Vino sin vender y una brecha mayor entre pequeñas y grandes bodegas: la nueva crisis del rioja

Tractores tirando de remolques cargados de tempranillo hasta los topes y cuadrillas con el lomo doblado entre las cepas cortando (chas-chas-chas) uva de forma frenética. Así debería ser estos días el paisaje en estas 66.798 hectáreas de viñedo que se extienden a lo largo de 100 kilómetros de 144 municipios de Euskadi, La Rioja y Navarra. Pero las copiosas lluvias de la semana pasada, según informa El Correo, han retrasado la vendimia en la mayor parte de Rioja, donde bodegueros y viticultores, siempre pendientes del cielo, aguardan expectantes a que en los despachos de la sede del Consejo Regulador escampe un histórico temporal provocado por la salida de la organización que representa a más de 200 pequeñas bodegas familiares que, unido a un inaudito excedente de vino, ha generado una tormenta perfecta hasta dejar las viñas cargadas de racimos de tensión e incertidumbre.

Con bodegas de relumbrón de los mejores arquitectos del mundo, grandes vinos premiados que seducen a los Parker y a los Atkin de turno, con más de 251 millones de litros vendidos al año -de ellos, 102 en el cada vez más complejo mercado internacional- y con una borrachera de turistas que se internan encantados de la vida en viñedos de pueblos en los que no hace ni cincuenta años se trabajaba la tierra con burro y arado. La de la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja es una historia de incuestionable éxito colectivo sudado a tinto que, por ejemplo, ha convertido a Rioja Alavesa en la comarca con el PIB per cápita más alto de Euskadi, con 65.495 euros, casi el doble de la media vasca. Y a pesar de todo cada vez más voces reniegan del 'modelo Rioja'.

El malestar por la gestión del Consejo Regulador, por las condiciones que impone y su forma de ejercer el poder se limitaba hasta no hace tanto a las conversaciones encendidas pero en 'sotto voce' entre viticultores y pequeños bodegueros acodados en las barras de Haro y Laguardia. De ahí en los últimos tiempos se ha pasado a las críticas públicas y publicadas, más o menos veladas, que derivaron la semana pasada en un sonoro golpe en la mesa y un portazo en toda regla. La asociación de Bodegas Familiares de Rioja, que representa a 216 pequeñas bodegas de las 742 de la Denominación, anunció que abandonaba un Consejo Regulador que, a su juicio, «actúa en contra de nuestros intereses».

«Rioja está en la crisis más grande de su historia, hemos pasado otras pero no como esta. Es la primera vez que se ha tenido que llegar a destilar y y se van a quedar viñas sin vendimiar porque sobran más de 150 millones de litros. A esto nos ha llevado una política productivista generada por una serie de operadores cuyo objetivo ha sido comprar uva barata», critica, contundente, Juan Carlos Sancha, vicepresidente de Bodegas Familiares. Las bodegas que representa seguirán bajo el paraguas de Rioja y continuarán elaborando sus vinos bajo esa etiqueta que reivindican y defienden. Su marcha es, sobre todo, simbólica. Pero no anecdótica.

Importantes bodegueros a un lado y al otro del Ebro ajenos a este colectivo coinciden en que sería un error mayúsculo restar importancia a este movimiento, que ha generado la primera grieta de calado en Rioja y en el que aprecian una señal inequívoca de que «el modelo de la Denominación tal y como la conocemos está superado; si no somos capaces de adaptarnos y encajar los intereses de los grandes productores con los pequeños, estamos sentenciados», sostiene un reputado bodeguero del Barrio de la Estación de Haro.

«Estas polémicas solo hacen daño a nuestra imagen y a nuestro negocio», lamenta por su parte Begoña Jiménez, coordinadora de la Asociación de Bodegas por la Calidad, que admite que «es innegable y todos reconocemos que hay muchas cosas que se pueden y que es necesario mejorar», concede. Como ella, hasta los defensores más acérrimos de Rioja reconocen la necesidad imperiosa de realizar «ajustes profundos» en el seno de un órgano gestor enfocado hacia un modelo en el que la tierra y el negocio están cada vez más en manos de unos pocos grandes grupos.

Se calcula que 20 bodegas producen más del 75% de todo el vino de Rioja y, según las últimas cifras publicadas por el Consejo Regulador, cuatro grandes -grandísimas- enseñas, con capacidad de despachar más de 10 millones de litros anuales, concentran el 26% de las ventas totales. Ese poderío se convierte en poder en el Pleno del Consejo Regulador, un órgano de decisión de estructura compleja y montado bajo un delicado juego de equilibrios con 32 vocales y 200 votos. Así se reparten.

