
De Agustinas a Zamora, 290 calles de la ciudad se pueden considerar peatonales. Constituyen el núcleo principal de la Salamanca más caminable, un entramado denso en el centro al que se suman otras modalidades, un cambio de paradigma que no llega a los barrios. Sin embargo, no se trata de un territorio exclusivo para los viandantes, que lo tienen que compartir con coches y los ya omnipresentes patinetes. Y tampoco se ha desarrollado por igual y este tipo de calles son muy escasas en los barrios más poblados.
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Según los datos de un informe, la capital cuenta con 44 kilómetros de calles peatonales, un 15% de todas sus vías. Según la información municipal, son 290 las calles y plazas que se pueden considerar peatonales y que suman para ese kilometraje total. Eso convierte a Salamanca en una de las ciudades más peatonalizadas de España, la cuarta en distancia y la quinta en porcentaje.
Este entramado constituye el terreno en el que Salamanca se ha hecho muy caminable, ya que es una de las ciudades en la que más fácil es llegar a los servicios principales andando: la mayoría de la población tiene colegios, centros de salud, ocio... en un radio de 15 minutos a pie.
Sin embargo, como se puede ver en el mapa inferior, la distribución es muy desigual y la peatonalización ha avanzado mucho en el centro y muy poco en los barrios, donde lo hace sólo a base de nuevas urbanizaciones. Si el centro de Salamanca es territorio caminable casi al cien por cien, en la corona exterior las cosas son muy diferentes.
Los puntos verdes del mapa señalan todas las vías peatonales repartidas en la ciudad. Como se aprecia, su concentración es muy alta en la primera vía de ronda, el interior de la almendra central, que contiene el casco histórico y donde el 90% del territorio es ya peatonal.
Por contra, los puntos verdes escasean fuera de ese primer anillo que delimita el centro. Los que aparecen corresponden con las obras de plazas interiores de Pizarrales o San Bernardo, barrios en los que se han peatonalizado calles entre bloques. Lo mismo ha ocurrido en el barrio Blanco con la mejora de algunas calles que se ha aprovechado para dar más espacio a los viandantes.
Asoman también en aquellos barrios más jóvenes, como Zurguén, y allí donde se ha cambiado la trama urbana, como es el caso de los bulevares de Prosperidad. Por contra, barrios muy poblados como Garrido, Salesas, el Oeste, Labradores, Tejares, Buenos Aires o Rollo carecen casi por completo de calles peatonales o son excepciones.
El formato de calle peatonal, con calzada al mismo nivel que las aceras, pavimento de losas y menos aparcamiento (o ninguno) se está complementando con otros formatos que también están ganando fuerza y que otorgan protagonismo y prioridad a los peatones, pero sin eliminar la circulación rodada.
Es el caso de los citados bulevares de Prosperidad o de las zonas residenciales marcadas en los barrios de San José o Rollo-Comuneros hace unos años. Se trata de grandes áreas con señalización especial en las que se reduce la velocidad a 20 km/h y se indica la posiblidad de que se juegue o se entre en la calzada. Otro formato son las calles en las que bicicletas y coches comparten la calzada, las últimas, en Labradores.
Además, el ayuntamiento está desarrollando las obras de accesibilidad de las calles escolares, que afectan a 41 calles donde se va a limitar la presencia de coches para incrementar la seguridad peatonal.
Cuando acaben las obras, las calles afectadas se convertirán en plataforma única, con aceras más amplias, renovación del alumbrado público, canalizaciones y redes eléctricas y de telecomunicaciones. Se reducirá aparcamiento, eliminando el estacionamiento en uno de los lados de las calles, dejando espacio para aceras más grandes; para compensarlo, se habilitarán 515 plazas de aparcamiento disuasorio en Chinchibarra y Prosperidad. Se redondea la actuación con nuevo mobiliario urbano (42 nuevos bancos y 61 papeleras) y la plantación de nueva vegetación (200 árboles y 1.057 arbustos) para extender la infraestructura verde en los barrios de la ciudad.
El objetivo es alejar los coches de las zonas escolares y frenar la costumbre de dejar a los niños 'a la puerta', una práctica que genera problemas de circulación e inseguridad. Pero la realidad es que estas actuaciones no son, por ahora, suficientes para erradicar la doble fila escolar.
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