M.J. Carmona
Domingo, 16 de febrero 2025, 18:10
El estudio de Álvaro Perote es un caos controlado donde la experimentación manda, pasa horas y horas de pruebas, de ensayos, de errores que no siempre lo son, porque de ahí nace su arte. Su proceso creativo es puro laboratorio: experimenta con maderas, metales, ácidos y pigmentos industriales, buscando la reacción exacta, el efecto inesperado. «Voy probando. Me gusta que las cosas vayan cambiando, que puedas hacer repeticiones, que un mismo material reaccione de formas distintas según cómo lo trabajes», dice.
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Perote es vallisoletano, originario de Peñafiel, pero lleva más de diez años afincado en Salamanca. Compagina su trabajo como técnico de grabado en la Facultad de Bellas Artes con largas jornadas en su estudio. Su rutina es intensa: termina su jornada laboral, cena algo y se encierra en su espacio de creación hasta que el sueño lo vence. Para él, el arte no es una profesión, es una necesidad física. «Hay gente que se relaja leyendo o viendo una serie. A mí lo que me apetece es venir aquí y probar cómo reacciona un material, echarle un ácido, quemarlo, ver qué pasa, tengo esa necesidad de crear, una cierta obsesión por producir«.
Antes de sumergirse en el mundo del arte, Perote tuvo otra pasión: los coches. «Hice automoción y fui mecánico porque me gustaba correr en rallys. Lo estudié a muerte», recuerda. Aquel interés sigue presente en su obra. No solo aparece como temática en sus trabajos, sino también en los materiales que emplea. «Ahora, por ejemplo, estoy utilizando bidones de aceite que tenía mi abuelo en el taller. Los estoy cortando para hacer láminas de chapa y montar un cuadro con ellas». Esos dos mundos no solo se unen en lo visual también en la técnica para realizar las estampaciones: «Una vez tengo el grabado en la madera listo, preparo la tinta, el papel y paso el coche por encima».
Su entrada en Bellas Artes fue tardía y casi accidental. A los 24 años, sin formación previa en academias, se sumergió en un mundo desconocido para él. «Era un analfabeto plástico y a la vez un obsesionado por el arte, por la creación. La primera vez que vi a un modelo desnudo para dibujar me pareció fascinante, mientras que a otros compañeros les aburría», recuerda. Esa fascinación inicial se convirtió en la gasolina que pondría todo en funcionamiento.
En el estudio de Perote hay madera, metal, papel, tintas, ácidos y herramientas de todo tipo. No se limita a una sola técnica ni a un solo proceso, talla, graba, suelda y experimenta con todo lo que cae en sus manos: «No le tengo miedo a nada», asegura. Su proceso es una constante búsqueda: grabados en linóleo, pero también en PVC, plásticos duros y maderas, porque la dificultad de trabajar estos materiales le genera resultados más interesantes. «Si quieres hacer una curva en un material duro, es complicado y el resultado es más imperfecto, es lo que me gusta y resulta perfecto para mí», explica.
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El metal también forma parte esencial de su obra. Actualmente está explorando distintos efectos de oxidación y texturas mediante ácidos y soldaduras. «Uso ácido fluorhídrico, azufre con aceite de oliva, salfumán con sal… Cada reacción da un efecto diferente. La soldadura con azufre y aceite de oliva, por ejemplo, genera tonos amarillos», describe. Todo se trata de experimentar: «Me encanta observar como actúan los materiales ante distintas sustancias y como evolucionan con el paso del tiempo».
La pintura que utiliza es tinta industrial, la misma que se emplea en periódicos impresos. «La tinta de grabado es carísima, con la tinta industrial me sale muchísimo más barato», dice. No busca un acabado perfecto. «Siempre va a haber alguna pérdida en el papel, alguna imperfección. Pero es que yo no grabo con punta fina, no necesito que el resultado sea pulcro. Me gusta la degradación, la mancha que provoca el aceite de la tinta; los azules generan grises y los rojos hacen violeta».
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Pero no solo la técnica define su arte. También el proceso de búsqueda de materiales. Perote recurre constantemente a materiales reciclados, en parte por economía y en parte por su potencial estético. «Voy por los polígonos industriales a ver qué me encuentro. Estoy seguro que cuando me ven llegar con el coche piensan 'ya está aquí el pirado este'», bromea. Habla con los trabajadores de talleres de chapa y pintura, les pregunta qué van a tirar, recoge piezas de metal y otros materiales que otros consideran desechos. «Para mí, hay basura de calidad», dice con una sonrisa.
Pero en Salamanca, mantenerse como artista no es fácil. Perote critica la falta de oportunidades y espacios para creadores emergentes. «Aquí, cuando terminas la carrera, si quieres seguir en el mundo del arte casi te obligan a irte. No hay oportunidades, deberían apostar mucho más por el talento local», lamenta.
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Para quien decide quedarse no es fácil. «Este mundo es complicado, sobre todo económicamente», reconoce. El 60% de su sueldo se va en mantener su estudio en Van Dyck y en comprar materiales, aunque ha aprendido a buscar alternativas. Trabajó en la tienda de arte Arte Miranda, lo que le permitió descubrir opciones más asequibles sin perder calidad.
También señala la falta de galerías en la ciudad. «No hay espacios para exponer. Como mucho, en Marcos y Molduras Agustín Pérez Paz, la joyería Luis Méndez y La Barbería. Y La Barbería es un proyecto privado, no institucional». Destaca el trabajo de Alvar y Macu, los responsables de este espacio, que combinan el mundo del tatuaje con exposiciones de arte contemporáneo. «No hay nada así en España. Ni en Madrid ni en Barcelona. Lo hay en Berlín, en Londres, en Los Ángeles. Y aquí en Salamanca lo han montado ellos de su propio bolsillo, sin apoyo institucional».
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Perote no solo critica la falta de oportunidades, sino la falta de interés de las instituciones en los artistas locales. «El Museo de Arte Contemporáneo de Salamanca ni siquiera conoce a todos los artistas de la ciudad. Nunca los he visto acudir a la facultad para descubrir a los nuevos creadores».
A pesar de todo, sigue adelante. «Esto lo disfruto como un niño pequeño, aunque me dé alegrías y sufrimiento a partes iguales», confiesa. «Voy a seguir haciendo lo mismo. No busco contentar a nadie. Hago lo que me pertenece en este momento, con mis códigos y mis procesos, espero que al igual que hasta ahora, sigan saliendo oportunidades«. Porque no han sido pocas; ha expuesto en el DA2, en la Hospedería Fonseca, en el Espacio Joven de Salamanca y CreaVa, entre otros. Para Álvaro Perote, crear no es una elección, es una necesidad, todo lo que otros desecharían, en sus manos cobra sentido. «A veces pienso que ojalá no tuviera esta necesidad de hacer nada. Pero es lo que me da ese poquito de gasolina, lo que me mantiene vivo».
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