Edelia García | Agricultora de secano en Villasayas (Soria)
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Edelia García | Agricultora de secano en Villasayas (Soria)
Es toda una pionera. Fue la primera mujer de Castilla y León a la que se le reconoció el derecho de cotizar como agricultora y tener su propia explotación, independiente a la de su marido. Para ello, tuvo que acudir a los tribunales y allí demostrar que trabajaba en el campo de la misma manera que un hombre. Edelia García tiene una explotación de secano en la pequeña localidad soriana de Villasayas. Ya vislumbra su jubilación, le queda poco más de un año, tras cuatro décadas trabajando en el campo, «una dedicación que me encanta, me hace feliz y es una forma de vida». Ha compatibilizado esa labor con su lucha para que se reconozca el papel de la mujer en el mundo agrario, algo en lo que, estima, todavía queda mucho por hacer, ya que «no se ha avanzado tanto como parece».
Recuerda sus comienzos en los años 80, cuando se casó y dejó Almazán para trasladarse a ese pequeño municipio. «Fue algo atípico porque nos vinimos ocho matrimonios jóvenes a vivir aquí. Fue un boom porque se volvió a abrir la escuela, se llenó el pueblo de vida, llegó a haber quince niños en un pueblo con menos de cien habitantes», rememora. En esta línea, opina que desde esos tiempos «se tenía que haber facilitado a la mujer el asentamiento en el medio rural, se podía haber hecho mucho más por la mujer rural».
Con su carácter inquieto e independiente, tras años trabajando en el campo y con el nacimiento de la Consejería de Igualdad de Oportunidades, Edelia intentó tener su propia explotación «porque trabajaba el campo, manejaba la maquinaria, quería cotizar para el día de mañana». Dicho y hecho. Comenzó a mover sus papeles, a buscar fórmulas para conseguirlo, pero se encontró con un muro administrativo. «Me decían que como mi marido era agricultor, yo también era agricultora. Algo que me indignó y tuve el repente de saltarle a una persona que si por el hecho de él ser abogado, su mujer también lo era», recuerda.
Al echar la vista atrás confiesa que fue un camino difícil, pero finalmente consiguió su reto. «Si una mujer se quería hacer agricultora, nos ponían todas las trabas del mundo, había que demostrarlo. Siempre he hecho mi trabajo, no se me ha puesto nada por delante, porque me ha gustado... Inicié un juicio para tener las mismas oportunidades y terminé ganando».
A partir de ahí, narra que montó su propia explotación, independiente a la de su marido y todavía le rechina cada vez que escucha que en el campo la mujer es colaboradora. «Si lo quiere ser, estupendo, pero que no le quiten la posibilidad de tener su propia explotación. Me enfado mucho. ¡No me gusta! El que quiera que lo tenga así, pero si quieres tu propio proyecto, sabes y estás preparada: ¿Por qué no?», expresa. En cualquier caso, esta agricultora asume que no todas las que han luchado por ello, lo han logrado.
A sus 63 años, se encuentra feliz de la decisión de apostar por el campo. «No me muevo de aquí, hay muchas carencias, muchas necesidades, es verdad, pero no lo cambio por nada».
Se irá de la agricultura tranquila porque el relevo está garantizado, ya que su hijo pequeño ha decidido coger el testigo y apostar por la vida en el campo, algo que para Edelia supone un orgullo que ni puede, ni quiere esconder. Sobre las nuevas generaciones que se incorporan a la agricultura pide que se apueste por los jóvenes que «son el futuro, si no hay materia prima, la humanidad no vive, en eso habría que pensar, nos lo tendríamos que pensar todos».
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