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Solange Vázquez
Miércoles, 31 de enero 2024, 00:27
La inteligencia nos preocupa mucho. Esta afirmación puede sonar rara, sí. Pero es que es verdad. Para el poco uso que a veces hacemos de ella (y perdón por la 'semibroma'), el interés por los libros, artículos y vídeos donde se dan consejos para potenciar ... esta capacidad se ha disparado... y también las dudas sobre si esto es posible o si la inteligencia artificial acabará 'ganando' la batalla a la humana. Y, entre todos los interrogantes sobre el tema, hay uno muy recurrente: ¿somos más listos o menos listos que las generaciones precedentes? Qué buen tema para sacarlo en una comida familiar con abuelos, padres y nietos.
Según explica David Bueno, doctor en Biología, especialista en Neuroeducación y autor de 'Educa tu cerebro' (ed. Grijalbo), hay estudios que han constatado que la inteligencia no es una característica inmutable en la especie humana. James Robert Flynn, psicólogo y filósofo estadounidense, estudió si se habían producido cambios en el cociente intelectual (CI) –calculado de forma numérica con los llamados tests de inteligencia– durante los dos primeros tercios del siglo XX. Para ello tomó como referencia datos estandarizados de diversas poblaciones europeas, norteamericanas y asiáticas. ¿El resultado? Quizá el esperado... En las primeras décadas del siglo, el CI había aumentado de media tres o cuatro puntos por década en todas las poblaciones analizadas. A aquella escalada se la llamó 'efecto Flynn'.
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Era algo muy optimista... «En no muchos años habíamos mejorado por factores ambientales, ya que los genéticos necesitan de muchas generaciones para extenderse a toda la población». Según indica Bueno, las mejoras en la alimentación y en la educación estarían detrás de aquella subida en el CI, que, entonces, debería haber continuado... ¿no? Pues no.
Recientemente, dos economistas noruegos, Brent Bratberg y Ole Rogeberg, han publicado un trabajo en una prestigiosa revista científica donde señalan que el 'efecto Flynn' «había empezado a retroceder y, literalmente, se había invertido» desde 1990 hasta 2015 (a saber cómo está ahora). Es decir, cada nueva generación era un poco menos inteligente que la anterior. Según las puntuaciones numéricas del CI (para el que usaron la misma metodología que Flynn), se perdían unos siete puntos de CI por década. Los investigadores noruegos bautizaron este fenómeno como 'efecto Flynn inverso' y lo atribuyeron al empeoramiento de la alimentación (más grasas trans y más azúcares refinados en la dieta) y al deterioro de la educación, dos cuestiones que son discutibles. El caso es que, al hacerse público el estudio, la prensa se llenó de titulares del tipo 'cada vez somos más tontos'.
«No es que seamos cada vez ni más listos ni más tontos», refuta Bueno. Ocurre simplemente que Flynn usó los tests tradicionales (diseñados para una época en la que la educación era memorística) y los investigadores noruegos los aplicaron a sujetos con otro tipo de educación (competencial, que valora la aplicación de los conocimientos y las aptitudes, que es hacia lo que vamos). Y, como estamos a medio camino, los resultados no son muy fiables.
Es decir, el sistema de valoración quizá tendría que cambiar. «Pongo un ejemplo. Imaginemos que nos miden la inteligencia haciéndonos pruebas diseñadas para una persona del Paleolítico... ¡Nos saldría a todos un resultado garrafal! Y viceversa». Así que, según David Bueno, estamos en muy mala época para cuantificar la inteligencia: la sociedad ha cambiado espectacularmente en una franja de tiempo muy corta (quizá no se ha dado en la historia un periodo de tanta variación en un plazo tan corto) y las herramientas para 'medir' la inteligencia están en revisión.
Entonces, esos tests que ahora se hacen –sobre todo a los niños, para detectar sus supuestas altas capacidades– ¿son o no son válidos para cuantificar su capacidad intelectual? «Los modelos estándar te dan información sobre la inteligencia, pero es limitada, incompleta.No suelen tener en cuenta la reflexión interpersonal o intrapersonal, la reflexión... Y luego hay que ver cómo se interpretan esos datos que ofrecen los tests. A veces no se hace bien», apunta.
El experto recuerda que el CI puede cambiar a lo largo de la vida, no es inamovible. David Bueno también responde en su libro a la duda que muchos tenemos sobre si, con los años, ganamos o perdemos inteligencia...
Si hiciésemos el mismo test... de niños y de mayores, «seguramente nos saldrá una mejor puntuación de adultos». ¿La razón? Estaríamos menos estresados y tendríamos más experiencias para realizar asociaciones.
La infancia y la adolescencia. Son los periodos de la vida donde la plasticidad del cerebro (la posibilidad de cambiar y crear estructuras neuronales) es más acusada. Aprendemos con más facilidad. Esta cualidad se va rebajando (no se pierde, salvo en casos de enfermedad) pero se compensa con la experiencia.
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