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Los nuevos éxitos del fútbol sala salmantino han devuelto a la primera línea al que fue siempre el escenario favorito de este deporte en Salamanca, el pabellón de La Alamedilla. Con medio siglo a sus espaldas, el polideportivo del centro de la capital reclama hace tiempo una mejora que no llega, y no ha sido por falta de intentos. Ya sea en solitario o acompañado de un parking son varias las veces que se ha planteado sin éxito, hasta casi desparecer de los planes de futuro de la ciudad.
El proyecto estuvo a punto de ser realidad, pero ha quedado como una de esas promesas de otro tiempo que no se ejecuta como el tranvía. Como aquella, fue una de las ideas estrella del programa de Julián Lanzarote para las elecciones de 2007 y se dieron los primeros pasos. Llegó a ser aprobado hace 15 años por el Ayuntamiento de Salamanca en julio de 2008 en comisión informativa con un presupuesto de 30 millones de euros.
El proyecto contemplaba la construcción de un enorme polideportivo con 4.500 butacas y un parking de 291 plazas en el subsuelo del histórico parque salmantino, otra de esas aspiraciones repetidas durante muchos años. Hubo un concurso de diseños que se llevó el estudio de arquitectura MC2 y los arquitectos responsables, Juan Vicente García y Pablo Núñez, llegó a presentarlo oficialmente en Salamanca.
El alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, aseguró que este pabellón será «la mayor infraestructura deportiva jamás realizada en Salamanca» y señaló que «será un edificio de referencia en una magnífica situación, en el cogollo de la capital, referencia no sólo para el deporte salmantino, sino que será un edificio moderno y polivalente».
El aspecto más llamativo del edificio era un gran voladizo que se iba a levantar sobre el paseo de La Alamedilla. Una solución arquitectónica, según explicó Juan Vicente García, a la que ha recurrido el estudio para conseguir alcanzar el aforo de 4.500 espectadores y al mismo tiempo no recortar el espacio verde del actual parque.
En este sentido, el arquitecto destacó que uno de los puntos que ha marcado el diseño es la utilización de materiales «poco pesados», como el vidrio y el aluminio, de manera que «el pabellón no parezca una caja de zapatos, sino algo que emerge sobre el propio parque».
Sin embargo, aquel proyecto se quedó en papel mojado y las instalaciones deportivas de La Alamedilla sufren una especie de maldición. El pabellón, construido en 1972, es uno de los más vetustos de la ciudad y no hay planes claros para una gran reforma. Ha recibido poco más que mantenimiento y una nuevo parquet en su pista.
Hace cuatro años, el candidato socialista, José Luis Mateos, planteó reformarlo por completo, incluyendo las piscinas, para dotarlo de más capacidad y modernizarlo. El coste, 10 millones de euros. La idea quedó ahí, pero Mateos no fue alcalde y el equipo de Gobierno no tenía esos planes. Sin embargo, el candidato socialista va a volver a la carga y plantea una reforma integral del pabellón en su nuevo programa.
En la actual legislatura se ha elaborado un plan de instalaciones que incluye un listado de equipamientos deportivos y las necesidades para el futuro. El documento contempla una reforma valorada en 1,5 millones de euros que eliminará las actuales gradas, vestuarios y servicios para mejorarlos y ampliar ligeramente su aforo. No hay noticias de nuevos planes más ambiciosos.
Al margen queda la piscina climatizada, la más veterana de la ciudad (inaugurado en 1990), que lleva años con problemas de pérdidas de agua en sus vasos y requiere de una puesta al día que se va a hacer con una inyección de 2,7 millones de euros de fondos europeos.
Y totalmente enterrada está la opción de construir un parking suberráneo en la zona. El último intento data de 2014 cuando el consistorio presentó un plan para construir un aparcamiento bajo el parque por 5,9 millones de euros, con 283 plazas, las que proponía el proyecto de 2008.
La idea era comercializar parte de las plazas en alquiler, a razón de cerca de 1.200 euros al año, pero la idea se topó con la oposición frontal del barrio. Comerciantes y vecinos se llegaron a manifestar contra un proyeto que consideraron innecesarios, caro, que obligaría a tener levantada la avenida de Comuneros durante casi dos años con el perjudicio a comercios y habitantes.
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