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Poco espacio para peatones y renaturalización y muchas terrazas en La Rúa.

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Poco espacio para peatones y renaturalización y muchas terrazas en La Rúa. Álex López

Ni los peatones ni las zonas verdes: la hostelería, la más beneficiada con las peatonalizaciones

Las terrazas de los bares siguen trayendo de cabeza a los vecinos del centro de la ciudad y a colectivos que consideran que no se piensa en las personas a la hora de planificar el espacio público

Ana Carlos

Salamanca

Domingo, 28 de mayo 2023, 12:10

Poner al peatón en el centro y promover formas de movilidad alternativas al vehículo privado son, al menos en teoría, los principales objetivos al peatonalizar las calles. Si además se opta por renaturalizarlas, como se está llevando a cabo en ciudades de todo el mundo como método de adaptación al cambio climático, lo lógico es imaginar una transformación amigable con las personas de todas las edades, que permita transitar con tranquilidad por ellas.

El centro de la capital salmantina está siendo objeto de este tipo de modificaciones, pero ni vecinos ni colectivos ecologistas creen que el resultado esté siendo siempre el esperado. En muchos casos denuncian que lo que ha pasado ha sido muy diferente: el espacio está siendo conquistado por las terrazas, con otros problemas asociados, como la presencia de vehículos de carga y descarga; molestias para acceder a otros espacios y servicios; ruidos y suciedad.

Desde la asociación vecinal Bretón no dudan en plantear que en el centro de la ciudad la planificación del espacio público no se hace contando con quienes allí residen o trabajan. El resultado es que «acaba siendo zona de alojamientos turísticos, bares y terrazas» que expulsa con sus «ruidos industriales» y su alteración del ritmo y el descanso nocturno a los vecinos de toda la vida. Y además, lamentan que siempre se nota más permisividad en unas zonas y con unos establecimientos «con más peso específico» que con otros.

Además, apuntan que peatonalizar tampoco significa que en las calles deje de haber coches particulares de manera constante. Como ejemplo se refieren a la calle San Juan de la Cruz, junto a la plaza de San Justo, por donde los vehículos siguen accediendo para llegar al gran garaje privado del edificio Gran Hotel. Los peatones tienen que sortear coches y terrazas.

En lo que respecta a la renaturalización de la ciudad, plantean que se dan muchas contradiciones porque en muchas calles, peatonales o no, la política sigue siendo dejar un espacio para terrazas, pero no para poner árboles o jardines. Como ejemplo señala la calle Abogados de Atocha, en la que asegura que las terrazas no respetan las distancias que marca la ordenanza, como en otros muchos puntos de Gran Vía. Pero ninguna vegetación.

Pocos jardines y muchas terrazas

También existen otros espacios en los que la asociación considera necesaria la presencia de árboles o superficie ajardinada para hacerlas más transitables en verano. Uno es la calle Grillo (que sí está abierta al tráfico), en la parte más próxima a Canalejas.

Pero otra es la plaza de San Román, «un secarral» y acumulador de calor en el que la ausencia de sombra y el exceso de enlosado hacen que no sea atractivo para su uso ni para instalar terrazas. La asociación vecinal Bretón lamenta que a través del LIFE Vía de la Plata «hinchado de subvenciones» se estén creando zonas verdes solo en determinadas calles «sin ver el conjunto de la ciudad», ni siquiera del centro.

La asociación reclama que los técnicos busquen la vegetación adecuada para cada espacio a fin de que ésta consiga realmente ayudar a paliar el efecto isla de calor en la ciudad, dando buena sombra donde se pueda, pero sin entrar en conflicto con las viviendas ni exigiendo un mantenimiento que no sea realista. En esta línea, son muchos los vecinos que dudan de los criterios (más allá de la mera estética) con los que se han diseñado los parterres de Íscar Peyra y la cuesta del Carmen, por ejemplo. Tampoco ven que puedan aportar mucho en esta línea los muros temporales de flores y jardineras con las que se adornan las calles del centro.

Los cambios siempre cuestan. Y la convivencia de tantas terrazas con los jardines, existentes o proyectados, puede ser complicada. Tanto la asociación Bretón como otros vecinos de la zona inciden en que las primeras restringen demasiado el uso de las segundas. Eso es lo que sucede con los bancos corridos que limitan por fuera las zonas ajardinadas de dos céntricas plazas: La Libertad y Concilio de Trento. Como las mesas y sillas de los bares quedan tan próximas a ellos, resulta imposible sentarse en ellos en muchos tramos, a no ser que sea para disfrutar de la terraza.

Tampoco saben cómo va a funcionar el espacio ajardinado que el Ayuntamiento planea crear en la plaza de Poeta Iglesias, colapsada ya por numerosas terrazas. El proyecto consiste en destinar un espacio de 36 metros cuadrados junto a la escultura de Alberto de Churriguera y el Conde de Francos para crear un parterre con arbustivas y un olmo. Si los peatones actualmente tienen dificultades para desplazarse sorteando mesas, sillas y veladores, será preciso restringirlas considerablemente para compatibilidad este nuevo uso.

