Los problemas de salud mental y la vulnerabilidad económica se ceban con las mujeres cuidadoras

Tres de cada diez mujeres mayores cuidadoras que sufren una enfermedad crónica califican su estado de salud como «malo» o «muy malo» frente al 20% de las no cuidadoras y al 17% de los hombres en su misma situación. Además, el 62% sufre estrés, el 45% refiere una pérdida de control sobre su vida y el 40% tiene sentimientos de culpa, según un informe de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid.

El 35% de las cuidadoras reporta una sobrecarga de los cuidados muy alta, entre los cuidados personales propios, que ocupan el 60% de su tiempo (lavarse, vestirse o alimentarse), y el otro 40% lo dedican a las tareas domésticas. Mientras, los hombres solo emplean tres horas al día en tareas de cuidado o autocuidado.

«La cronicidad junto con el rol de cuidados y la condición de mujeres (por las desigualdades en los roles de género) generan una severa limitación del tiempo para sí mismas, lo que pone de manifiesto la necesidad de implementar medidas de apoyo para aliviar este esfuerzo y para su salud, cuidando a las cuidadoras», subraya el estudio 'Impacto de la enfermedad crónica en mujeres mayores cuidadoras'.

Las mujeres cuidadoras tienen un acceso limitado a prestaciones económicas, entre otras razones, por los prolongados tiempos de espera para recibir las ayudas de la ley de la Dependencia, lo que agrava su vulnerabilidad, y también tienen una menor adherencia a tratamientos médicos, ya que no priorizan su propia salud. Solo el 40% de ellas califica su satisfacción con la vida como «alta» o «muy alta», en comparación al 52% de los hombres. Además, la mayor parte de las cuidadores aseguran haber padecido algún problema de carácter psicológico, como cansancio o fatiga, problemas de sueño, apatía, tristeza, malestar psicológico o ansiedad, debido a su enfermedad.

Para tratar de solucionar estos problemas, los autores del informe realizan varias propuestas: incorporar políticas de género en el diseño de los servicios sanitarios y sociales; incrementar el acceso a servicios profesionales de apoyo domiciliario; desarrollar programas de respiro específicos para cuidadoras mayores o implementar sistemas de evaluación periódica del estado de salud física y mental de las cuidadoras.

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