Todo empezó hace 50 años. Al comienzo de los años 70, el tráfico rodado en la Plaza Mayor, signo de modernidad en otros tiempos, empezaba a ser un problema. En 1954, el arquitecto Lorenzo González Iglesias daba a conocer el proyecto que iba a dar con la imagen definitiva, despejada y enlosada de la plaza que ha llegado a nuestros días. Solo cuatro años después, se pone en marcha la experiencia de un aparcamiento en la propia plaza que dura dos meses, pero dos años después ya no hay manera de impedirlo. El tráfico se apodera de la plaza y en los años '60 incluso se proyecta un párking subterráneo bajo su superficie, que nunca llega a hacerse realidad.
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Pronto los gestores empiezan a preocuparse por los males que la motorización de la sociedad podía causar al monumento con un proyecto de ordenación y las primeras decisiones que abrieron el camino a lo que después ha sido una constante: sacar a los coches del centro histórico. El proceso tuvo algunos momentos críticos, como las obras en las calles Zamora y Toro, donde los coches eran parte del paisaje y su eliminación despertó las protestas de los comerciantes. Pero en la última década el cambio ha sido imparable. Así ha sido la transformación.
El antes y el después de tres calles emblemáticas del centro:
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