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La viceconsejera de Acción Cultural de la Junta de Castilla y León, Mar Sancho, presentó este viernes la exposición 'Cine NIC, el cine de juguete', que muestra en la Filmoteca CyL, ubicada en Salamanca, hasta 150 proyectores de la firmas, más de 250 películas ... y otros artilugios relacionados.
Sancho elogió durante el acto de presentación el «buen hacer» de la Filmoteca en su labora de conservar el patrimonio audiovisual de la Comunidad, también con muestras «didácticas» como la inaugurada hoy gracias a la colección del bejarano Antonio Sánchez, también presente en el acto.
La viceconsejera recordó que el Cine NIC es un invento de 1931 que «estuvo presente en muchas familias españolas» e incluso luego se exportó, llegando a países como Alemania o Estados Unidos. En un principio era un reproductor de cine mudo, pero desde 1934 incorporó la parte auditiva.
Tras ser vinculado incluso con los populares dibujos de Disney, el aparado fue superado por otras tecnologías, como la propia televisión y, aunque intentó adaptarse, finalmente la empresa cerró 1974. «Ahora, todo este material es histórico y de coleccionismo», matizó la viceconsejera.
Por último, Mar Sancho, quien recalcó el apoyo de la Junta a la divulgación del patrimonio audiovisual y a la creación de nuevos contenidos, explicó que la Filmoteca de Castilla y León ha desplegado un programa didáctico de actividades vinculado a la exposición, gracias al que los niños que se desplacen a visitarla podrán conocer el funcionamiento de estas máquinas.
Por su parte, el coleccionista Antonio Sánchez comentó que, desde su punto de vista, es una exposición «muy entrañable» pues «llega a los niños, pero también a las personas mayores que, en muchos caso, lo han usado». «Me encanta ver a abuelos y nietos disfrutando de estos juguetes a los que tanto cariño les tengo», añadió.
Sánchez compró su primer proyector con 16 años y le picó «el gusanillo» tiempo después cuando restauró otro adquirido en el Rastro de Madrid. «Quizá todo viene de un trauma infantil porque mis padres no me compraron el Cinexin», bromeó.
El coleccionista accede a los objetos a través de anticuarios, subastas o páginas de internet. Según explicó, en 1931 costaban 16 pesetas y ahora oscilan entre los 70 y 100 euros aunque cuenta con alguna pieza cuyo precio se eleva hasta los 1.500 euros.
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