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De lunes a viernes, día tras día; Jesús Ávila acude desde hace cuarenta años puntual a su puesto de trabajo. «He pasado por muchos sitios», asegura a este periódico. Este madrileño de 77 años se licenció en Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid en los años 60, aunque la vida profesional le ha llevado a pasar bastante tiempo fuera de los laboratorios españoles. Discípulo de Margarita Salas y de Severo Ochoa, Ávila trata de comprender el cerebro, «aunque creo que no lo lograré nunca», responde entre risas. Entre montañas de folios apiladas en su despacho, este investigador del CSIC busca encontrar respuestas al envejecimiento y a los males derivados del paso del tiempo en el cuerpo humano. Sin embargo, huye de cualquier atisbo de inmortalidad «yo lo que quiero es conseguir que si vivimos más, sea con mejor calidad de vida».
-Más de 40 años entre laboratorios, ¿cuál es la razón o las razones que le han hecho levantarse y venir aquí durante más de cuatro décadas?
-He pasado por muchos sitios. Estudié en la Universidad Complutense Ciencias Químicas, pero mi primer trabajo fue en el Instituto de Estudio Nucleares. Después conocí Eladio Viñuelas y a Margarita Salas, ellos son mis mentores me cambiaron la vida y consiguieron que me apasionara por este campo de estudio. Además, puedo decir que fui el primer becario de Margarita Salas. Me enseñó muchísimo. Luego me fui una época a Estados Unidos para, finalmente, volver a España. En este regreso empecé a interesarme en el campo de las células y la neurociencia, cada vez me apasionaba más estudiar y comprender el cerebro, aunque yo creo que nunca lo lograré (risas). El intentar averiguar las bases de la memoria y de los sentimientos es algo que me apasiona.
-Ha pronunciado el nombre de Margarita Salas, pero tampoco se puede olvidar el de Severo Ochoa…
-Soy muy afortunado porque, a lo largo de mi vida, he estado con gente muy lista, muy inteligente y generalmente buenas personas. Margarita me educó y me enseñó las tres «P»: paciencia, perseverancia y perfección. Con Don Severo, siempre le he llamado así, coincidí cuando fui director del Centro de Biología Molecular y él era el director honorífico. Teníamos alguna que otra discusión y me acuerdo que en una de ellas se enfadó tanto que escribió un artículo en ABC diciendo que tenía que mejorar muchas cosas de este centro. Me atacaba mucho, pero ahí lo tengo guardado porque es una joya. No siempre te ataca un Premio Nobel (risas).
-¿Y ahora en qué trabaja?
-En aspectos del citoesqueleto neuronal. Traducido: buscamos saber cuáles son las bases de los problemas neurodegenerativos, como sucede con la enfermedad de Alzheimer. Este mal tiene una pequeñísima proporción de origen familiar, pero el mayor riesgo es el envejecimiento y a esas edades el riesgo es muy grande, hay que buscar cómo prevenirlo. El problema es que cuando se va al neurólogo ya es demasiado tarde, porque hay una destrucción neuronal tan grande que no se puede hacer nada. Nosotros buscamos esa prevención y lo hacemos a dos niveles. El primero es averiguar qué pasa en la morfología de las neuronas que provoca que no funcionen bien. También trabajamos en comprobar cómo podemos el envejecimiento. En el mal de Alzheimer hay unos riesgos modificables que hacen que la probabilidad disminuya como, por ejemplo, hacer ejercicio o llevar una vida sana. Luego hay otros factores que no se pueden cambiar como la genética o el envejecimiento, nosotros lo que queremos hacer es que este último sea modificable. Hay mucha gente trabajando en revertir el envejecimiento, pero no en el sistema nervioso. Nosotros nos centramos en el cerebro y es curioso porque esto del rejuvenecimiento parece que es muy importante, tanto que un señor que se llama Bezos, el jefe de Amazon, ha creado ahora una empresa grandiosa de biomedicina para atacar este problema y se ha llevado a los mejores españoles.