Ahora, vecinos de la zona critican que en esta plaza resulta imposible pasar en línea recta por la terraza de un bar que también tiene fachada por la Plaza Mayor. Su extensión es tal, que en una de sus esquinas deja libre sólo una mínima franja de acera junto a la calzada. Pero en la acera de enfrente es todavía peor. De este entorno se eliminó la parada de taxis, así como el aparcamiento exclusivo para motos de la plaza del Peso y pero no ha redundado en beneficio de los peatones, sino de los establecimientos hosteleros. De hecho, un mesón, un bar de copas y un par de restaurantes han ocupado las aceras de la manzana y el paso con sillas de niño o de ruedas, así como para personas con discapacidad motora o visual es complicado.

Desde Ecologistas en Acción aseguran que hace pocas fechas un ciudadano fue a protestar al Ayuntamiento por la dificultad de moverse en la plaza del Peso y que el agente de servicio le «recomendó» que pasara por otras calles. «El reglamento de terrazas de esta ciudad es un regalo más al poderoso gremio de la hostelería», lamentan.

El conflicto entre terrazas y jardines en el centro, afirman vecinos del centro de la capital charra, se manifestó ya hace unos años en la Isla de la Rúa. En ella, escudándose en la supuesta enfermedad de los maduros árboles existentes, se eliminaron todos los ejemplares para sustituirlos por media docena de magnolios acomodados en su nueva disposición a la terraza del bar que la ocupa por completo. Según la ordenanza, denuncian los vecinos, el 50 por ciento de la misma debería estar libre.

«Todos nos sentamos en las terrazas, pero queremos un poco de respeto», destacan. Pero sienten que no es así. El descontento ciudadano ocasionado es tan grande y hay tantas personas que se sienten desprotegidas ante su impunidad que se está gestando una nueva asociación vecinal contra la ocupación del espacio público y el ruido en Salamanca.

Críticas a la tibieza en la aplicación de la ordenanza

Haciendo balance de estas y otras quejas de los vecinos, el Comité Antinuclear y Ecologista de Salamanca critica que la consecuencia de este modelo de ciudad, «planificado desde los despachos de la administración municipal» supone, sobre todo en el centro, una ruptura con la vida tradicional y los servicios de proximidad de la zona que hace que estas calles dejen de ser atractivas para residir habitualmente y donde todo ciudadano que puede las abandona. Y lo mismo pasa con el comercio. Al final, solo quedan terrazas.

A principios de este año se aprobaron la nuevas ordenanzas para regularlas, con una específica para la zona centro. La norma venía a consolidar muchas de las ampliaciones de estos espacios que se produjeron tras la pandemia, e incluso otorgar nuevas concesiones.

Aunque en su artículo número dos señala las terrazas deben evitar posibles molestias sobre ciudadanos y servicios públicos en general y que los intereses de estos últimos son los que primarán, el Comité Antinuclear denuncia que «hay ordenanzas, porque así debe ser, pero si no se cree en ello no hay más que dar indicaciones al servicio policial de mirar para otro lado».

Tanto este colectivo como los vecinos de la zona critican que no se conocen las concesiones de espacio y número de mesas hechas a cada uno de los establecimientos porque el documento en el que se muestran estos datos ya no está visible a los ciudadanos desde el exterior como se obligaba antes. Tampoco están en muchos casos marcadas en el suelo las zonas de ocupación, e incluso en lugares en las que sí se han puesto no se cumplen. Afirman que en con frecuencia se colocan tan juntas las mesas que al ser ocupadas es imposible salirse de las marcas. Afirman que han sido testigos hasta de cómo en algún establecimiento, si hay mucha ocupación, se sacan mesas y sillas del interior en algunos establecimientos con total impunidad. No hay vigilancia y avisar a la la Policía genera más conflictos con los hosteleros que soluciones, concluyen.

Otro incumplimiento habitual es no respetar el paso mínimo de 1,80 metros en muchas calles, algo especialmente sangrante para los residentes en calles consideradas como peatonales que mantienen circulación de vehículos, como Palominos o Serranos. Y hay plazas colonizadas por completo que ya no pueden ser usadas con normalidad por este motivo.

Mientras esto sucede, los peatones no ven las ventajas de peatonalizaciones que deberían estar pensadas en hacerles más sencillos sus desplazamientos. Los vecinos no entienden que medidas para hacer las ciudades más humanas y saludables se vuelvan contra ellos. Quizá la solución es una cuestión de equilibrio en el uso del espacio público. ¿Con menos mesas y sillas privadas y más de refrescantes y silenciosas plantas?

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