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lourdes gómez
Londres
Miércoles, 19 de octubre 2022, 18:03
La jefa del Gobierno británico, Liz Truss, acusó este miércoles la segunda baja ministerial en su gabinete con la salida inesperada de la titular de Interior, Suella Braveman, cinco días después de Kwasi Kwarteng al frente del Tesoro. Braveman achacó su dimisión a una «infracción ... técnica de las normas» de seguridad que cometió al enviar a un «colega parlamentario de confianza» un documento oficial a través de su correo personal electrónico. «Que me vaya, es lo correcto», sostiene en su carta de despedida, marcando las diferencias con la dirigente conservadora. Truss se resiste a dejar el cargo pese al fracaso de su plan económico y la desintegración del gabinete que eligió desde su nombramiento el 5 de septiembre.
«El engranaje del gobierno se basa en gente dispuesta a aceptar la responsabilidad de sus errores. Pretender que no los hemos cometido, seguir adelante confiando en que las cosas se corrijan mágicamente no es serio», escribió Braveman. Popular entre la militancia tory y cabecilla de la facción ultraderecha del grupo parlamentario, la anterior abogada general acusó a la 'premier' de «romper importantes promesas» en sus seis semanas y desveló su «inquietud» por la aparente renuncia del gabinete a una línea dura de actuación en la admisión de inmigrantes económicos y en medidas para acabar con las pateras que llegan desde Francia por el Canal de la Mancha.
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Grant Shapps, exministro de Transporte, aceptó la cartera de Interior reconociendo que el Gobierno atraviesa «tiempos turbulentos». «Pero creo que lo más importante ahora es asegurar que la población sepa que está segura», declaró tras su nombramiento. La elección de Shapps confirma la apertura forzada de Truss al sector más moderado del partido y la pérdida de terreno de las facciones radicales en su gabinete. Tanto el ahora titular de Interior como el nuevo responsable del Tesoro, el veterano Jeremy Hunt, respaldaron la candidatura de Rishi Sunak, derrotado por Truss en la pugna de sucesión de Boris Johnson.
Por la mañana, Truss había sorteado a duras penas la primera sesión de control parlamentario desde la reacción de los mercados a su programa económico, que hundieron el valor de la libra, encarecieron los intereses de la deuda soberana y dispararon las hipotecas. Repitió la disculpa que transmitió a la BBC y reconoció que ha «cometido errores», sin acallar los gritos de la oposición pidiendo su dimisión. «¿Por qué sigue ahí?», cuestionó en los Comunes el líder laborista, Keir Starmer, tras enumerar media docena de medidas fiscales que la debilitada 'premier' ha abandonado desde el viernes.
Mientras, el Gobierno se metió en un callejón sin salida al intentar convertir una moción de los laboristas, cuyo resultado no es vinculante, en una muestra de confianza en Truss. Se debatía la suspensión de la moratoria sobre la exploración de hidrocarburos con la polémica técnica del fracking, y la oposición pretendía ganar el control de la agenda para reintroducir el veto por vía legislativa. La fracturación hidráulica de la piedra para extraer gas se suspendió en Inglaterra en 2019 pero el nuevo Gobierno quiere incentivarla entre las propuestas para reforzar el suministro energético.
El Ejecutivo ganó la votación por un margen de 96 escaños, pero fomentó más división entre los conservadores. Los laboristas denunciaron tácticas intimidatorias en la cola del registro de votos y la desintegración del equipo tory responsable de la disciplina parlamentaria. La supervivencia de Truss sigue pendiendo de un hilo.
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