El Real Madrid rubrica con el alirón una espléndida campaña de Liga en la que voló de principio a fin y apenas sufrió sobresaltos, siendo la goleada del Barça en el clásico del Santiago Bernabéu su único sonrojo reseñable hasta asegurar su trigésimo quinto título ... en el torneo de la regularidad con cuatro fechas de antelación. Desde que en la temporada 1995-96 se instaurase el actual sistema que concede tres puntos por victoria, únicamente el Barça, en las campañas 1997-98 y 2017-18, había amarrado el trofeo con tanta precocidad. Estos son los principales factores que resumen el éxito del conjunto de Chamartín.
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El regreso del italiano a Chamartín el pasado verano fue un acierto mayúsculo de Florentino Pérez. Profundo conocedor del vestuario, gran gestor de grupos, impecable portavoz del club y con más mili a sus espaldas que cualquiera de sus homólogos, el veterano preparador de Reggiolo conformó un bloque sin apenas aristas, volvió a desactivar incendios a golpe de ceja, puso en solfa a quienes le criticaban por la falta de rotaciones y ahuyentó la leyenda sobre el desfallecimiento de sus equipos en el tramo decisivo apoyado en la gran labor de su staff técnico.
Otro retorno afortunado a la 'casa blanca' lo protagonizó quien fuera preparador físico en la primera etapa de Zinedine Zidane como gran timonel blanco. El fichaje del piamontés fue anunciado a bombo y platillo por el club, signo de la importancia que concedía a su vuelta. La campaña anterior el Real Madrid murió en la orilla tanto en la Liga como en la Champions, en buena medida debido a una sangría incesante de lesiones que puso en el disparadero a Gregory Dupont. El Sargento, clave ya en el histórico doblete de la campaña 2016-17, cerró la herida que no pudo cicatrizar el Científico, manteniendo a los blancos como aviones en el tramo decisivo de la campaña.
Tiene muy difícil alcanzar el que sería su cuarto Trofeo Zamora, pero Thibaut Courtois ha vuelto a firmar una temporada impecable en la que ha sido casi tan determinante para el título del Real Madrid con sus paradas como Benzema con sus goles. El belga salvó puntos decisivos para que los blancos puedan presumir de ser el segundo equipo menos goleado del campeonato. Rezuma confianza, reflejos y ambición, pese al ninguneo de que fue objeto en la última edición de los premios The Best.
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Ancelotti se hizo fuerte con una fe ciega en ese grupo de incombustibles veteranos que se resisten a bailar su último tango. En una industria que privilegia cada vez más la refrescante juventud, la santísima trinidad que gobernó Europa con puño de hierro hace un lustro reivindicó su vigencia manejando los tiempos de los partidos. Su magisterio desembocó en la cátedra de otro viejo rockero con cuerda para rato como Benzema. El campeón se mueve al dictado de un futbolista que se aproxima a los 37 años y despedaza rivales con el colmillo de otro que se encamina a los 35. Veteranía, divino tesoro.
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Un año más, Benzema volvió a superar a Benzema. Como el buen vino, el francés mejora con el paso de los años y, lejos de emitir señales de agotamiento, abre sus fauces con creciente voracidad. En su decimotercera campaña en la Liga española, el lionés lideró desde el comienzo la carrera por el que será su primer Trofeo Pichichi, erigiéndose en alfa y omega de un equipo incomprensible sin su descomunal talento, capacidad de liderazgo y ejemplo para los jóvenes que van derribando la puerta.
Además de repescar a los cedidos Vallejo y Ceballos, el Real Madrid solo realizó dos incorporaciones en el pasado mercado de verano, pero ambos han tenido el impacto esperado. Alaba superó con nota el dificilísimo examen que representaba heredar el puesto y el dorsal de una leyenda como Sergio Ramos para erigirse, junto a Militao, en cacique de la zaga del Real Madrid. Camavinga, por su parte, se ha confirmado como una alternativa de calidad a los tres tenores del centro del campo. Un pulpo en el quite y con una zurda privilegiada, aún comete pecadillos de juventud, pero tiene ante sí un futuro más que prometedor y ya pesa en el presente.
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Como si del Doctor Jekyll y Mister Hyde se tratase, nadie reconocería en el Vinicius actual al que se marchó el pasado verano de vacaciones. La progresión del carioca ha sido exponencial este curso, dejando atrás a aquel futbolista que fue carne de memes por sus disparatados remates. Ahora el brasileño maneja como nadie el cambio de marchas, capaz de despanzurrar rivales con la electricidad que siempre le caracterizó pero también con el temple necesario para frenarse en el momento oportuno, levantar la cabeza, ajustar la mirilla y disparar al blanco escogido con escaso margen de error. Su letal sociedad con Benzema ha dejado un reguero incontable de cadáveres.
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