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Despojarse de todo lo material, alejarse de lo que un día fue hogar y hoy es solo la imagen del horror y emprender una nueva vida lejos de casa. Concretamente, 3.717 kilómetros separan Ucrania de Salamanca aunque no se puede cuantificar de ninguna manera ... lo que supone huir de la guerra. Hace hoy un año del inicio de la invasión de Ucrania por parte de las fuerzas rusas. Un conflicto bélico que se ha convertido en una guerra larga con miles de víctimas y una enorme destrucción en el país agredido. Víctima quien huye, quien se queda y quien pierde la vida a medio camino entre ambas intenciones.
Entre las miles de personas que han escapado de la guerra, 540 personas buscaron cobijo en Salamanca, de las cuales 191 se instalaron por mediación de Cruz Roja y 349 fueron atendidas por Accem, una ONG que trabaja para mejorar la calidad de vida de las personas refugiadas. Una acogida que en las primeras semanas fue repentina y con una temporalidad acortada. Sin embargo, las hojas del calendario pasaban y lejos de acercarse una tregua, la intensidad del conflicto se agravaba. Con un tiempo difícil de definir, muchas familias se reubicaron en otras ciudades, otras decidieron volver a su país y cincuenta y cinco familias han considerado quedarse en la capital charra para buscar un futuro.
Cruz roja y accem
Salamanca tiene ahora 118 vecinos más que tratan de adaptarse al ritmo de la ciudad. Aunque poco tiene que ver con la vida que mantenían en su país, buscan forjar una nueva red en la que, al menos, poder permanecer a salvo. Cuarenta y tres son las familias atendidas por Accem que se encuentran dentro del sistema de protección internacional en Salamanca y desde el pasado 31 de diciembre esta ONG toma las riendas de la totalidad de la gestión después de haber compartido colaboración con el Ayuntamiento de Salamanca.
De las doce familias que están bajo el amparo de Cruz Roja, diez están dentro del Programa de Acogida del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para personas solicitantes de protección internacional y temporal, y reciben diferentes apoyos para la cobertura total o parcial de sus necesidades básicas. Las otras dos familias, en cambio, viven de manera independiente sin el amparo del programa.
Realmente conseguir esa autonomía en un país nuevo es lo más complicado. Resulta complejo conseguir un empleo sin tener un control básico del idioma, y en eso es en lo que trabaja especialmente Cruz Roja: darles las herramientas para poder labrar un futuro. Tres familias han logrado ya inserciones laborales. De hecho, a una de ellas el trabajo le ha permitido salir del programa de acogida para desarrollar su vida de manera independiente. Las otras dos han sido inserciones a tiempo parcial que ya han finalizado. El objetivo, por supuesto, es conseguir esa libertad económica que tanto les preocupa, por eso buscan fomentar la empleabilidad con cursos y acciones de cualificación para el empleo.
El trampolín para firmar un contrato es, sin duda, tener ciertas nociones del castellano. El Centro de Formación de la Cruz Roja se encarga de proporcionar clases de español a aquellas personas que lo soliciten y, después de un año, se empiezan a registrar los primeros avances. No obstante, los niveles son dispares porque el punto de inicio era desigual entre los refugiados: hay personas cursando los niveles A1, A2, B1 y B2. Asimismo, ocho menores han sido escolarizados en los distintos niveles educativos según su edad y una de ellas continua con su formación on line.
La recepción de inmigrantes no se entiende sin la integración. Por ello, buscar la indexación con el resto de la sociedad es una pieza vital dentro de todo el proceso acogida. La integración de inmigrantes es un proyecto que ofrece información y orientación social y jurídica a las personas, en este caso, refugiadas. El acompañamiento psicológico también es vital no solo a las personas que han huido a consecuencia de la guerra sino a aquellas que residían en la ciudad en las etapas iniciales del conflicto y estaban afectadas ante la situación en la que se encontraban sus familiares en Ucrania.
La crisis de Ucrania supuso la movilización de fondos económicos y los recursos humanos necesarios para la atención de personas de origen ucraniano recién llegadas a la ciudad, acompañadas o no de familiares que ya residían en ella, facilitando ayudas de alojamiento y manutención. Tan solo un mes después de que se desatara el conflicto se habilitó un dispositivo 'Emergencia Ucrania' para la acogida de emergencia a familias ucranianas. Este recurso que permitía alojar a las 66 personas llegadas a una residencia, cerró sus puertas a finales de noviembre cuando las doce familias que tomaron la decisión de quedarse en Salamanca, pasaron a residir en una vivienda independiente.
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