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Un viaje de una hora, vertebrador del territorio, que permita descargar de tráfico de camiones la carretera y que refuerce la conexión entre dos ciudades cercanas con claras sinergias entre ellas. Si este enunciado fuera la pregunta de un test sobre el modo de transporte ideal para este escenario, la respuesta sólo sería una: el tren. Esta propuesta, totalmente vigente, acorde con los alineamientos energéticos, economómicos y ambientales del momento, es el clavo ardiendo al que muchas ciudades se agarran para reclamar la reapertura de la Ruta de la Plata, ese tren que desapareció antes de tiempo hace 40 años dejando a Zamora y Salamanca sin una conexión que hoy Europa estaría dispuesta a financiar, y que así se contempla, aunque relegada a 2050.
Este lejano escenario temporal es el motivo de las manifestaciones que se celebran desde hace semanas y que este sábado han tenido su cita en Zamora. El objetivo es protestar contra la decisión de posponer el plan para reactivar la conexión ferroviaria de la Ruta de la Plata, prevista en la red transeuropea de transportes, pero que se ha postergado al último nivel de prioridad. Sus defensores creen que era el momento de adelantarla, al menos, al año 2040, pero el nuevo reglamento lo impide por ahora. El único escenario es empezar a cambiarlo en cuanto la Comisión Europea tenga nuevo gobierno.
La línea
Mientras llega el momento de reactivarla, las antiguas vías de la Ruta de la Plata siguen ahí. Su origen se remonta a finales del siglo XIX. Abrió en 1896 y se mantuvo activa casi un siglo.
El Salamanca-Zamora pertenece al tramo Palzuelo-Astorga, el que se clausuró en 1985, perteneciente a un recorrido completo de norte a sur por el oeste. Buena parte del trazado conserva todavía hoy el tendido de vía, de algo más de 66 kilómetros de longitud entre Zamora y Salamanca. El trayecto contaba con nueve estaciones, incluyendo origen y destino, ambas ya cambiadas por el paso de los años.
Entre medias se conservan varias, no todas, incluso alguna está habitada. También hay tramos en los que se ha levantado el carril, el último y reciente, en Villares de la Reina, próximo a Salamanca. Lo mismo que se ha hecho en el trazado al sur de la capital salmantina, donde lleva años convirtiéndose en vía verde para el turismo peatonal.
Donde se conserva, la infraestructura está como quedó al cierre de la línea. El último viaje de pasajeros fue el 31 de diciembre de 1984 entre Salamanca y Zamora; se mantuvo abierta hasta el primer día de 1995 para transporte de mercancías. Sin embargo, para entonces ya sufría problemas por la falta de inversión y mantenimiento. La última actuación importante se hizo en los años '30 y buena parte de la infraestructura tiene ahora casi cien años. Fue uno de los motivos de su declive.
Uno de sus puntos más destacados se encuentra casi a medio camino entre ambas ciudades, en la localidad de El Cubo de Tierra del Vino. Allí se levantó una de las estaciones más grandes que atendía una extensa playa de vías y su regulación.
Sobre el terreno se pueden ver las agujas, la caseta del guardavías, almacenes y la estación, además de desvencijadas cajas de lo que fueron los sistemas de señales y comando de la circulación. Todo está invadido por la vegetación.
La línea está interrumpida también en su punto de origen y destino. En Zamora se desmontó el paso elevado que hacía para entrar a la capital del Duero y en Salamanca la vía ha quedado en desuso.
Los viajes
En cuanto a los viajes, fueron evolucionando a lo largo de los años. Los últimos se produjeron a finales de 1984. Según explica la Asociación Ferroviaria Zamorana, el tramo entre Zamora y Salamanca contaba con un servicio diario de trenes entre las dos capitales atendido con automotores diésel 591 (popularmente denomimados ferrobuses) y un tren de larga distancia (Gijón-Sevilla) servido por los automotores serie 597, los conocidos como TER.
