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El trigésimo quinto título de Liga del Real Madrid tiene un rostro por encima de todos: el de Karim Benzema. El delantero francés catapultó a los blancos con sus goles, su liderazgo y el padrinazgo de Vinicius a la conquista de un trofeo que refrenda ... la condición de rey de la selva de aquel futbolista cuyas habilidades depredadoras equiparó José Mourinho a las de un gato pero que, en su edificante madurez profesional, ha devenido en uno de los atacantes más voraces del orbe, gran emblema de la Liga y serio candidato al Balón de Oro.
A los 34 años, el ariete de Bron ha firmado su campaña más prolífica en el apartado realizador e ingresado en el podio de los máximos artilleros históricos del Real Madrid, superando los registros del mismísimo Alfredo Di Stéfano y rozando ya el segundo peldaño que ocupa Raúl. Su escalada se aceleró tras la marcha en el verano de 2018 de Cristiano Ronaldo, de quien fue factótum durante nueve temporadas, y ha terminado por encumbrarle dentro del panteón de los mitos blancos.
Los números del lionés son abrumadores y hablan de un delantero redondo que siembra el terror con su facilidad para el remate y la asistencia, pero que también es la clave de bóveda del ataque del Real Madrid por su capacidad para bajar al centro del campo, asociarse con todos los mimbres del frente ofensivo y engrasar la maquinaria. Es la biela sobre la que pivota el engranaje del flamante campeón de Liga.
Carlo Ancelotti se encontró a su regreso a Chamartín con un ariete muy diferente de aquel que tuteló en su primera etapa en el banquillo del Real Madrid. «Mantiene su humildad. Los otros ahora le ven más fuerte, con más personalidad, más maduro... Es un líder. Yo también lo veo de manera distinta con respecto a hace seis años», apuntó en la previa de la última final de la Supercopa de España, en la que los blancos se impusieron al Athletic con goles de Modric y del francés. Un mensaje que el italiano ha venido reiterando a lo largo de una temporada en la que Benzema ha marcado el paso de principio a fin.
Un doblete ante el Alavés en la primera jornada inauguró la cuenta de un 'killer' que puso la directa hacia su primer Pichichi, convirtiendo en una anomalía los escasos partidos en los que no resultó determinante ya fuera marcando o asistiendo. Incontenible también en la Champions, a comienzos de abril superó el que era el techo anotador de su carrera, las 32 dianas que selló en el curso 2011-12, merced a un ritmo goleador que solo había registrado Cristiano Ronaldo vistiendo la elástica blanca en el presente siglo. Desde entonces, ha seguido elevando el listón al tiempo que coleccionaba nuevas obras de arte balompédico para su nutrido museo.
Su forma de entender el fútbol sigue siendo tan vivificante como cuando tenía en contra a parte de la crítica y era objeto de sospecha de un sector de la hinchada por su presunta falta de pólvora, pero ahora las estadísticas han dejado sin argumentos a quienes entonces le zaherían y nadie discute su condición de jugador franquicia. Así lo reconocen sus compañeros de vestuario, rendidos al genio de un futbolista sublime que asume su rol con naturalidad y ejerce como tutor de los más jóvenes.
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En el espejo del francés se mira especialmente Vinicius, convertido en su socio predilecto un año después de la polémica que desató aquella charla con Mendy en la que Benzema ponía en evidencia al carioca. El veterano pidió perdón en privado, el novel aceptó las disculpas y en esta campaña han fraguado una sociedad letal que explica buena parte del éxito del campeón.
El regreso a la selección francesa después de la Eurocopa no ha hecho mella en el rendimiento de Benzema, que tampoco se ha visto afectado por el 'caso Valbuena', cuyo proceso judicial se saldó con un año de cárcel para el jugador del Real Madrid, aunque con suspensión de pena, y 75.000 euros de multa por la implicación en el chantaje con un vídeo sexual al que fuera su compañero en los 'bleus'. El turbio asunto supuso un lastre para la imagen del astro, especialmente en su país natal, y motivó que Didier Deschamps le apartase del combinado galo, aunque en la 'casa blanca' siempre cerraron filas con el jugador al que Florentino Pérez reclutó personalmente en su residencia de Lyon. Trece años después de aquel célebre episodio, el crack acaricia el Balón de Oro tras sellar su cuarto entorchado liguero.
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