Un gran porcentaje de la población de Salamanca no conoce la Rúa sin la confitería La Industrial. Y casi la totalidad ha entrado alguna vez en su vida como acompañante, acompañado o con la cotidianidad diaria. Se trata de una de las pastelerías más antiguas de la ciudad que abrió sus puertas en 1948 y, desde entonces, se ha convertido en una institución para la capital. «Mi suegro procede de Guijuelo y se vino a Salamanca con la familia. Al principio puso el local enfrente pero desde hace setenta y seis años estamos aquí», explica Irene, la nuera del fundador.
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Fue su marido quien tomó el relevo generacional y ella se considera «una añadida» aunque es una parte innegable de la historia de La Industrial. Una historia que se escribe con los miles de clientes que han cruzado la puerta de la confitería para introducirse en la época modernista que se han asegurado de mantener. Y no es el estilo lo único que han tratado de conservar, también las recetas. «Siempre hemos estado dentro de la misma línea: hacer las cosas caseras y del día porque no utilizamos conservantes», asegura.
Negocios de toda la vida
Ese ha sido su gran secreto. «Igual que se hacía antes en casa, como se ha hecho toda la vida, así lo intentamos seguir haciendo», comenta Irene. Aunque lamenta que esa esencia se esté perdiendo con las producciones masivas y las grandes multinacionales: «Es como si se hace una tortilla de patata en casa o si se compra en el supermercado, no tiene nada que ver, ¿verdad?», pregunta Irene. Y no le falta razón. Aunque conlleve más trabajo, también lleva a una mayor satisfacción por acercar el sabor 'de siempre' a los paladares de los turistas y vecinos.
Aunque eso cada vez es más complicado. Algunos clientes reclaman el sabor que recuerden a su niñez. Sin embargo, acercarse a esa añoranza es cada vez más complicado. «Las materias primas han cambiado. Antes venía el huevero que tenía unas gallinas estupendas, el lechero te traía la leche que se utilizaba para hacer la nata; esa base ya no es igual», lamenta. Aunque los ingredientes se han visto inevitablemente alterados, la forma de hacerlo no y la ilusión por encontrar productos de primera calidad tampoco. «Tratas de cubrir esas ausencias de la mejor forma posible», añade.
Con esa adaptación continúan haciendo los mismos productos que en sus orígenes. Esos que eran tradición y ahora ya sólo son recuerdos, pero que en La Industrial no pasan de moda. «El bollo maimón antes se llevaba a la procesión de la Virgen de la Vega como un ofrecimiento, igual que las flores, y eso se ha perdido», explica. Sin embargo, ellos siguen produciéndolo porque «están empeñados en no perder lo nuestro». Aunque la realidad es que lo suyo, son muchas elaboraciones: la Tarta de San Marcos, pastas de distintos tipos, bizcochetas, moritos de nata, empanadas...
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Todo ello elaborado de forma artesanal para que La Industrial siga siendo la de siempre, por dentro y por fuera. Con esa fama lleva desde los años cuarenta y, como asegura Irene, «después de tantos años nos ha pasado de todo». El primer recuerdo que tiene de la confitería es pasar con sus abuelos para comprar un pastel. «Quién me iba a decir a mí de niña que la que iba a estar aquí era yo», explica emocionada.
Nunca imaginó servir a personalidades de lo más relevantes en el Colegio Mayor Fonseca, que sus hornazos fueran el centro de atención de las conferencias en la Universidad de Salamanca o los Reyes de España pudieran probar sus dulces. «Recuerdo cuando mi marido llamó a José María Aznar, que pasaba por la Rúa, y le dimos una empiñona y se fue encantado», recuerda entre risas Irene. Clientes con más o menos renombre, mas o menos amigos y más o menos cotidianos pero todos ellos tienen algo en común: buscan en La Industrial poner la guinda de un bonito recuerdo. «Si hacemos que las reuniones sean más felices, todo merece la pena», asegura Irene
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Antes el hornazo tenía su día grande: el Lunes de Aguas. Ahora sigue siendo un día donde los pedidos se multiplican pero cualquier ocasión es buena para reunirse alrededor de un hornazo. «Desde las Edades del Hombre que Salamanca empezó a darse a conocer, también se popularizó el hornazo», asegura Irene. La Industrial se describe como especialista de esta elaboración tan charra que ahora, más allá del Lunes de Aguas, es el epicentro de almuerzos, comidas, meriendas y cenas. «Qué mejor que celebrar con un hornazo», sentencia Irene.
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