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«Nadie en su sano juicio haría eso a unas personas que no me habían hecho nada y no conocía», así ha tratado de justificar en las últimas palabras que se le conceden al acusado sus actos. Reconoce así los hechos y reitera como ... hizo en las declaraciones de los días previos «el perdón hacia las víctimas, familiares y mis propias familia».
Además, ha insistido en que sus facultades mentales estuvieron alteradas el día de los hechos porque «solo un tonto da sus datos como su fecha de nacimiento o el lugar de su trabajo y luego mata a esas personas». Apunta también que dado a su profesión, -vigilante de seguridad en una empresa-, era consciente de las cámaras que había en esa zona y que podía ser rastreado por lo que apunta así a su transtorno mental: «fue en mi barrio, cerca de mi casa y nunca me intenté esconder».
Suscribe la estrategia de la defensa que ha intentado demostrar que el acusado padece una enfermedad mental y no estaba en sus plenas facultades en el momento de lo ocurrido. La finalidad de este discurso es intentar en la manera de lo posible rebajar las penas o lograr la imputabilidad del acusado haciendo referencia a su estado psicológico. Una teoría desmontada por los medios forenses que apuntaron en el informe pericial que «era plenamente consciente y sabía perfectamente qué hacía»
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