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Ojos secos, un trastorno habitual que se incrementó con la pandemia

Ojos secos, un trastorno habitual que se incrementó con la pandemia

El abuso de las pantallas aumenta el riesgo de sufrir este molesto trastorno, en ocasiones generado por la mala calidad de las lágrimas

Julia Fernández

Martes, 9 de enero 2024, 00:15

«Cómo voy a tener el ojo seco si no me pare de llorar». Jacobo García Queiruga, óptico-optometrista en Galicia sonríe cuando cualquiera de sus clientes a los que les insinúa que, por los síntomas que le cuentan, podría padecer de este trastorno le ... responden así. Él no puede diagnosticarlo porque no está capacitado, pero sí recomienda acudir al oftamólogo para que confirmen sus sospechas. Y raro será que esa persona no vuelva al comercio a darle las gracias porque, efectivamente, sufre de ojo seco aunque le lloren los ojos

Después de la pandemia, los problemas oculares han crecido. García Queiruga lo ve a diario y también lo estudia como investigador del equipo GI-2092 que lidera Eva Yebra Pimentel en la Universidad de Santiago de Compostela. Uno de los más habituales es esta falta de lubricación adecuada de nuestros globos oculares. «Lo síntomas que relata la gente son picor, quemazón, ardor, como que tienen arenilla en el ojo, o que notan mucho el aire...», relata el también docente.

La cifra

55 litros

de lágrimas al año es el mínimo que generan nuestros ojos, según la Academia de Oftalmología. El máximo suele estar en unos 110. A medida que envejecemos, perdemos esta capacidad. También influyen los cambios hormonales del embarazo, la menopausia y la andropausia.

– ¿Y por qué nos pasa?

– Es una enfermedad multifactorial donde lo que se produce es una alteración de la función normal del ojo o de la lágrima, que es la que lo protege.

Se puede producir «por deficiencia», que es cuando no se producen suficientes lágrimas. O, como en el caso con el que arrancamos el reportaje, porque las que generamos se evaporan muy rápido, es decir, porque son de mala calidad. «Son la mitad de los casos que me encuentro», precisa García Queiruga.

Las lágrimas son más que agua. Se componen también de grasa y proteínas. Cuando la fórmula no está equilibrada, surgen los problemas. Si hay demasiado componente acuoso, se disipan demasiado rápido y no lubrican bien la córnea, «el tejido con más nervios de todo el cuerpo». Y si la grasa que producimos en las glándulas de meibornio, que están en el borde del párpado, es muy densa, tampoco se extenderá bien por toda la superficie. El resultado en cualquier caso es esa molestia que afecta a entre el 5% y el 50% de la población mundial y a tres de cada diez personas de más de 50 años, sobre todo, mujeres.

Tipos de lágrimas

Tipos de lágrimas
  • Basales Son las que cubren el ojo de forma permanente y se encargan de lubricarlo, nutrirlo y proteger la córnea. Son «como un escudo».

  • Reflejo Se forman cuando algo nos irrita los ojos. Por ejemplo, cuando hay mucho humo, se nos mete algo en el ojo o cortamos cebolla. Pueden contener más anticuerpos para combatir las posibles bacterias.

  • Emocionales Son las que nos producen algunos sentimientos como la alegría, la tristeza o el miedo. Se encuentran más diluidas y están poco tiempo en el ojo.

El investigador gallego insiste en que las causas pueden ser diversas, pero lo que sí tiene claro es que el uso y abuso de las pantallas no ayuda en absoluto. Durante el confinamiento, en la Universidad llevaron a cabo un análisis con los propios estudiantes que luego publicaron en 'The Conversation'. Entonces, había un grupo de ellos que iba a clase y otro que seguía la carrera de manera telemática. Se dieron cuenta de que los que usaban el ordenador para estudiar y luego empleaban más pantallas en otras actividades tenían «valores de sintomatología más altos». La primera recomendación, por tanto, es limitar su uso, pero ¿cómo hacerlo en un mundo donde cada vez son más imprescindibles?

«Hay otras recomendaciones de salud visual que nos pueden ayudar», admite el profesor. «No se trata de no usar las pantallas, pero habrá que tener cuidado con dos cosas importantes: el tipo y la iluminación». Evitar los reflejos y parpadear más a menudo son dos cosas que están en nuestra mano. Así como hacer descansos visuales:«Miremos más por la ventana».

Más

Otro asunto importante es usar más las gafas de sol. A menudo solo las sacamos cuando hay un exceso de luz, pero deberíamos ponérnoslas todo el año e, incluso, cuando está nublado. «Son una barrera física que no solo nos protege del sol, también del viento, que afecta a las lágrimas», explica. De igual modo, hay que evitar los ventiladores orientados a la cara a lo Paulina Rubio en las épocas de calor. Y en las de frío, las calefacciones muy altas: «La temperatura ideal estaría entre los 20 y los 21 grados».

«Hay que evitar las temperaturas muy altas en casa o en la oficina si tenemos ojo seco. Lo ideal es que ronden los 21 grados»

Jacobo García Queiruga

Docente e investigador de la Universidad de Santiago de Compostela

Si sospechamos que padecemos de ojo seco, debemos evitar echarnos todo tipo de mejunjes sin consultar antes con un experto. «Los ópticos solemos ser los primeros a los que la gente recurre», admite García Queiruga. Sin embargo, lo ideal es acudir a un oftalmólogo para que estudie el ojo y nos recomiende cómo actuar. Porque tener síntomas de sequedad ocular tampoco significa que suframos la dolencia. «La guía elaborada por la Tear Film & Ocular Surface Society deja claro que, además de manifestar síntomas, los pacientes deben presentar signos de daño en la superficie ocular. Es el profesional de la visión quien debe determinar si existe ese daño y qué medidas tienen que tomarse».

Lo que sí debemos hacer en todo caso es extremar la higiene ocular. Y dentro de ella, hacer un buen desmaquillado, sobre todo si nos gusta pintarnos la raya del ojo. «Esos lápices están formulados de tal manera que si no los retiramos pueden obstruir la zona donde están las glándulas de meibomio, que son las que producen la grasa».

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