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María del Carmen Igea, y el párroco de Villares y vicario de Pastoral, Andrés González Buenadicha, en la iglesia de Villares. J. M. García

Celebrantes de la palabra, el paso al frente de los laicos para mantener vivas las parroquias rurales

Alrededor de 60 personas llevan los domingos la palabra de Dios y la comunión a decenas de pueblos donde no llegan ya los sacerdotes con la formación de la Diócesis de Salamanca

Isidro Serrano

Salamanca

Sábado, 13 de julio 2024, 09:58

Salamanca cuenta con algo más de 400 parroquias, 375 de ellas rurales. Un número que en la realidad actual que vive la Iglesia, con una profunda crisis de vocaciones, cada vez con menos sacerdotes y de mayor edad, hace que sea imposible atender todas las necesidades de los feligreses de la localidades más pequeñas y apartadas.

Para intentar solucionar este problema, la Diócesis de Salamanca optó por potenciar una iniciativa, que comenzó antes de la pandemia, pero que quedó frenada por la crisis del coronavirus, como eran los celebrantes de la palabra laicos. Así el pasado año organizó un curso, que volverá a repetirse dentro de unos meses, en el que participaron aproximadamente unas 60 personas, un tercio de ellas mujeres, y con una media de edad de unos 65 años.

«Para la Diócesis de Salamanca ha sido una bendición poder contar con la ilusión y las capacidades de este grupo de personas, que nos han permitido llevar la palabra de Dios y la comunión a los pueblos más pequeños, a los que no podían llegar ya los sacerdotes», asegura Andrés González Buenadicha, vicario de pastoral en la Diócesis salmantina.

Este sacerdote, que además es el párroco de Villares de la Reina, asegura que «la realidad es la que es. Lo que antes hacían cinco sacerdotes, ahora lo hace solo uno, y no se puede llegar a todo. Yo llevo 13 parroquias y hay sacerdotes que llevan más, no es posible atender a todo». Por ello, señala Andrés González «ha sido muy importante que los laicos vinculados a la iglesia hayan dado un paso adelante muy valiente, ratificando su compromiso con la Iglesia, que nos ha permitido no dejar abandonados a muchos feligreses de muchos pueblos».

Personas ya vinculadas a las parroquias

La mayoría de estos celebrantes de la palabra son personas que estaban ya muy integradas en sus parroquias y que cuando el obispo lanzó este curso para que pudieran llevar a cabo celebraciones de la palabra dieron ese paso. «Yo creo que es también una manera en la que nuestra diócesis tiende a convertirse en una iglesia más bautismal, donde los laicos se incorporen a las tareas y responsabilidades de sus comunidades» destacó el vicario de Pastoral. Según él , «caminamos hacía una misión más compartida con responsabilidad de los laicos en las tareas de la iglesia para poder llegar a todos los rincones de la Diócesis y poder difundir el evangelio y la buena noticia de Jesús».

Actualmente hay laicos que celebran la palabra en la zona de la Sierra, en la Armuña, en la zona de Vitigudino, por Alba de Tormes y también en Peñaranda. Este es un camino intermedio, porque en el horizonte está previsto ir a iglesias centrales. «Hemos hablado mucho de esto en la Diócesis. Establecer centros eucarísticos en las cabeceras de las comarcas, donde se centralice el servicio de la caridad, la catequesis…, Y estamos en ese momento en el que mientras se piensa en esa centralización, también queremos que las comunidades más pequeñas no se sientan abandonadas. El objetivo de la Iglesia nunca ha sido abandonar a las últimos, pero hay que caminar hacia aquello a lo que ya ha caminado el mundo civil con muchos servicios, como la sanidad», concreta Andrés González.

