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Este texto contiene espoilers del episodio 9 de 'La casa del dragón'.
Los seguidores de 'Juego de Tronos' nos hemos enfrentado siempre a los capítulos 9 siendo conscientes de que era posible que cualquier cosa sucediese en ellos. Eso lo aprendimos después de que en ... la primera temporada en ese episodio muriese el que creíamos que era el protagonista de la ficción. Pero no, porque en aquella serie no había protagonistas imprescindibles y todos los personajes, en algún momento, podían caer. Y puestos a prescindir de ellos qué mejor momento que hacerlo en un noveno capítulo. En un noveno se desarrollaron la batalla de Aguasnegras y la de los bastardos, la boda roja, la invasión de los salvajes, y el ataque de los Hijos de la Arpía al estadio de Daznak's Pit. Todos ellos, acontecimientos capitales con finales inesperados.
¿Ha seguido el episodio 9 de 'La Casa del Dragón' la estela de los de su predecesora? No exactamente. Ha sido una entrega de transición. No por ello menos emocionante e impactante y con alguna sorpresa, pero dejando el conflicto que todos esperamos que estalle para el capítulo 10, que pondrá fin a una primera temporada que va camino de aprobar con nota.
El rey Viserys ha muerto al fin y los verdes se preparan para apropiarse del trono. Para disgusto de sus seguidores más fieles, no hay rastro esta semana de los principales representantes de Los Negros, Rhaenyra y Daemon. Ellos se encuentran en Rocadragón ajenos a lo que se está urdiendo en la Fortaleza Roja y que va a marcar su futuro. Las vidas de todos los que allí residen están en peligro en esta nueva etapa sin la protección del monarca.
Confundida por las últimas palabras de su marido (que no iban dirigidas hacia ella aunque cree que sí) Alicent está convencida de que finalmente Viserys quería que su hijo Aegon gobernase. Y así lo dispone. Para su sorpresa su padre ya había trazado un plan para que eso ocurriese, contase con el apoyo de la reina o no. Como principales aliados cuenta en el consejo real (primer escollo que debe superar) con Tyland Lannister y ser Criston Cole. Este último no duda en acabar con lord Beesbury cuando se opone al cambio de voluntades de lo dispuesto por el rey. El corderito Cole ha sacado la patita del todo y ya no engaña a nadie.
Es el destino que les espera a todos los que se opongan a la coronación de Aegon. Otto Hightower y sus secuaces quieren hacer una limpieza rápida de aquellos que pudieran aliarse con Rhaenyra. Uno de los que sale peor parado es lord Caswell, que trata de huir para poner en preaviso a la princesa de lo que está sucediendo y acaba ahorcado en una de las estancias de la Fortaleza Roja por su deslealtad con Los verdes. A la princesa Rhaneys se la invita a reflexionar sobre su postura después de que ella no esté dispuesta a secundar este cambio de guion.
Este episodio la corona a ella, a Rhaenys, como una de las protagonistas absolutas de la serie, puesto que propicia dos de los momentazos que recordaremos del episodio. El primero es la conversación con Alicent. «Eres lista Alicent Hightower… Y aún así estás al servicio de los hombres», le espeta a la reina cuando esta trata de llevársela a su bando. Ahí hace ver a la chica cómo le han estado utilizando en los últimos años. Qué capacidad tiene la reina que nunca que fue para poner a cada cual en su sitio. Al segundo momentazo volveremos más tarde.
Otros personajes importantes en esta trama son ser Harrold Westerling, que se niega a investigar a Rhaenyra; y los gemelos Cargyll, que primero deben acudir a buscar a Aegon por la ciudad. Va a ser coronado rey y no aparece. Suponen que se halla en algún burdel. Es el gusano blanco la que finalmente ofrece esa información y la que descubre el macabro placer que le produce al futuro rey ver a niños pelearse. No es lo más obsceno que conocemos en este capítulo.
Antes de que se alcance el momento culmen del episodio asistimos a una de las secuencias más turbadoras, la de Larys Strong excitándose y tocándose admirando los pies de Alicent. El muchacho tiene fetiche con los pies, quizá porque uno de los suyos no funciona correctamente. Sea como sea ver los ajenos le pone y la reina compensa los servicios prestados mostrándoselos. No puede terminar bien la relación entre ambos, ya lo vaticino.
Aegon es coronado como segundo de su nombre. El pueblo lo aplaude y lo aprueba, lo cual hace que el rey crea en sí mismo y se crezca. Le falta autoestima, pero al ver la reacción de sus súbditos se viene arriba. Se adivina que va a ser un rey déspota, que gobernará a costa de impulsos, como lo ha hecho todo en su vida.
La fiesta se la estropea Rhaenys, que logra escapar de la Fortaleza con la ayuda de Erryk Cargyll, uno de los gemelos. A ella primero le toca mezclarse entre la plebe para observar la reacción del pueblo ante el nuevo nombramiento. Después acude a por su dragona, Meleys, y se presenta con él en plena coronación para aguarles la fiesta y dejar claro que ella no lo aprueba. La bestia siembra el pánico y reafirma el poderío que ostenta Rhaenys. No hubiese estado de más que gritase un «dracarys» para acabar con los verdes. Pero se contiene.
Huye a lomos de su dragón, presumiblente, para avisar a su sobrina de lo que está ocurriendo. Cuando se enteren se van a venir cositas. Ya lo creo que se van a venir. Todo eso se guarda para un capítulo 10 en el que se prevé que arranque la anunciada danza de los dragones.
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