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íñigo gurruchaga
Corresponsal. Londres
Viernes, 14 de octubre 2022, 14:17
La primera ministra británica, Liz Truss, se encuentra en una posición muy frágil tras ceder de nuevo ante la reacción negativa a su plan estelar de reducción de impuestos. La nueva líder conservadora despidió este viernes a su ministro de Hacienda (Economía), Kwasi Kwarteng, ... que presentó el paquete fiscal que causó la crisis financiera. Su puesto ha sido ocupado por Jeremy Hunt, un experimentado político conservador.
Truss confirmó en una breve declaración que mantendrá el aumento del impuesto sobre los beneficios de las empresas, de 19% a 25%, que introdujo Rishi Sunak, su rival para sustituir a Boris Johnson. La eliminación de ese impuesto fue uno de los puntos esenciales de la campaña de Truss, que ganó el favor de la mayoría de los miembros del partido hace cuarenta días.
La primera ministra ha sido forzada a postergar su estrategia de «bajos impuestos, alto crecimiento y altos salarios». Ha sacrificado a un amigo y vecino con el que comparte las ideas que inspiran el plan fiscal, que elaboraron juntos. Ficha ahora para el Tesoro a Hunt, «un 'tory' de una nación»- partidarios del consenso social- que renunció a sustituir a Johnson al contar con poco apoyo en el grupo parlamentario.
Truss y Kwarteng insistieron en los últimos días en que no modificarían el plan. El ministro cedió una micra, adelantando al final de octubre la presentación de un presupuesto de ingresos y gastos, que aclarase su objetivo de reducir la deuda pública en el medio plazo. Era su afán de tranquilizar a fondos que detectaron réditos en apostar por el descenso de los activos en un país que reduce impuestos por unos 50.000 millones, financiándolos por el préstamo.
Las circunstancias creadas por los mercados de capitales tras la presentación del mini-presupuesto por Kwarteng eran particularmente delicada para el Banco de Inglaterra. Se proponía iniciar la venta de activos adquiridos durante los años de expansión monetaria, cuando tuvo que ponerse a comprar bonos para evitar una espiral que pusiese en peligro la solvencia de fondos de pensiones.
La libra cayó a una paridad históricamente baja con el dólar y los bancos retiraron ofertas de hipotecas y aumentaron el interés de las nuevas. La intervención del banco central hace dos semanas apaciguó a los fondos, pero llegó con plazo. La utilización de 75.000 millones de euros en el programa de compra de bonos no se extendería más allá de este viernes.
El ambiente de los mercados era nítido. Subió la libra y bajaron los intereses de la deuda cuando se extendió el jueves el rumor de que Truss estaba siendo sometida a presiones de sus correligionarios para emprender la marcha atrás. Si ya renunció a la reducción de impuestos a las rentas más altas, ahora tenía que aceptar más rendiciones para evitar que el Banco de Inglaterra también perdiera su reputación.
El gobernador del banco, Andrew Bailey, se ha expresado también con firmeza sobre la no extensión del programa, mientras voces intermedias de la institución y del Tesoro decían a la prensa que si, llegado el lunes, la libra y los bonos eran de nuevo atacados, el banco por supuesto intervendría para evitar una espiral destructiva. El pulso kamikaze de Bailey estaba a la medida de la osadía de Truss. La primera ministra tenía que decidir antes del lunes. El banco central ha ganado el pulso.
La modificación de sus planes significa que el Tesoro obtendrá los 20.000 millones anuales a los que Truss quería renunciar con el impuesto de sociedades. En términos presupuestarios, es más significativo que los 2.000 millones ahorrados tras la renuncia de Truss y Kwarteng al descenso del impuesto a las rentas más altas, pero son cantidades relativamente pequeñas para afirmar que eran las que turbaban a los mercados.
La lección principal de esta crisis es, quizás, que el Reino Unido del Brexit puede ser tratado por los fondos de inversión como un país menor. Ese es el telón de fondo y la tragicomedia es el nuevo descenso del Partido Conservador en un guirigay. Grandes del partido estarían conspirando para promover a primeros ministros alternativos, sin contar esta vez con el voto de los miembros, que rechazaron este verano a Sunak, el predilecto del grupo parlamentario.
Michael Gove, el más influyente político 'tory' en la última década -ministro importante de Cameron, May y Johnson- identificó inmediatamente la debilidad de Truss. La criticó en los estudios de televisión en la inauguración de la conferencia conservadora por «desplegar los valores equivocados» con la reducción de impuestos a las rentas altas. Luego, resumió lo absurdo del mini-presupuesto en una charla con el Financial Times. «No es este un momento para hacer apuestas»»dijo sobre la pasión ideológica de la pareja Truss-Kwarteng, ahora quebrada.
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