El obispo se dirige a los celebrantes en el cierre del curso de formación que se celebró en Cabrera. Diócesis de Salamanca

Respecto a la iniciativa, asegura que con el pueblo hay que hacer un acompañamiento formativo, no solo pastoral. «No puedes enviar a un celebrante a una comunidad sin haber hecho una catequesis previa, para explicarse lo que es y lo que no es. Los feligreses si entienden que es esto. Porqué el celebrante no va revestido, porqué no se sienta en la sede, porqué no hay consagración..., pero hay que explicárselo previamente. Puede que a la gente más mayor le chirríe un poco, porque tiene interiorizado un ritual y una liturgia concreta. Pero la predisposición de la gente es buena, y estoy convencido de que siendo pacientes y tomándonos en serio este camino, no se van a sentir abandonados y percibirán que la iglesia está con ellos» afirma el párroco de Villares.

En los pueblos entienden que la Iglesia vive una situación complicada, pero para ellos es importante mantener el fuego en la comunidad y entienden que se adopten medidas como la formación de laicos para que puedan ser celebrantes de la palabra y los pueblos puedan mantener la celebración dominical o llevar la comunión a los enfermos a sus casas.

La eucaristía y el precepto dominical

«Aunque lo importante es la eucaristía, porque la eucaristía hace la iglesia y la iglesia hace la eucaristía, cuando no se llega parece buena idea que la Iglesia de adapte » sentencia. Es cierto que nada tiene que ver una cosa con la otra, porque la eucaristía es un sacramento y de lo que estamos hablando es de una celebración en torno a la palabra de Dios. «Las diferencias son muchas y la gente lo sabe y entiende. Desde el lugar donde se coloca el celebrante o ministro de la palabra en el altar, como las partes de la celebración. La parte de la plegaria eucarística, desde que se reza el Credo hasta el rito de la paz y el Padre Nuestro, todo eso queda suprimido. Tampoco hay consagración…, porque no es un sacramento. Podríamos decir que es una paraliturgia en torno a la palabra de Dios» resume el vicario de Pastoral de Salamanca.

J. M. García

Además, señala que «o podemos vivir presos del precepto dominical. Lo importante es hacerle ver a la gente que la comunidad se reúne en torno al señor y su palabra. Lo del precepto dominical existía cuando debajo de cada campanario había un sacerdote, eso hoy ha desaparecido y no va a volver. Eso debe estar por encima del cumplimiento, eso lo tenemos que cambiar, el motivo no tiene que ser cumplir con el precepto dominical, tiene que ser otro. Hay que ir a misa porque tenemos necesidad de escuchar al señor. Además no siempre que se entra en una iglesia a una celebración se va a una misa, la misa, la eucaristía, es algo muy concreto».

Mujer y celebrante de la palabra

Salamancahoy ha conversado también con María del Carmen Igea Rasueros una de las celebrantes que ayuda a la Iglesia a llegar a todos los pueblos. Pertenece a la parroquia de Monterrubio de la Armuña pero celebra la palabra unas dos veces al mes en Pajares de la Laguna. «Para mí personalmente es un enriquecimiento espiritual poder aprovechar la posibilidad que nos da la Diócesis. Seguir ese camino que ha abierto el Papa Francisco para que un laico pueda servir de ayuda a un sacerdote ante la falta de religiosos, para mí ha sido un privilegio. Espiritualmente ha supuesto un crecimiento muy grande, porque ya colaboraba en otras cosas con la parroquia, pero poder ir y hablar desde el corazón sobre Jesús y tener la posibilidad de ofrecérselo a esas personas del mundo rural para que puedan seguir sintiéndose unidas a la iglesia ha sido fundamental», destaca María del Carmen, que asegura que haber tenido la oportunidad de colaborar en ello, «es un gran privilegio. Estoy muy agradecida».

