acercar este tipo de servicios a las nuevas generaciones, AESCARNE ha lanzado una campaña donde los clientes que visiten las carnicerías asociadas acompañados de un menor de edad recibirán como obsequio un delantal y un gorro. Bajo el lema 'Carne en tu dieta. Fuerza completa' buscan, como han conseguido la carnicería Pedro Rivas, seguir coleccionando generaciones.
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