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Laura Linacero
Sábado, 17 de diciembre 2022
Libreta y bolígrafo para hacer cuentas de cara a la Navidad en una cesta de la compra que promete ser histórica en lo que a precios se refiere. Histórica no solo en las casas que se aprietan el cinturón en estas cenas y comidas ... festivas sino también en los bares y restaurantes que declinan ciertos productos por el elevado precio que tiene. Un rechazo intencionado que, sin embargo, no ha logrado mantener el coste de los menús en la hostelería salmantina. «No nos queda más remedio que subir los precios pero nos apretamos lo máximo posible para que la subida no sea exagerada», comenta Jorge Moro, presidente de la Asociación de Hostelería de Salamanca.
Con subidas de «hasta el 50 por ciento en algunas materias primas» y las facturas eléctricas por las nubes, la supervivencia es cada vez más complicada. «El tema de suministros eléctricos es una pasada y ya no podemos ajustar más ahí», lamenta. De hecho, es uno de los condicionantes que más esta asfixiando a la hostelería con subidas de hasta un 70 por ciento. «Un restaurante que estaba pagando 1.400 euros, ahora paga el doble», apunta. Definido por él mismo como «un robo auténtico», los impuestos derivados de esas facturas es lo que considera abusivo. «El consumo no es tanto, son los impuestos los que engordan las facturas», indica.
jorge moro
Presidente Asociación Hostelería Salamanca
Imposible reducir más los costes. Lo mismo con ciertos productos que son insalvables «como la leche o los huevos», comenta el hostelero. Algunas materias primas, en cambio, se han visto desplazados porque «preferimos prescindir de algún artículo que tiene una subida exagerada para no subir demasiado la carta porque sabemos cómo está todo», añade.
El hartazgo generalizado del que habla el hostelero salmantino que se traduce en una tendencia diferente a la hora de reservar en un restaurante. «La gente es más prudente en los menús, y compara muchos los precios ahora. Ya no tira del producto más caro aunque sean Navidades», apunta. No obstante, la situación de las dos últimas Navidades condicionadas por la pandemia hace que ver este año con especial optimismo. «Estamos siendo bastantes positivos y la gente esta respondiendo como en 2019», asegura.
No obstante, este halo de esperanza secundado por una situación de normalidad plena no borra las malas cifras de dos años consecutivos. «La pandemia ha sido gravísima, nos ha obligado a cerrar nuestros negocios y eso es lo peor que te puede pasar», añade. Algunos de ellos, de hecho, tuvieron que cerrar de forma definitiva por las restricciones de la covid-19. «Entre quince y dieciséis establecimientos por el centro han cerrado, pero si a eso les sumamos los bares de barrios nos podemos ir a casi cuarenta locales», asegura.
Con este panorama de persianas bajadas, parece un acto de valentía atreverse a abrir un bar aunque el hostelero salmantino reconoce que «hay mucho valiente». Sin embargo, la idea preconcebida de este negocio no se ajusta a la realidad del emprendimiento tal y como asegura Jorge Moro. «Hay gente que abre un bar y se cree que todo el dinero es para él, y al final haciéndolo muy bien te llevas un 10 por ciento de facturación», explica. Sin embargo, intentar aumentar ese porcentaje de ingresos se traduce en «un gremio lleno de piratas a la hora de pagar». Ese mal trato es lo que, en parte, ha hecho difícil encontrar ahora profesionales que quieran aceptar las condiciones legales. «Nosotros respetamos descansos y salarios, pero te das cuenta que la gente vive mejor con una ayuda, con trabajos en los que no se cotiza y que la gente no quiere trabajar», lamenta.
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