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Óscar B. de Otálora
Jueves, 28 de marzo 2024, 00:06
Perder peso es una de las obsesiones del primer mundo, en el que gran parte de la población está a dieta o va a estarlo tarde a temprano. Sin embargo, las posibilidades de fracaso son superiores a las de éxito en este terreno. Según un ... estudio publicado por el Journal of Health, Population and Nutrition, las causas de la frustración son tan amplias y variadas que en la actualidad es imposible valorar, de una forma genérica, por qué la gente no adelgaza.
El análisis fue realizado por el Instituto de Nutrición y Ciencia del Deporte de Maharastra a partir de más de 400 artículos médicos. Su punto de partida es que aunque la gente hace dieta, las pérdidas de grasa se estancan o se revierten en el 85% de los casos. Solo el 20% de las personas con sobrepeso logra controlar su volumen a largo plazo.
La conclusión de los expertos es que hay tantos factores que afectan a la obesidad que centrarse en uno de ellos puede conducir al fracaso, por lo que la única forma de mantener una reducción efectiva tiene más que ver con el estilo de vida que solo con dietas o deporte. Al revisar todos los fenómenos que afectan a la obesidad, algunos de los argumentos que manejan son de sentido común.
En los lugares con temperaturas extremas y lluvias constantes se produce una reducción de la actividad física, con lo que perder peso es más complicado. El alcohol, a su vez, aunque sea una ingesta mínima, pueden desequilibrar cualquier dieta por múltiples factores. Asimismo, destacan que rara vez se tienen en cuenta factores que son claves como los hábitos de sueño o los horarios de las comidas. A continuación resumimos algunos de los puntos tratados en el estudio.
El informe cree que hay cuestiones genéticas que deben ser tenidas en cuenta en cada persona. Para ello, ponen el ejemplo del denominado 'fenotipo ahorrador' frente al 'despilfarrador'. El segundo tiende a eliminar de una forma natural los excesos en la ingestión para lo que activa la denominada respuesta termogénica, es decir, elimina el exceso de energía en forma de calor, en vez de almacenarla como grasa corporal. El primero, el 'ahorrador', procede en casos de fetos desarrollados en situaciones de malnutrición y tienden a almacenar la grasa en previsión de escasez de alimentos. Por lo tanto, tendrá más problemas para adelgazar.
El estudio también tiene en cuenta las condiciones antropométricas, es decir, las dimensiones de cada ser humano. En este sentido destaca que las personas más altas o con más masa muscular tienen un metabolismo más elevado, lo que puede facilitar la pérdida de peso. En comparación, a las personas más bajas les puede costar más perder peso.
La capacidad de mantener una dieta es clave para predecir la pérdida de peso, pero no es suficiente a la hora de estimar cómo se comportará el cuerpo. Un informe sobre mujeres premenopáusicas reveló que en el grupo de personas más disciplinadas en la restricción en la alimentación, en dos años recuperó el 50% del peso perdido. Quienes peor habían seguido la dieta, recuperaron el 96,8%.
Según el estudio, un problema de las dietas son las condiciones subjetivas, es decir, cómo cada persona enfoca un esfuerzo de ese tipo. Así se dan casos de personas con un conocimiento insuficiente sobre la alimentación o que ignoran cómo llevar a cabo las recomendaciones dietéticas. También hay otras condiciones personales que afectan a las dieta como el estrés, las expectativas poco realistas, las dificultades económicas para pagar alimentos saludables o la escasa motivación.
Los expertos destacan que las percepciones personales también influyen en la pérdida de peso. «Quienes se sienten juzgados por los responsables de la salud en la atención primaria a causa de su obesidad logran una menor pérdida de peso, en comparación con quienes no perciben ese juicio», señalan. Desde un punto de vista más objetivo, el estudio se refiere también a costumbres cotidianas. Por ejemplo, citan otro estudio según el cual, en un grupo de personas que hacían dieta, aquellas que durmieron 8,5 horas diarias perdieron más peso que quienes solo descansaban 5,5 horas. Este coletivo, además, perdió más masa muscular. Por ello defienden que cualquier proceso de pérdida de peso tenga en cuenta las horas de sueño.
Y en ese mismo terreno destacan los ritmos circadianos, es decir, los marcados por el día y la noche, la luz solar y su ausencia. Citan un trabajo realizado con mujeres en el que el grupo que tomó más calorías en el desayuno que en la cena perdió más peso –hasta 5,1 kilos– que otro colectivo que siguió un patrón de alimentación opuesto.
A la hora de mostrar la complejidad de factores que afectan a la dieta llegan a recoger otros estudios sobre los envases y otros objetos del día a día. Uno de los datos que recogen es que productos como bisfenol-A o el nonilfenol –que se utilizan en la elaboración de plásticos– pueden interferir en la pérdida de peso ya que favorecen la creación de adipocitos –depósitos de grasa– e interfieren en las hormonas del hambre y la saciedad, lo que desencadena la resistencia a la insulina.
En su conclusión, el informe insiste en que no hay soluciones mágicas ni causas únicas a la hora de establecer por qué a unas personas les cuesta perder peso más que a otras. La única certeza es que un estilo de vida saludable es la única propuesta de éxito.
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