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Este texto contiene espoilers del último episodio de 'La casa del dragón'
Terminó (la primera temporada) de 'La casa del dragón', la serie heredera de 'Juego de Tronos' que empezó bien, despertó dudas más tarde y ha terminado atrapándonos con sus últimos cuatro episodios soberbios ... . No era fácil regresar a Poniente con ninguna historia. Eso lo sabían Ryan Condal y Miguel Sapochnick, los guionistas de este primer 'spin-off' en forma de precuela. Y, aunque en un principio se apresuraron a mostrar credenciales que los hiciese dignos del título original y sobre todo que atrajesen rápidamente a sus seguidores, han ido poco a poco encontrando un tono propio para narrar la historia de los Targaryen. Los dos episodios finales, menos trepidantes que los anteriores, más comedidos, aunque no por ello menos intensos, han marcado la distancia definitiva con 'Juego de Tronos', que solía sacar la artillería en sus desenlaces. En 'La casa del dragón' ha quedado claro que las cosas se hacen de otro modo.
La serie de HBO tenía muchas deudas pendientes y un montón de prejuicios en su contra. Tras liberarse de ellos comenzó a elevar el vuelo y a ganar seguidores por sí misma. Ha conseguido atrapar y convencer a aquellos espectadores prestados y hacerlos suyos. Una vez hemos superado los saltos temporales que nos despistaban (y que impedían detenerse en algunos personajes) y hemos aceptado esos cambios caprichosos de actores (algunos protagonistas envejecían y precisaban de nuevos intérpretes y otros no) nos hemos encontrado con una 'Casa del dragón' más adulta, que nos ha dejado con ganas de más.
Los capítulos 9 y 10, que creíamos que iban a ser los más belicosos, tras la muerte del rey Viserys, han resultado los más contenidos y apenas han tenido un par de momentos de acción (a cargo de los dragones). Han sido dos ejercicios de estilo, moderados, reposados, intrigantes. Han servido para reordenar todas las piezas de ese tablero que en ocasiones parecía desordenado, para volver a presentar a los personajes desde otra óptica. Han preparado a los bandos para la gran contienda, que ya veremos en próximas entregas previstas para 2024.
Dábamos por hecho que la guerra estallaría en cuanto el monarca falleciese. Pero no ha sido así. Ni la reina Alicent permitió que alzaran las armas rápidamente ni a la princesa Rhaenyra le han podido las prisas por reclamar lo suyo. También Rhaenys ha tenido opción de explicarse por qué no soltó el «dracarys» que todos le reclamábamos en el episodio anterior. No quería ser ella la que iniciase la guerra. Ellos pelean, ellas intentan alcanzar la paz. Pero la muerte de Lucerys ha sido el detonante para que esta llegase. La imagen final de Rhaenyra no deja lugar a dudas. Los negros irán a por los verdes. Pero para eso tendremos que esperar un tiempo (hasta 2024 no se estrenará la próxima temporada). Antes conviene hacer unas últimas reflexiones.
Pese a que son actos algo violentos por los límites a la que llevan a las mujeres normalmente los partos se asocian, en series y películas, a momentos felices por la llegada de un nuevo ser. 'La casa del dragón' ha coleccionado partos dramáticos, cargados de dolor y de desdicha. La serie comienza con un parto salvaje en el que la madre pierde la vida y ha terminado con otro dolorosísimo en el que esta vez es la criatura la que nace muerta. En ambas el sufrimiento de la madre no obtiene recompensa. Entre medios hemos asistido a un parto que no llega a término, el de Laena, y que provoca que ella misma se quite la vida por no conseguirlo. El parto como castigo, como fusta, como pasaje de terror, en esta serie.
Entre el capítulo 1 y el 7 pasan en la serie 21 años, nada menos. La producción debía llegar hasta la muerte de Viserys y para ello no dudó en echar mano de elipsis y saltos que actuaban como una montaña rusa porque el espectador nunca sabía dónde iba a caer. Alguien pisó el freno y los tres últimos capítulos se desarrollan en apenas unos días. Pero qué días. En unas horas muere el rey, se corona a dos herederos, se provoca un parto en la peor de las condiciones y matan a uno de los protagonistas en un choque inesperado de dragones. La serie de HBO tenía muchas ganas de llegar a un punto (el del momento en que el Trono de Hierro queda vacío) y una vez lo ha alcanzado se ha quedado ahí para saborearlo. A ver qué ritmo se imprime a la próxima temporada.
Dos de los momentos más emocionantes de la serie tienen que ver con Daemon portando una corona que él siempre ha anhelado y llevándosela a la cabeza a sus legítimos dueños. El primero se produjo en el capítulo 8 cuando Viserys se levanta de la cama para defender a su hija y su nieto y hace una entrada triunfal en la sala del Trono. Sin embargo su enclenque figura le juega una mala pasada y tropieza y pierde la corona. Su hermano no duda en recogerla y arrodillarse ante el rey para devolvérsela. El segundo lo vemos en el final de temporada. Cuando ser Erryk (¿o es Arryk?) viaja a Rocadragón para servir a la reina negra y lleva consigo una corona que Daemon mismo terminará colocándole en la cabeza para que luzca como debe. Daemon parecía que iba a ser el gran villano de la serie y al final ha terminado como el aliado perfecto. Con sus incoherencias, eso sí. ¿Alguien entiende a qué viene la secuencia en que agarra del cuello a Rhaenyra?
«Tú me prometiste volver», parece que le espeta la princesa Rhaenys a su marido cuando este regresa, herido de la batalla, tras seis años sin verlo. «Lo comprendo, pero…» podría responderle él, al excusarse por lo mucho que ha sufrido (ni que fuese el único) y por todo el trabajo que tenía que resolver (ganar una guerra en los Peldaños). Como si fuesen una Pimpinela de Poniente hemos visto a esta pareja discutir en varios momentos de la serie: cuando prometen a su hijo con Rhaenyra (la madre sabe que eso no va a terminar bien), cuando Rhaenys le propone a su marido que nombre heredera a una de sus nietas, y en el último episodio, cuando han de decantarse por un bando. Son la pareja más estable jamás vista por esos lares, sin engaños ni mentiras de por medio. También los más cómplices, pero eso no impide para que de vez en cuando muestren sus desavenencias.
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Comentaba una compañera que los dragones en esta serie parecían unas simples mascotas que los Targaryen sacaban a pasear de vez en cuando y que utilizaban para amedrentar al personal pero poco más. Y es verdad que, sin haber visto 'Juego de Tronos', uno podría suponer que el valor de las bestias reside únicamente en su parte exótica. Pero no. Todos ellos tienen una fortaleza enorme y un genio imprevisible. Los dragones asustan a quienes conviven con ellos y a quiénes se enfrentan a ellos o a sus jinetes. Daemon es consciente de su valor y por ello intenta recabar cuantas más criaturas mejor. De ahí que acuda a cantar valyrio para conquistar un dragón sin dueño. El último choque entre dragones lo hemos visto en el episodio final cuando Vhagar acaba con Arrax y su jinete. Las dos bestias luchan entre ellas pese a que sus amos tratan de impedirlo en un momento. Los dragones desencadenan la guerra, toman posiciones pero la carrera que van a librar va a ser de fondo. Su papel será determinante.
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