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Las malvas reales de Filiberto Villalobos han sido durante semanas blanco de miradas y fotografías aunque ya empiezan tener menos flores. Álex López

Manos anónimas para llenar la ciudad de flores en primavera y verano

En los barrios salmantinos con más solera existe desde sus orígenes la costumbre de poner plantas aprovechando alcorques y otros espacios públicos, una tradición que se sigue conservando y que vuelve a la actualidad con los programas que buscan la renaturalización urbana

Ana Carlos

Salamanca

Sábado, 1 de julio 2023, 19:47

Avenida de Filiberto Villalobos en la esquina con la calle Volta. Dos jóvenes se colocan junto a unas llamativas y altas flores plantadas en un alcorque. Sonríen y se hacen un selfie. No es la primera vez que alguien se para a fotografiarse en este enclave. Las malvas reales, que son esas flores que atraen tantas miradas, han estado todavía más bonitas hace unas semanas.

Nos lo cuentan dos personas que cuidan este y otros alcorques de San Bernardo. Quieren seguir en el anonimato. Por una parte porque no lo hacen para tener reconocimiento alguno, sino porque les gusta ver el barrio bonito. Por otra, porque hay muchas más personas ocupándose de plantar alrededor de los árboles en toda la ciudad y consideran que no son ni más ni menos que ninguna de ellas.

Son muchos los barrios salmantinos con larga tradición en poner plantas en los espacios públicos sin uso y los huecos de las aceras destinados al arbolado. Los de más solera, especialmente los que tienen casas de planta baja o edificios de poca altura, son los que más interiorizado lo tienen. La Vega, El Carmen, Barrio Blanco, Ciudad Jardín y San Bernardo son ejemplo de ello.

En el nacimiento de esta costumbre confluyen muchos factores. En algunas zonas no había jardines públicos. La gente pasaba mucho más tiempo que ahora socializando con sus vecinos en las calles. Muchos de ellos eran recién llegados de los pueblos y reproducían sus hábitos de plantar al lado de casa. Hacían más humana y habitable la ciudad.

Testigo de la labor de aquellos primeros aficionados a la jardinería urbana quedan por la ciudad numerosos rosales, adelfas, higueras y frutales, entre otros. A pesar de que los barrios van envejeciendo y se han perdido tanto seguidores como jardines de este tipo, todavía quedan personas dispuestas a tomar el relevo. Como nuestros guías de hoy, vecina y vecino, ambos de distintos puntos de San Bernardo.

Calculan que en la zona actualmente hay más de siete personas cuidando plantando en las calles. Recuerdan a otros que ya no están, como un antiguo vecino de la calle La Gacela, que cuando llegó del pueblo se dedicó a adornar los alcorques junto a su casa. A algunos incluso les construyó un borde de ladrillos y cemento que le permitía tener las plantas más protegidas. Cuando murió, su hijo continuó con estos cuidados, pero éste también falleció por un accidente.

Cuidados y dedicación

Cada maestrillo tiene su librillo en esto de cuidar alcorques. Nuestros anfitriones explican que para que cada espacio dure el máximo tiempo bonito, utilizan diferentes plantas con distintos momentos de floración. Las más habituales, lirios, caléndula, malva real, don diego e ipomea (también conocida como campanillas moradas). De este modo, los lirios y la caléndula son las que abren la temporada con sus flores, después es el tiempo de las malvas reales que todavía conservan muchas flores. Ya está creciendo y dependiendo de lugar incluso está empezando a florecer el don Diego. Y la ipomea también va avanzando. Con ello se aseguran flores hasta final del verano, incluso principios del otoño.

La ubicación más o menos soleada o sombría del alcorque, con más o menos paso de personas alrededor y la cantidad de espacio disponible serán determinantes a la hora de decidir qué poner y de permitir una floración más o menos larga.

Los lirios se reproducen por bulbos y duran de unos años para otros y requieren muy pocos cuidados. Si no se desea que ocupen todo el alcorque es conveniente sacar algunos de los nuevos bulbos, que se pueden utilizar para nuevas plantaciones.

El resto de las especies que cultivan se reproducen por semillas, con lo cual también recogen algunas para poner en nuevos espacios. Aunque la ipomea trepa por el tronco de los árboles, esta trepadora es de ciclo anual, con lo cual tras el verano se seca y la eliminan sin que cause daño al árbol, aseguran.

En la zona también vemos otras plantas: pitas, claveles chinos, e incluso algunas tomateras. Santolina, lavanda y romero, que son aromáticas muy recomendables para este uso y duran todo el año ocupan los alcorques de la plaza de los Jilgueros. A pocos metros, en la calle la Gacela, conviven acantos, rosales, adelfas, lilos, higueras, olivos y otras especies desde hace muchos años.

