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A nadie vamos a sorprender a estas alturas si decimos que sexo es bueno para la salud, aunque esto pueda preocupar a los que están en dique seco. Sus efectos, como el bienestar y la relajación, son de sobra conocidos. Pero van mucho más allá..., ... sobre todo, si se practica con cierta constancia. ¿Cuál es la frecuencia óptima para que nuestra salud rentabilice esta actividad tan lúdica?
Lo primero que dicen los sexólogos es que la frecuencia ideal –así, en abstracto– no existe. Es la que hace sentir bien y sin carencias a una pareja. Pero la ciencia, con su necesidad de precisión matemática, se ha esforzado por determinar cuál es. Investigadores de la universidad de Toronto Mississauga (Canadá) concluyeron que a más encuentros sexuales, más mejoras físicas y psicológicas..., pero, ojo, con un límite: con un encuentro sexual a la semana basta (el resto es diversión). A partir de ahí –es decir, si tenemos dos, tres, cuatro relaciones semanales– ya no se aprecia un aumento de efectos positivos.
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Pero, cuidado, que la comunidad científica tiene tendencia al debate y hay otros estudios que consideran que la frecuencia ideal es de una relación cada 48 horas. Así lo explicaron estudiosos de la Universidad Estatal de Florida y de la Universidad de California, quienes centraron sus investigaciones en un grupo de más de 200 recién casados para comprobar que las bondades del sexo tras tener relaciones duraban unos dos días, luego decaían.
«Existe mucha evidencia sobre los beneficios físicos y psicológicos que reporta el sexo», indica Joaquín Mateu Mollá, doctor en Psicología Clínica de la Universidad Internacional de Valencia, en un artículo publicado en 'The Conversation'. Pero siempre y cuando cuando «se practique con la frecuencia que consideramos deseable». Estos son los beneficios para los más 'constantes'.
«Al practicar sexo, el cerebro produce endorfinas; unas sustancias que generan excitación, satisfacción y bienestar. También están implicadas en la euforia y en la calma que precede y que sucede al orgasmo», indica el experto, quien matiza que el sexo «no es un antidepresivo», pero potencia las emociones agradables. Y también 'vale' como analgésico. En las mujeres,⦁la liberación hormonal disminuye la patología obstétrica, previene la endometriosis, regula el ciclo menstrual y facilita la fertilidad.
Para alcanzar el clímax, el cerebro tiene que 'desactivar' sus zonas 'prudentes' –las que tenemos siempre 'on' ante el temor o las preocupaciones– para que el centro del placer (núcleo accumbens) tome el control. Y esta 'desconexión' es muy saludable. Además, tras el sexo se liberan oxitocina y endorfinas, opiáceos naturales; todo ello favorece la relajación, es sedante y regula el sueño. Según Molla, el sexo puede ayudarnos a reducir el estrés «asociado a la sobrecarga cotidiana», ya que el cortisol que generamos cuando estamos superados se rebaja al mantener relaciones. «Las parejas más satisfechas tienden a buscar relaciones sexuales en los días posteriores a una jornada estresante», apunta.
El sexo nos hace más resistentes ante patologías infecciosas, «incluso existen estudios que sugieren que mantener relaciones íntimas tres veces al mes puede protegernos del coronavirus», señala Molla. Aumenta la producción de anticuerpos, hematíes, leucocitos y los valores de la inmunoglobulina A. Es un antihistamínico natural.
«Los juegos eróticos en pareja incrementan la presión sistólica y diastólica», añade el experto. Disminuyen las plaquetas y el aumento de endorfinas relaja las paredes arteriales. Es como si hiciésemos cardio en el gimnasio, ya que aumenta el ritmo cardiaco como si realizásemos una actividad física de potencia baja o moderada. Sube las pulsaciones –hasta alcanzar 160 por minuto, aunque lo más habitual es de 100 a 130–, pero no solo por el esfuerzo, también por el orgasmo (que, aunque estés quieto, acelera).
Por supuesto, un orgasmo es un orgasmo venga de donde venga. De hecho, el uso de juguetes sexuales crece inexorablemente porque a muchos (sobre todo a muchas) les ayuda a conseguirlo por su cuenta. Al menos una de cada diez mujeres no sabe lo que es llegar al clímax y tampoco conocen esta sensación algunos hombres, aunque son tan pocos que ni siquiera hay datos fiables al respecto «Encontrarse a solas con el propio cuerpo, las sensaciones, atreverse a moverlo libremente... Es salud», indica Lucía Jiménez, sexóloga de la marca de bienestar sexual Diversual.
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