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Llegamos a casa por la noche y, para desconectar, elegimos una serie de esa oferta de títulos cada vez más inabarcable. Y a desconectar... ¡a menos que escojamos una ficción donde se aborde nuestra esfera laboral! En esos casos, lo más seguro es que, en lugar de entretenernos y relajarnos, la deformación profesional nos lleve a resoplar, blasfemar, reírnos o incluso cambiar de tercio y optar por otro tipo de contenidos que no nos toquen tan de cerca y que veamos más verosímiles. Porque no hay nada que nos haga más la puñeta que ver estereotipos sobre nuestro trabajo, «muchas veces ridículos y de risa», como coinciden en afirmar cuatro profesionales –una jueza, un periodista, un policía y una médica– que nos explican en qué puntos los guionistas se toman licencias o dónde ya, directamente, pasan a la ciencia ficción. Con perdón hacia los guionistas, un gremio que también se defiende. «Una serie es una ficción, no un documental. En ocasiones se fuerza un poco para que la historia fluya», aclara Rubén Ontiveros, padre de series como 'Qué vida más triste'. Veamos dónde colisionan la realidad y la ficción.
«En las series, los médicos lo mismo hacen una craneotomía que un trasplante de corazón, son algo así como superhéroes que valen para todo (con lo que cuesta especializarse). Y, bueno, hay profesionales estupendos, pero no tanto genio como se ve en la tele, aunque a mí 'The Good Doctor', por ejemplo, me gusta y sí, es un genio. Otra cosa que se ve mucho en la ficción es la tremenda rivalidad entre compañeros. En la realidad, la hay, sí, pero no entre 'machacas', es más en las altas esferas. Aunque es cierto que los egos a veces colisionan. ¿Y lo de los romances tórridos en ambientes hospitalarios? ¡Pues eso es verdad! Como en todos los trabajos en los que la gente pasa muchas horas, imagino. Antaño era muy común la pareja médico-enfermera, ahora ya es más bien médico-médico y todas las combinaciones posibles. Lo cierto es que las series médicas –una muy antigua, de los años 60, 'Centro médico', influyó, creo, en mi vocación–, están cada vez mejor hechas. Eso sí, yo soy anestesióloga y en la ficción... ¡somos invisibles! Todo el mérito se lo lleva el cirujano».
«Toda una generación sintió la primera punzada de vocación periodística a cuenta de 'Lou Grant'. Tengo la impresión de que reflejaba muy bien cierta parte del viejo periodismo, ese de tipos fumadores, bebedores, tirando a machistas y con la camisa bien sudada en los sobacos. Pero, claro, a lo mejor la adornamos en el recuerdo y no era así. En general, las series presentan a los periodistas como seres latosos y poco de fiar que acosan a todo el mundo: policía, familias de las víctimas... Y habrá colegas así, pero la inmensa mayoría no tenemos nada que ver. Cuando los periodistas son los protagonistas, la cosa se desmadra. Claro, no es emocionante contar cómo un redactor cubre un pleno municipal o informa sobre el IPC. En series como 'Periodistas', todos eran muy intensos y estaban metidos en asuntos de gran calado. Ahora mismo estoy con 'Heridas abiertas' y la protagonista lleva días bebiendo como una cuba, 'investigando' un caso y sin escribir ni línea, mientras su jefe la anima a hacer una pieza de Pulitzer. Cualquier contacto con la realidad es pura coincidencia».
«Investigaciones a salto de mata, pistas sin sentido... esto me enerva cuando lo veo. Me pasó con 'Fargo'. ¿Más ejemplos? Ves como manejan las armas los polis –¡algunos van disparando con la pistola puesta de lado!– y pienso que, si yo hiciese algo así, mis compañeros pensarían que soy un auténtico imbécil (aunque tengas que disparar rápido, el movimiento es otro y siempre debes recuperar la posición rápido). Por ejemplo, un actor que lo hace muy bien es Tom Cruise, un experto en el arte de manejo de armas. Y hay series que son muy fidedignas: una canadiense que muestra una toma de rehenes en un colegio está tan bien hecha que la usan en las formaciones que nos dan periódicamente.Así que no toda la ficción policial es un horror. Algunas, además, ya no caen todo el rato en los estereotipos –polis chulos, gañanes, atontados, intrépidos– y nos muestran como personas más reales. Esto se ve muy bien en 'Mare of Easttown', muy recomendable. Lo mismo que 'Narcos', donde se muestra algo muy real: que los delicuentes a veces van por delante de nosotros».
«En mi profesión, la realidad nunca deja de sorprenderte y supera con creces a la ficción. Yo llevo 18 años como jueza y todos los años me topo con cosas nuevas y realmente raras. ¿Qué pasa cuando veo series de jueces y abogados? Pues que la mayoría son americanas, cuyo sistema judicial es totalmente distinto a nuestro, y me da rabia que luego la gente de aquí se haga un lío y, directamente, no sepa qué es un fiscal, por poner un ejemplo, o que piensen que los jueces somos una especie de 'sheriffs' omnipotentes que podemos hacer lo que nos da la gana, que trabajamos en base a impulsos. Y luego, en series españolas, veo cosas que... ¡directamente no se pueden realizar! ¿Excepciones? Pues, sí, la hay, 'Hierro', donde Candela Peña hace de jueza. Se toman alguna libertad, pero en general está muy bien, se ve el asesoramiento. También me gustan, a nivel de espectadora, 'The Good Wife' y 'The Good Fight', donde reflejan los entresijos de la administración de justicia en EEUU y las protagonistas son mujeres, que representamos el 54% de la carrera judicial».
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