Maria del Carmen Igea Rasueros. J. M. García

Esta veterana celebrante de la palabra asegura que en el curso, lo primero que hicieron fue ampliar «nuestra formación en el conocimiento de Dios y lo que supone la eucaristía. Y luego, conocer las partes que podemos trabajar en la celebración de la palabra y que significa cada uno de ellas, donde debemos colocarnos..., porque el laico no pude hacer algunos de los actos de la eucaristía, pero el estar allí, abrir el sagrario… es como si Dios te diese otra oportunidad de ser un poco mejor sirviendo a los demás. La formación ha sido primordial. Además, el sacerdote nos prepara una especie de guion cada domingo que tenemos que acudir a una localidad. Repetiré el curso, quiero seguir aprendiendo, la experiencia de estos meses ha sido maravillosa» afirma esta celebrante que recuerda que la primera vez que fue a atender a una comunidad «se me olvido rezar el Credo».

De Santa Marta a la Sierra

Lo ideal sería que el celebrante de la palabra o moderado fuese de la misma comunidad en la que participa. Que haya un grupo de celebrantes de una zona o arciprestazgo que se encargan de esas parroquias. Pero si eso no es posible, hay que dar un salto a nivel diocesano y por ejemplo en el curso se han apuntado laicos de las parroquias de la ciudad, donde de momento no hay ese problema, y que salen a las comunidades del mundo rural donde no quedan curas.

El equipo de celebrantes en la iglesia de Montemayor del Río, con algunos feligreses. Santi Casanova es el de la izquierda en la parte alta de la escalera. SH

Un ejemplo es el grupo de la parroquia de Santa Marta, que junto con el párroco salen a la Sierra de Béjar. Uno de ellos es Santi Casanova, una persona que siempre ha colaborado con la iglesia y más concretamente con los escolapios del colegio Calasanz, donde es profesor desde que llegó a Salamanca hace nueve años, e incluso llegó a vivir con una comunidad de religiosos.

El no dudó en sumarse a esta iniciativa cuando Pedro, uno de los sacerdotes de la parroquia de Santa Marta con la que el también colabora, comentó el problema de cinco pueblos de la Sierra de Béjar.

«Creamos un grupo de personas que comenzamos con la tarea en septiembre del año pasado, y ahí seguimos. Yo he estudiado Ciencias Religiosas y tengo mucha vinculación con la iglesia y cuando el sacerdote hizo esta propuesta pensé que con mi recorrido podría aportar mi granito de arena a esta iniciativa», señala.

Para él, la nueva tarea «me ha permitido entre otras cosas, descubrir la realidad de la vivencia de la fe en el mundo rural, que para mí esta siendo una novedad y una gran experiencia, con comunidades muy pequeñas en las que en las celebraciones del domingo se junta cinco o seis personas, como en Valdelageve. Hay que elogiar su perseverancia» destaca. Además, asegura que le ha posibilitado otras experiencias como llevar al comunión a personas mayores y enfermas a su propia casa, conversar con ellos…, «es algo muy bonito».

«Hemos notado mucho agradecimiento por parte de estas comunidades. Cuando empezamos fuimos todos juntos a los pueblos para que nos fueran conociendo al equipo y luego ya hicimos un calendario para repartirnos la tarea y ahí seguimos. Hay que tener en cuenta que son gente mayor con unas ideas muy arraigadas, muy tradicionales y nunca sabes como pueden reaccionar ante una situación de este tipo. Pero a pesar de no ser curas la gente nos recibió muy bien y nos hemos sentido muy apoyados» comenta Santi Casanova.

Como Andrés González también opina que en el presente, si se quiere mantener la celebración de los domingos en los pueblos, no abandonarlos, no queda otra «que los laicos demos un paso adelante y ayudar a la Diócesis. Es un acierto facilitar este tipo de celebraciones y no que todo recaiga sobre el acto sacramental». Lo normal es que estos celebrantes de la palabra vayan dos veces al mes a la localidad que tienen asignada, y según Casanova la tarea no es especialmente difícil, «pero cada uno es como es. Yo tenía ya experiencia, Pero si es cierto que la gente lo vive con mucho celo. Da mucho respeto y responsabilidad sustituir a un sacerdote».

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