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Después de casi medio siglo enmarcando cuadros, si todos ellos fueran recopilados y puestos en una sala, seguramente Marcos y Molduras Agustín Pérez Paz completarían el museo más grande del mundo. Este negocio abrió sus puertas en 1975 cuando el suegro de Luis -quien lo regenta actualmente junto con su mujer Blanca- montó junto a su socio 'Goya'. Sin embargo, sus caminos se separaron y Agustín se quedó con el taller. Ese taller es actualmente la tienda, ubicada en la Plaza de la Reina, y ha visto en esas cinco décadas el declive del comercio salmantino y los altibajos del suyo propio.
En la década de los 80, como narra Luis, el negocio pasaba por su mejor momento. De hecho, todo se quedaba pequeño. Tal es así que se fue trasladando el taller a distintas ubicaciones porque el crecimiento de la empresa era considerable. De un local próximo a su ubicación actual -la Plaza de la Reina- pasó a la zona de El Corte Inglés y de ahí a una nave en Villares de la Reina que es donde aún continúan trabajando. En la actualidad, son dos personas las que se encargan de llevar el taller con una condición: que todo salga perfecto de allí para el cliente. Porque esa es precisamente su diferenciación: tener la certeza de que el cliente se irán contento.
«La gente sabe como trabajamos, que todo lo que sale de aquí está perfecto», asegura. Esa es la diferenciación respecto a las grandes superficies que arrinconan al negocio local. «Con más de treinta años de experiencia, he visto de todo y todo lo que trae el cliente lo conozco», comenta. Una ventaja que le pone por delante de las grandes superficies. «Ahí el que hoy te atiende para enmarcar un cuadro, mañana está vendiendo lámparas y pasado alfombras», apunta. «No hay comparación porque nosotros somos profesionales del sector, ellos no», asegura.
Sin embargo, esas virtudes tan palpables del negocio tradicional no son suficientes para remontar las dificultades a las que se enfrentan. «Cuando mi suegro empezó, no tenía que pagar tantos impuestos y es que ahora es imposible», comenta. Además, considera que los cambios en el centro de Salamanca también han afectado a la viabilidad de este tipo de establecimientos. «Los clientes no pueden venir con el coche porque les multan, entonces ¿cómo se llevan un cuadro grande?», comenta. Una transformación en el tráfico de la ciudad que, en la opinión de Luis, ha condenado al comercio local.
«El Pozo Amarillo antes era casi como la calle Toro, y ahora está completamente muerta», añade haciendo alusión a lo mucho que tienen que luchar los pequeños comercios para sobrevivir. No sólo por las transformaciones que experimentan las propias ciudades sino también porque las modas despeinan a todos los establecimientos. «Hace poco se llevaba no poner marcos pero es que si un cuadro no lleva marco, es como si un vestido no tiene zapatos», asegura. Sin embargo, a todo ello han tratado de adaptarse para mantener su secreto del éxito: pasar de generación en generación. «Vienen los hijos porque se lo recomiendan los padres», añade.
Aunque él mismo reconoce que los servicios que ofrece no son imprescindibles, de ahí el «ya lo haré», sentencia que son inolvidables. «Hay gente que cuando quiere venir a enmarcar sus títulos universitarios, ya los ha perdido entre mudanzas. Y como eso, muchas cosas», asegura. La última cadena de un eslabón y sin embargo, una de las más valoradas. «Cuando la gente entra en su salón y ve un cuadro bien enmarcado en un salón, ahí le das la importancia que tiene», añade Luis. El alcance de una última opción de la lista de quehaceres que se convierte en el imprescindible de un hogar.
Con esa frase define su trabajo Marcos y Molduras Agustín Pérez Paz. Y es que ha enmarcado hasta lo inimaginable como una dentadura de tiburón. Aunque en su día a día, suele trabajar con objetos personales más normales aunque igual de especiales. Trajes de bautizo o de comunión, los artilugios de un cirujano, camisetas de fútbol, dorsales de carreras, cubertería o dibujos. «Si alguien viene a enmarcar algo es porque es importante para esa persona y ese es nuestro mayor reto, cuidar lo que nos traigan por el valor sentimental para el cliente», asegura Luis. «Es algo único», concluye.
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