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Manuel Pimentel, durante su intervención. Álex López
«La alimentación va a volver a preocupar a la gente por el aumento de precios»

«La alimentación va a volver a preocupar a la gente por el aumento de precios»

El exministro de Trabajo defiende que agricultores y ganaderos son perseguidos por una sociedad que ha perdido la conexión con el campo y que no es consciente de que los necesita para que el carro de la compra no resulte prohibitivo

Ana Carlos

Salamanca

Martes, 21 de mayo 2024, 15:48

El exministro de Trabajo, Manuel Pimentel, ha sido protagonista en el Foro Económico de Salamancahoy que ha generado una gran expectación. Defiende que toda la geopolítica cabe en el carro de la compra y anuncia que la alimentación va a volver a preocupar más a la gente porque se llevará una mayor parte de su presupuesto de lo que estábamos acostumbrados en las últimas décadas.

El también editor, inició su intervención, bajo el título 'Geopolítica, alimentación y sociedad' afirmando que «todos los ciclos se cumplen, como la ley de la gravedad» y que en este momento nos encontramos ante el cierre de uno que afectará a la alimentación «y no sólo por la tecnología». Para explicarlo, se remontó a 1989 y la caída del muro de Berlín. Eso dio pie a que en los años 90 la globalización dirigiera la política y la economía internacional con unas consecuencias en la economía y en la producción muy relevantes.

Se pasaron a eliminar aranceles y aduanas y a permitir la libre circulación de los productos. «Europa había salido triunfante de la Guerra Fría y creyeron que había que extender su democracia liberal», argumentó. «Fue tal el éxito de la globalización que los recursos pasaron a generarse donde fuera más eficiente. De este modo, las fábricas crecieron en China y la agricultura se hizo muy fuerte en países como Argentina o Estados Unidos, entre otros.

Al final, «era más barato producir fuera, en diversos lugares del mundo, donde los precios de los alimentos no estaban expuestos a muchos factores como la sequía». Con esta dinámica «bajaban los precios y crecíamos sin inflación». Los economistas «exportaban» esa inflación con la deslocalización. Los productos pasaban a producirse fuera y aquí solo se quedaban el diseño, la central de las empresas o la creatividad.

En esos momentos «el artefacto de la globalización era perfecto» y se hicieron cambios en las formas de producción para tener los productos «just in time», cuando hacían falta, sin necesidad de almacenes porque los productores servían a tiempo.

Además, en el arranque del euro su valor estaba fuerte y eso ayudó a que los productos alimentarios importados resultasen muy baratos. «Desde el año 2000 hasta 2020 Europa disfrutó de los precios de la alimentación más baratos de su historia», destacó Pimentel, que recordó que aquí en la postguerra la alimentación se llevaba «entre el 80 y el 90 por ciento de los recursos de las familias».

En todo este tiempo, además, Europa se hacía urbana. «En los años 80 la gente todavía tenía un tío en el pueblo. En el 2000 ya no hay conexión, diría que ni emocional, incluso», lamentó.

Y al mismo tiempo la sociedad cambiaba en muchos aspectos. En los supermercados crecieron las secciones dedicadas a las mascotas, la comida preparada porque no hay tiempo para cocinar y los productos bio. Creció la sensibilidad por la sostenibilidad y el medio ambiente.

El exministro planteó que en ese contexto dejó de valorarse al agricultor, y la producción de alimentos. La gente quería salir al campo de paseo y «en esa tesitura nos fastidian las granjas, los invernaderos y esos agricultores protestones».

Además, en su opinión, «el animalismo emergente y el embeleso por las mascotas» hizo que la sociedad tuviera «una mirada más agresiva contra el campo», acusándolo de maltrato animal.

Con este panorama alrededor, considera que agricultores y ganaderos están condenados a sufrir normativas contra ellos porque «¿qué norma se va a hacer si importa más el medio ambiente que la agricultura?». Así, crecen las dificultades para ellos, se encarece la forma de producir por los requisitos exigidos y se obliga a disminuir la cabaña ganadera.

Sin embargo, durante el mandato de Trump se empiezan a ver los «desajustes de aquella globalización perfecta». Actualmente estamos viendo en ocasiones cómo las fábricas tienen que parar porque no hay microchips. Los jefes de compras se dan cuenta de que «además de bueno, bonito y barato, tienen que comprar productos con garantía de suministro, un síntoma de cambio de ciclo.

Además, las guerras y la inestabilidad geopolítica también son otro elemento de inseguridad para el comercio y suponen aumentos de precios. Habrá que ver la evolución del euro, pero ya se vislumbra que lo que compramos fuera es más caro que antes.

Si el carro de la compra «básico y sin florituras» de una familia media antes costaba 125 euros, ahora se encuentra en torno a los 250 euros, afirmó Pimentel, que señaló que «todavía es asumible, pero va a ser mucho más caro». Por eso hizo hincapié en apuntar que «la alimentación va a volver a preocupar a la gente, pero no como estábamos acostumbrados» porque solo afectaba a una pequeña parte de su economía.

«Si producimos menos alimentos y traerlos nos sale más caro las cuentas no van a salir», incidió el exministro, que manifestó que por ello llega el momento de la venganza del campo, con un sector agrario que durante muchos años se ha sentido vejado, señalado, perseguido y castigado por la última Política Agraria Común (PAC) con una serie de «maldades ignominiosas». Entre esas maldades con las que los agricultores, en su opinión, se sienten oprimidos es la obligación de digitalizarse con un cuaderno digital y los criterios de control que se les aplica de forma «paternalista».

Para Manuel Pimentel, «gane quien gane las elecciones europeas, la estrategia alimentaria tendrá que equilibrar la sostenibilidad» ya que «tenemos que producir por las buenas o por las malas». Así quiso manifestar su agradecimiento a agricultores, ganaderos y pescadores que a pesar de ser «crucificados y sufrir incomprensión, siempre han trabajado con sudor y sacrificio, no solo para alimentar a sus hijos, sino también a los hijos de todos».

Preguntado por su opinión sobre la agenda 2030, el exministro dijo que sus principios están bien pero que le preocupa «el surgimiento de la religión fundamentalista que hay debajo, con una persecución a la ganadería que resulta intolerable, que pide una reducción del consumo de carne».

En cambio, no se mostró tan agresivo en su opinión sobre la presencia del lobo. En respuesta al público al respecto manifestó que el que haya lobos y osos en el campo «es un síntoma de salud» y que no deben desaparecer porque son un activo ecológico importante. Sí consideró que en los lugares donde sean muy problemático se puede permitir puntualmente su caza pero «prefiero una España donde el lobo avance a que desaparezca», sentenció.

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