Comienza en el Vaticano la cumbre de cardenales que marcará el futuro de la Iglesia

La cumbre cardenalicia, que concluye este martes con una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano, ofrece a los purpurados una ocasión única para que preparen el terreno de cara al momento en el que les toque elegir a un nuevo Papa. Jorge Mario Bergoglio, que cumplirá 86 años en diciembre, ha asegurado que «por el momento» no tiene intención de renunciar al pontificado, pero se han sucedido los hechos que propician las especulaciones sobre su hipotética marcha. A la insólita cumbre de estos días se une el consistorio del pasado sábado, el primero que se recuerda en agosto, y la visita que realizó el domingo a L'Aquila para rezar frente a la tumba de Celestino V, el Papa que pasó a la historia por abandonar el solio pontificio en 1.294.

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El paraguayo Adalberto Martínez Flores, uno de los 20 nuevos purpurados creados por Francisco en el consistorio, reconoció a la salida de la primera ronda de reuniones que la cumbre cardenalicia puede ser interpretada «como un precónclave», mostrando eso sí su deseo «de que tengamos mucho tiempo al Papa». Los participantes se reunieron en grupos lingüísticos en los que analizaron la reforma de la Curia puesta en marcha con 'Praedicate Evangelium' y también aprovecharon «para presentarnos y conocernos», dijo Martínez Flores. El hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y coordinador del Consejo de Cardenales, el grupo de purpurados que asesoran a Francisco en la reforma y el gobierno de la Iglesia, destacó por su parte que la constitución apostólica «no es solo un texto canónico», por lo que en esta primera ronda de reuniones se debatió sobre la importancia de que «ese nuevo espíritu se lleve hasta las curias diocesanas».

También formó parte de uno de los dos grupos de trabajo de lengua española el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal de nuestro país, que aseguró que hubo «mucha sintonía» en las intervenciones de los purpurados respecto a «la línea del Papa». Aunque tachó de «cosas de periodistas» las interpretaciones de la cumbre como si fuera un precónclave, Omella reconoció que la cita de estos días resulta muy útil para «estrechar lazos entre Iglesias que son lejanas, pero que nos necesitamos para aportar reflexión, ayuda económica y de personal».