Además de sembrar, eliminar hojas secas y retirar otras plantas espontáneas, la tarea fundamental es el riego. Dependiendo de la ubicación, bajan agua de sus casas en garrafas de 5 litros o las rellenan en las fuentes públicas, como es el caso de la que hay junto a la entrada del Centro Municipal Integrado Victoria Adrados. La frecuencia depende de las lluvias y las temperaturas. Las tormentas de junio les beneficiaron, pero el calor de la semana pasada ha obligado a retomar este trabajo de forma intensiva.

Falta de civismo y respeto hacia las plantas

Pero cuando riegan y hacen el resto de labores se encuentran una tarea extra a causa de la falta de civismo de muchos ciudadanos. Para que los alcorques no parezcan un basurero y que las plantas prosperen tienen que recoger mucha basura. Plásticos, latas, colillas y toda clase de objetos inesperados. «Las colillas son tóxicas y esto no es un cenicero», lamentan. Una buena parte del tiempo la pasan limpiando. Los servicios de limpieza municipales no se hacen cargo porque estos residuos están en jardines. Y los jardineros municipales tampoco se la llevan porque es basura y consideran que no es su labor.

También los perros ocasionan muchos destrozos. Es frecuente que haya propietarios que permitan a sus animales hacer sus necesidades en estos espacios. No solo los ensucian, sino que en muchas ocasiones rompen las plantas. «La culpa no es del animal, sino de quién es su responsable», señalan.

Falta respeto hacia las plantas y hacia quienes les dedican su tiempo y esfuerzo. En un alcorque situado junto a unos contenedores de basura les mataron casi todas las plantas porque colocaron sobre ellas sacos de residuos de una comunidad de vecinos cercana. En otros sitios directamente les han tronchado plantas.

Pero por suerte no todo son disgustos. Cuando se ocupan de las plantas alrededor del citado Victoria Adrados, muchas personas mayores se acercan a darles las gracias y a decirles que cómo pueden ayudar. «Les decimos que lo único que necesitamos es que traten de evitar la entrada de perros en los alcorques, pero nos dicen que tienen miedo de las reacciones de los dueños», afirman.

En ocasiones, las personas que cuidan los alcorques tratan de ser más creativas y embellecer el espacio con otros elementos. Nuestros guías afirman que en algunas ocasiones han adornado con piedras, tablas u otros elementos el contorno del hueco o los alrededores de sus plantas. Sin embargo el resultado ha durado poco. Cuando estos objetos llaman la atención, la gente se los lleva.

Alcorques Savios y alcorques ocupados

Recorremos el barrio, visitamos las flores. Comprobamos cómo algunas personas mayores animan a estos voluntarios anónimos y les agradecen que embellezcan la ciudad. Les dicen que es una pena que alrededor del Adrados muchos de los árboles plantados por el Ayuntamiento estén muertos y señalan las macetas con flores de las farolas que comienzan a estar secas y a las que les auguran poco recorrido. Los mayores, como los voluntarios, creen más en las plantas con las raíces en el suelo, donde aguanta más la humedad que en las oscuras y elevadas macetas colocadas para renaturalizar la ciudad.

Antes de que el cambio climático y las islas de calor que forman las ciudades supusieran una amenaza para la calidad de vida de los ciudadanos y Europa destinase fondos para revegetar las urbes, ya había personas reverdeciendo las calles, no solo en Salamanca y otras ciudades de España. También las de otros países del mundo. Desde Berlín a Nueva York.

El Ayuntamiento de Salamanca, a través del programa Alcorque Savios ha querido también fomentar la biodiversidad en los barrios a través de la participación ciudadana

El Ayuntamiento de Salamanca, a través del programa Alcorques Savios ha querido también fomentar la biodiversidad en los barrios a través de la participación ciudadana. En su página web muestra que en los últimos tres años se han sumado 11 colectivos a esta iniciativa. Sin embargo, no dan datos de seguimiento de los alcorques apadrinados. Este periódico ha podido comprobar como algunos de ellos han desaparecido por completo, ya sea por falta de cuidados o por el robo de las aromáticas plantadas en su día. Además, otros colectivos consultados afirman que unirse al programa requiere demasiada burocracia y que las personas interesadas prefieren hacerlo como se ha hecho siempre, sin papeles, con cariño y ocupando desde el respeto los espacios libres que son de todos.

Nuestros anfitriones se atreven a soñar. En su barrio hay muchas personas ya implicadas y otras muchas mayores con tiempo para poder regar las plantas. Si el barrio del Oeste se ha hecho famoso por sus murales y su vida cultural, San Bernardo está a tiempo de serlo por sus alcorques floridos y su pasión botánica. Ojalá soplen el molinillo de un diente de león y se cumpla el deseo.

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