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Imagina estar 18 años encerrado en ti mismo, siendo conocedor de tu identidad y autoconvenciéndote de que eso no es lo correcto. Esa es parte de la historia de Pablo Ramos Hernández, un docente de origen pacense, que cambió su vida al mudarse a la ... capital charra. «Salamanca me permitió ser yo mismo y desde entonces esa libertad me hace más feliz».
Este 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTB, Salamanca se une para concienciar sobre los derechos del colectivo y desde la Asociación Iguales transmiten, «nuestros derechos son iguales aunque nuestras realidades sean diferentes».
La historia de Pablo Ramos Hernández comienza en Badajoz, allí vive su infancia y adolescencia desde el miedo y la soledad. El pequeño pertenece a una familia conservadora y la relación con sus compañeros en el colegio no es la adecuada. «Desde niño me han intentado convencer de que la homosexualidad no está bien y esto provocó que me encerrara en mí mismo». Fue en el instituto donde empezaron las agresiones físicas y verbales, «el centro no supo gestionar lo que yo estaba viviendo». De todas formas, Pablo reconoce que no se puede responsabilizar a los colegios e institutos al cien por cien de estas situaciones, ya que la educación en casa y en la calle es igual de importante.
El protagonista de esta historia cumple la mayoría de edad y decide irse de casa y cursar sus estudios en Salamanca. Allí se licencia en Filología Hispánica y realiza un máster en Estudios Interdisciplinar de Género. La capital charra y la Usal cambian su vida por completo, «el ambiente universitario, la libertad, el relacionarme con personas que no me juzgaban, me ayudó mucho». Pablo se siente libre, feliz y con ganas de mostrar a sus seres queridos quién es de verdad. Por ello, se empodera y cuenta a sus padres que es homosexual, «mi madre no se lo esperaba, no tuve ningún problema con ella, pero tenía más miedo de la reacción de mi padre». Ambos progenitores estaban separados y según afirma Pablo, «la nueva pareja de mi padre me ayudó mucho a que él entendiera mi sexualidad».
La reacción de su padre fue toda una sorpresa para Pablo, «no se lo tomó tan mal como pensaba, pero hubo una pregunta que me dejó sin palabras». Éste le preguntó a su hijo si había tenido alguna relación con un hombre, a lo que él respondió que no; su padre preguntó nuevamente que cómo sabía entonces que le gustaban las personas de su mismo sexo, «en ese momento le hice la misma pregunta a la inversa y ahí se dio cuenta de lo absurdo que era».
Actualmente, Pablo es feliz en Salamanca y pertenece a la Asociación Iguales, «es una asociación muy horizontal que permite el acompañamiento a las personas que sufren discriminación por su orientación sexual». El docente organiza charlas dentro del grupo y ayuda en otros ámbitos siempre y cuando sea necesario, «a las personas que han pasado por lo mismo que yo quiero que sepan que siempre hay alguien que te va a dar la mano, que te va a ayudar y te va a acompañar». Por último, cabe destacar que la asociación colabora con el Ayuntamiento para tratar aquellas víctimas que necesiten atención psicológica.
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