Cooperativas y asociaciones agrarias de las tres comunidades autónomas ostentan 16 vocales y 100 votos, repartidos de forma equitativa en función de la superficie de viñedo que aportan. Los otros 16 representantes y cien votos restantes se reparten entre cinco asociaciones de bodegas (cuatro, tras la salida de Bodegas Familiares), con una distribución muy desigual pero también proporcional al volumen de negocio que aportan y en el que el Grupo Rioja, que aglutina los grandes productores, ostenta 76 votos, que pasarán a ser 85 tras 'absorber' 7 de los 8 votos con los que contaba Bodegas Familiares. Más poder todavía.

Precisamente ese enorme peso de las más grandes, con una indudable capacidad de influencia y de decisión sobre cada aspecto, cada paso, cada norma, que se adopta en el Consejo es muy criticado por las más pequeñas, que acusan abiertamente al Grupo Rioja de imponer su criterio. Su director general, Íñigo Torres, rechaza esta percepción. «Las decisiones se toman con un apoyo mínimo del 75%, lo que hace que todos los acuerdos tengan un altísimo grado de consenso porque es necesario contar con el voto favorable de una mayoría muy cualificada. Esto es algo que no existe en ningún otro organismo», sostiene.

Con todo, Torres reconoce que «obviamente, es necesario el apoyo de una organización como Grupo Rioja, que representa el 78% del sector comercial». «De otra forma nos tendríamos que preguntar si resulta lógico que el sector tome decisiones con el voto contrario del 78% del valor de comercialización de la Denominación», abunda y recuerda que recuerda que el de Rioja «ha sido un modelo de éxito» al tiempo que reconoce que «el sector del vino es muy competitivo y cambiante, especialmente en los últimos años, y se hace necesaria su evolución». «Estos cambios pasan por un mayor protagonismo de los vinos de terruño y una actualización de las menciones tradicionales», abunda. Todo parece indicar que, sí, que algo se está empezando a agitar en el centro de poder de Rioja.

«Lo que se está evidenciando estos días, lo que ha ocurrido con Bodegas Familiares es una muestra de que el malestar de las bodegas pequeñas es real y general y no responde a una deriva política como se ha venido insistiendo de forma continua», sostiene por su parte Itxaso Compañón, presidenta de ABRA. Esta asociación es la impulsora de Viñedos de Álava, el otro gran quebradero de cabeza del Consejo Regulador. A diferencia de Bodegas Familiares, este movimiento sí busca romper y operar al margen de Rioja con una nueva Denominación de Origen propia de Rioja Alavesa, a la que el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco le tiene prohibido vender vino en España.

Sin embargo, esta visión del asunto como una batalla de David contra Goliat, del pequeño bodeguero romántico versus los grandes fondos de inversión sin alma, resulta algo incompleta a la hora de analizar lo que está ocurriendo en Rioja, donde se pierden viticultores año tras año, el relevo generacional está en grave peligro y muchos alertan del riesgo de que Rioja que se pierda su identidad. Y todo en un año en el que se acumulan excedentes inauditos que han obligado a tomar la difícil decisión de tirar uva y a destilar por primera vez en la historia de Rioja, donde desde 1985 se han sumado 28.000 hectáreas de viñedo, con un aumento del 75%, aunque desde 2016 el Consejo Regulador no ha autorizado a plantar nueva vid. Ante este panorama, muchos ya miran con escalofríos lo que ocurre en Burdeos, donde se ha tomado la drástica solución de empezar a arrancar viñas. Ya se ha solicitado la autorización para eliminar más de 9.000 hectáreas.

Y entre tanto, cada vez más empresarios del sector ponen el dedo en la llaga sobre un tema hasta hace poco tabú: las políticas de comerciales, muy agresivas, de algunas bodegas que venden sus vinos en grandes superficies a muy bajo precio. «Vender en el 'súper' un reserva de Rioja a cuatro euros como hace alguna gran marca solo confunde al consumidor y nos devalúa a todos», critica un bodeguero de Villabuena. Según un reciente informe de la consultora NielsenIQ, de julio, el vino más consumido en las barras de España ya no es de Rioja. Ribera del Duero ha logrado una cuota del 28,6% frente al 28,5%. En el sector esa ligerísima pero histórica ventaja preocupa. Mucho. Otra gota más que colma la copa de preocupaciones en Rioja.

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