Se sabe fehacientemente que este tren de largo recorrido tenía una alta ocupación. Por contra, los servicios prestados por los ferrobuses tenían una escasa ocupación, utilizándose esta circunstancia como principal pretexto para los que justificaron el cierre de la línea.
Estos ferrobuses tardaban hora y media entre ambas ciudades. Además, sufrían ya entonces problemas que todavía hoy son el lastre de las conexiones ferroviarias salmantinas. Los horarios y relaciones por ferrocarril eran escasos y poco adecuados a la demanda; el material, poco eficiente y confortable para los viajeros; el tiempo de viaje, prácticamente de 90 minutos, palidecía frente a los 60 minutos que empleaban los autobuses de la concesionaria Zamora a Salamanca. El precio, además, era ligeramente superior al del trayecto en autobús.
Sin embargo, no en todos los casos era así. El trayecto Gijó-Sevilla con paradas en Zamora y Salamanca tardaba cerca de una hora entre ambas ciudades en el TER según horarios de la época consultados. Este tren de largo recorrido circuló completo siempre hasta el último día de servicio el 31 de diciembre de 1984 y había que reservar billete con mucha antelación.
Sin embargo, los deficientes servicios prestados por los ferrobuses fueron el motivo central del cierre, decretado a lo largo de 1984 por el Gobierno para numerosos tramos ferroviarios de la red española que arrastraban una baja rentabilidad. Esa relación Salamanca-Zamora en ferrobus tenía una escasa ocupación, utilizándose esta circunstancia como principal pretexto para los que justificaron el cierre de la línea.
El cierre
La falta de mantenimiento abocó a esta línea a un deterioro irreversible, estableciéndose limitaciones de velocidad de 50 km/h para la circulación por el mal estado de la vía. Decir que, cuando se inauguró en 1896, la velocidad comercial de la línea, con el material de la época, era de 60 km/h.
Según explica la asociación ferroviaria zamorana, «una nefasta e inexplicable política comercial, mantenía unos servicios que en absoluto consideraban al viajero, frente a una competencia de la carretera, con servicios prácticamente cada hora, y empleando hasta 30 minutos menos, con precios más bajos».
Nada de esto fue tenido en cuenta, ni siquiera el uso para los trenes de mercancías, que obviamente ahorraban gran cantidad de kilómetros frente a las rutas por el centro peninsular. Este tren, en su recorrido completo desde el norte de Zamora al sur de Salamanca, había sido fundamental para el transporte de mercancías desde Béjar, Guijuelo o Benavente.
La reapertura
La conexión ferroviaria entre Salamanca y Zamora cumple a finales de 2024 cuarenta años cerrada para el tránsito de pasajeros, pero las cosas han cambiado mucho. Entonces, no pudo competir con la carretera, el modo de transporte por el que España apostó durante décadas, y la falta de inversión en la línea hizo el resto.
El tren dejó de ser competitivo frente al bus, el camión y el coche particular, pero el panorama ha cambiado. La necesidad de ahorrar energía, rebajar emisiones y mejorar la eficiencia de nuestros desplazamientos ha puesto a los modos de transporte limpios en el centro y, especialmente, al tren entre los más favorecidos por las administraciones.
Las autoridades europeas han invertido centenares de millones de euros en el desarrollo de las redes ferroviarias de la TEN-T, entre las que se incluyen varias conexiones por Salamanca y, para un futuro, la reapertura del tramo cerrado de la extinta Ruta de la Plata. La pretensión era adelantarlo a 2040, pero las autoridades españolas con posibilidad de hacerlo no lo han incentivado. Eso sí, se mantiene en el horizonte 2050 y existe un compromiso para empezar a estudiar su viabilidad y uso.
La propuesta está totalmente alineada con los planteamientos del pacto verde europeo. Reduciría emisiones, mejoraría la conexión en el eje Cáceres-Salamanca-Zamora-León, abriría un importante corredor de mercancías, ahorrando desplazamientos en carretera... La puerta a recuperar el tren entre Salamanca y Zamora está abierta 40 años después de dar carpetazo a un viaje de una hora que iba siempre lleno.
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Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
María Díaz y Álex Sánchez
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