rafael mañueco
Miércoles, 24 de agosto 2022, 09:02
En su afán de sanar los traumas psicológicos de los rusos, y los suyos propios, tras las 'humillaciones' sufridas con la derrota en la Guerra Fría y el derrumbamiento de la Unión Soviética, Vladímir Putin lleva desde que llegó al poder, hace ya casi un ... cuarto de siglo, empleando la palabra «victoria» reiteradamente: en sus discursos oficiales, aprovechando cualquier evento, rueda de prensa o comparecencia pública.La necesidad de victorias constantes en todos los terrenos, en el económico, deportivo, tecnológico y, sobre todo militar, se ha convertido en algo obsesivo, es de hecho el elemento distintivo del régimen de Putin. «Sin enemigo no hay lucha, sin lucha no hay victoria», reza uno de los reclamos publicitarios difundidos por el Ejército ruso en mayo de 2014, dirigido a reclutar los llamados 'kontráktniki', soldados profesionales. Aquel anuncio apareció tras la anexión de Crimea y con la guerra en Donbass en plena efervescencia.
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Fue entonces cuando a Putin se le ocurrió la idea de erigir el Park Patriot (Parque de la Patria), un inmenso complejo militar que se encuentra a 18 kilómetros al suroeste de la capital rusa, en el entorno de la base aérea de Kúbinka. Además del aeródromo, el más importante en la región de Moscú en número de aviones de combate, la zona de Kúbinka dispone de un polígono de entrenamiento para tanques, el de Alábino, en donde ahora se están celebrando campeonatos de destreza en el uso de blindados.
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Cerca se erige el Templo Principal de las Fuerzas Armadas rusas, llamativo por su color caqui oscuro, y el museo más grande del mundo de armamentos de la Segunda Guerra Mundial capturados a las tropas hitlerianas. Desde ahora, el Park Patriot cuenta también con una exposición de trofeos apresados al Ejército ucraniano, al que las autoridades rusas considera también 'nazi'. Ha sido abierta con motivo del Foro Internacional Armia 2022, inaugurado el pasado lunes día 15 con la presencia de Putin y clausurado el domingo, aunque cualquier visitante puede acudir durante estos días a ver la exposición.
Rusia quiere seguir presumiendo de ser el segundo exportador mundial de armas, aunque, según los expertos, lo va a tener cada vez más difícil. Resulta que sus innovaciones armamentísticas necesitan componentes de fabricación occidental que escasean ya a causa de las sanciones. Además, la mayor parte del material exhibido en el Parque Patriota no se está viendo en el campo de batalla ucraniano.
En medio de inmensas hileras de material bélico ultramoderno que componen la feria internacional que Rusia organiza cada año para vender sus armas, en un pabellón aparte, se puede ver el material de guerra que las tropas rusas sostienen haber arrebatado a las fuerzas ucranianas.
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En su parte exterior hay una veintena de blindados con las banderas y emblemas ucranianos, y varias lanchas rápidas utilizadas durante la batalla de Mariúpol. En la parte interior del recinto, un inmenso cañón estadounidense M777 de 155 milímetros preside el centro de la sala. Washington quiere que esta pieza de artillería dispare en breve misiles guiados Excálibur lo que complicará todavía más las cosas al Ejército ruso en su intento de seguir avanzando en Ucrania.
Se exhiben además minas de todo tipo (antitanque y antipersona), drones, lanzamisiles, lanzagranadas, entre ellos uno de fabricación española, fusiles, pistolas, material de transmisiones, máquinas para desminado, los restos de un misil Tochka-U como el que masacró a los civiles en la estación de ferrocarril de Kramatorsk (Donetsk) y hasta una ambulancia blindada de fabricación británica para uso en primera línea de fuego.
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La mayor parte de las armas allí mostradas son de fabricación occidental, de países de la OTAN, Israel o Nueva Zelanda: el cañón M777, los lanzacohetes norteamericanos Javelin (el asesino de tanques rusos), el temible dron turco Bayraktar.
Varios oficiales rusos explican al público asistente el significado de la muestra. «Queremos que todos sepan que la ayuda occidental a Ucrania no hace sino prolongar las hostilidades», afirma un capitán adscrito a una división acorazada. Según sus palabras, «hemos querido también incidir en el carácter radical, extremista y fanático del régimen ucraniano».
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En uno de los rincones se exponen también algunos de los manuales con los que estudian los escolares ucranianos. «Están impregnados de ideología nazi y de odio hacia Rusia», sostiene el militar ruso. Entre la literatura exhibida aparecen también prontuarios de cómo improvisar artefactos explosivos y cómo atender a los heridos.
En otro de los exhibidores se puede ver un blindado británico empleado como ambulancia. En el suelo se ve a un soldado ucraniano herido con la esvástica como tatuaje.
Una chica le pregunta a uno de los instructores por qué la mayor parte de los trofeos de guerra de la exposición se encuentran en perfecto estado, salvo un vehículo neozelandés que ardió durante la refriega y toda la carrocería está oxidada. «Porque salieron corriendo, abandonaron sus posiciones y dejaron allí el armamento completamente nuevo», responde un comandante.
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Lo cierto es que, comparando con el material de guerra capturado a los rusos en Ucrania, exhibido ahora mismo en la céntrica avenida Kreshatik de Kiev con motivo del Día de la Independencia, la colección de trofeos rusa es mucho más modesta. Tal vez no hayan sacado todo lo que han logrado arrebatar a las fuerzas de Kiev.
Además, el ambiente que se respiraba en el Parque Patriota no era precisamente de euforia. No obstante, todas las personas con las que habló este corresponsal dijeron tener la seguridad de que el Ejército ruso terminará obteniendo la victoria. «No puede ser de otra forma», señaló un joven visitante que evitó también identificarse.
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En el certamen participaron 72 países del mundo, entre ellos Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán y Corea del Norte, pero ninguno occidental. La empresa rusa exportadora de armas Rosoboronexport, según informa su director, Alexánder Mijéyev, en el marco del foro Army-2022, firmó dos contratos para el suministro a clientes extranjeros por valor de unos 390 millones de euros. El año pasado, sin embargo, Rusia firmó contratos por valor de 2.000 millones de euros.
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