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iñigo gurruchaga
Londres
Sábado, 8 de octubre 2022, 15:36
Caótico, sin precedentes, la desintegración del Partido Conservador. Así se describen las circunstancias de la política británica estos días. Parlamentarios confiesan a los medios que la suerte está echada, que perderán su escaño en 2023 y tienen que buscar un nuevo empleo. Otros evalúan las ... consecuencias de un derrocamiento de Liz Truss, como los que derribaron a Theresa May y a Boris Johnson.
Un partido tan exitoso en la retención del poder está dividido y sufre purgas. Johnson expulsó a los diputados que se aliaban con la oposición para impedir una marcha sin acuerdo de la Unión Europea. Truss ha nombrado en el Gabinete solo a quienes la apoyaron en la campaña para sustituir a Johnson. Fue elegida por ochenta mil miembros del partido, tras no contar con la mayoría del grupo en el Parlamento.
En la campaña, ocasionalmente agria, reprochó a su rival y exministro de Hacienda, Rishi Sunak, que había incumplido la promesa, en el programa electoral de 2019, de no subir impuestos a la renta. Dos meses después de aquellas elecciones, se extendió la epidemia de Covid, que llevó a un aumento extraordinario del gasto público. El aumento de impuestos era necesario, según Sunak, para reducir la deuda.
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Truss cumplió su promesa electoral, retirando las subidas de impuestos de Sunak, al mismo tiempo que anunciaba un gasto de al menos 70.000 millones de euros para reducir el aumento de los precios de la energía. Sunak, perdedor de las elecciones para sustituir a Johnson, había advertido del riesgo de que los mercados de capitales reaccionasen contra la libra si Truss cumplía su promesa.
No solamente lo hizo, sino que su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, añadió reducciones de otros impuestos, para que quedase claro desde el primer día que este es un Gobierno libertario, de baja fiscalidad y pro empresa. Se cumplió con creces la profecía de Sunak. Y Truss y Kwarteng han quedado asociados a un caos sin precedentes y a que el Partido Conservador se desintegre.
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Pero las interpretaciones sobre el ataque a la libra y a los bonos son variadas: la arrogancia de Truss y Kwarteng; otra respuesta oportunista e histérica de las bolsas; el papel de los instrumentos financieros derivados, ya causantes de daños graves en 2008; algunos creen que fue un estallido predictivo de la crisis que causarán la expansión monetaria de los bancos centrales desde aquella fecha y su lentitud reciente ante la inflación.
La economía del Reino Unido, la sexta del mundo, tiene la segunda deuda más baja, como porcentaje, entre los países del G7 y algunos datos llamativos. En el primer trimestre, un déficit histórico, 8% del PIB, por cuenta corriente (la diferencia entre lo que consume y lo que produce). Es el único país desarrollado en el que aumenta tras la pandemia el número de personas con edad laboral que se retiran del mercado de trabajo. Son ya 9 millones y las razones más comunes son dolores crónicos y salud mental.
Las divisiones europeas del Partido Conservador han desembocado en una política inestable, pero por primera vez en más de una década hay una oposición que aspira a gobernar. A diferencia de los comicios recientes en Alemania, Francia o Italia, donde hubo continuidad gestora o se pusieron en cuestión asuntos generales de la democracia, en los dos años que quedan hasta las próximas elecciones británicas se van a enfrentar dos ideologías.
Truss tendrá dificultad para defender la legitimidad de gobernar con firmeza doctrinaria, cuando le ha elegido un número de gente que cabría en un estadio de fútbol, pero se empecinará en confirmar su creencia de que obtendrá un crecimiento anual del 2,5% mediante reducciones de impuestos y la eliminación o cambio de regulaciones que entorpezcan la actividad empresarial.
El laborismo propone una política más izquierdista que la de Tony Blair, cuya victoria aplastante en 1997 predicen ahora las encuestas para el actual líder, Keir Starmer. La nacionalización del ferrocarril y la creación de una empresa pública promotora de energías renovables son las más llamativas. También tiene divisiones internas, pero el afán de gobernar las amortigua.
El último Informe de las Actitudes Sociales de los Británicos muestra un desplazamiento que favorece a la oposición. El 52% quiere aumento de impuestos y del gasto en sanidad, educación y subsidios sociales. El 40%, que se mantengan. El 6%, que se reduzcan. Por primera vez registra una mayoría, pequeña, partidaria de cambiar el sistema electoral mayoritario por uno proporcional.
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