-¿Le han llamado?
-A mi edad ya no me ficha (risas). He trabajado con algunos de ellos y están a un nivel muy alto. En sus investigaciones están centrado en células periféricas, pero nosotros estamos centrados en rejuvenecer las neuronas para que aquello que no funciona bien por la edad vuelva a hacerlo correctamente. Hemos empezado por el hipocampo, donde reside la memoria, y ahí hemos visto en ratones que cuando envejecen, ésta disminuye. Sin embargo, hemos comprobado que siguiendo una serie de procedimientos se recupera y es algo en que estamos muy interesados.
-¿Pero cuándo empezamos a envejecer?
-Es algo que viene casi por decreto. Aunque con el paso de los siglos, la esperanza de vida ha ido aumentando. Ahora se puede llegar a una media de 80 años y lo que se está intentando es que ese mantenimiento y condiciones de vida sean lo más favorables. Es ahí dónde se intenta el rejuvenecimiento neuronal…
-¿Cómo se hace ese rejuvenecimiento? ¿Se reprograman o se resetean las células?
-Hay varios modos. Uno es muy curioso que nosotros lo llamamos método Drácula, que cambia la sangre de los jóvenes a los viejos y se llama parabiosis. Nosotros no hacemos eso, seguimos lo que descubrió Yamanaka y le valió un Premio Nobel. Hasta su descubrimiento se creía que la vida de una célula era de una sola dirección, es decir se va dividiendo, se va diferenciando y da lugar a un organismo completo. Yamanaka consiguió demostrar que ese camino podía ser revertido al coger células diferenciadas y hacerlas embrionarias o lo que es lo mismo volverlas a su estado primario. Esto es curioso porque pasa en prácticamente todas las células diferenciadas, excepto en las neuronas. Nuestros primeros trabajos fueron utilizar los factores determinantes de manipulaciones genéticas en los ratones y ver que las neuronas envejecidas en el estado de la zona del hipocampo se rejuvenecían. Ahora bien, no se pueden hacer manipulaciones genéticas en humanos, porque no es ético y no se puede dañar. Así que lo que estamos buscando es encontrar una píldora que se dé a la persona y haga lo mismo que los factores de Yamanaka en un contexto simple.
-¿Y con qué fin?
-Yo trabajo en la pública, no en la privada y no busco el dinero. Hay algunos compuestos que hemos analizado y están patentados y el nombre que llevan es el del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y si algún día genera dinero irá todo para el Consejo. Nosotros lo que buscamos es evitar problemas neurodegenerativos, como la enfermedad de Alzheimer, cuyo mayor riesgo es el envejecimiento. Que la gente pierda la consciencia y la memoria es un problema muy grave y si nosotros podemos retrasar los aspectos del envejecimiento de neuronas y hacer que la gente siga con buena calidad de vida sería un paso muy grande.
-Entonces ese sería su gran ¡eureka!
-Cuando era pequeño era muy competitivo, pero cuando pasan los años eso se pierde. Da igual el que lo consiga y en esto el más sabio era Ramón y Cajal que decía que tras de ti vendrían mejores que lo conseguirían. Estoy totalmente de acuerdo. El asunto es que lo haga alguien y sea lo más universal posible, porque de nada sirve hacerlo y que lo disfruten los que tengan más dinero, esa no es la idea.
-Nos ha contado que lleva mucho tiempo trabajando en este campo, ¿cuándo podría estar disponible esa píldora que nos contaba?
-Hay alguna que ya está patentada, lo que pasa es el asunto que viene después. Una cosa es el mundo puramente académico y de conocimiento previo y otro el comercial y económico. En este caso, la palabra no la tiene el investigador, sino que la tienen las empresas farmacéuticas que lo van a comercializar. Son a ellos a los que hay que preguntarles. ¿Es rentable? ¿De dónde hay que sacar el dinero? Una cosa es el descubrimiento y otra la comercialización.
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