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Cambio climático, pérdida de biodiversidad, consumo excesivo, residuos, contaminación y deforestación son solo algunos de los retos socioambientales a los que nos enfrentamos a nivel global. La educación ambiental es clave para que todas las personas tomemos conciencia de ellos y adquiramos los conocimientos básicos y la voluntad para adoptar soluciones. Por ello, cada 26 de enero, desde 1975, se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental.
Ángela Barrón, profesora del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Salamanca, es experta en esta materia que imparte y en torno a la que, además, participa y coordina distintos proyectos. Afirma que vivimos en una sociedad global que padece grandes problemas macroecológicos, como los citados y que, por tanto, «requiere de estrategias globales de resolución».
La forma de afrontarlos por parte de la educación ambiental (EA), según detalla es «como no podía ser de otro modo, a través de acuerdos globales y buenas intenciones que cuesta mucho después llevar a la práctica, por los conflictos de intereses que subyacen en todos esos retos y objetivos».
En esta línea recuerda que «ya en la Cumbre de Río de 1992 se tomó conciencia de esa realidad. Se propuso, por un lado, una Agenda 21, de avance hacia un desarrollo sostenible en el siglo XXI. Por otro lado, se firmaron dos convenios vinculantes como fueron el Convenio de Cambio Climático y el de Diversidad Biológica, del que han surgido multitud de acuerdos y encuentros para avanzar en la resolución de dichas problemáticas».
Asimismo, «la Agenda 2030 firmada en 2015 es otro ejemplo de la agenda acordada para avanzar en 17 grandes retos y objetivos, tanto de tipo económico, como social y ambiental, con el fin de avanzar hacia un desarrollo humano sostenible», detalla.
Lamentablemente, «el avance es mucho más lento del deseable», por ese enfrentamiento de los intereses económicos frente a intereses ecológicos y sociales, apunta la profesora, que no pierde el optimismo. Así, destaca que «no hay que perder de vista que se han producido notables avances que hay que reconocer».
Para argumentarlo, enumera «el amplio establecimiento de hábitos en la ciudadanía para el uso de los distintos contenedores para clasificar los residuos domésticos; también hemos visto un incremento notable de los carriles bici; se está dando un fuerte impulso a la transición energética hacía energía renovables; uso de vehículos eléctricos; un incremento en la producción y demanda de agricultura ecológica; arquitectura más bioclimática; integración en el ámbito empresarial de los estándares ambientales; desarrollo de legislación ambiental; y el impulso a la economía circular desde 2015 en la política europea», entre otros ejemplos.
A su juicio «sin duda, todos estos avances tienen mucho que ver con el incremento de la educación ambiental en los diferentes sectores sociales». En esta línea cita las aportaciones de las diferentes estrategias de educación ambiental que en los diferentes países y comunidades han logrado importantes avances en su integración, tanto en el sistema educativo como en otras instituciones, empresas y colectivos.
En Castilla y León, destaca, la primera se puso en marcha en 2003, y el pasado 18 de enero se acaba de aprobar la III Estrategia de Educación Ambiental de Castilla y León 2024-2030, por Acuerdo 7/2024 de la Junta de Castilla y León.
Además «estamos asistiendo a diferentes programas de naturalización de ciudades y patios escolares, así como a un incremento de iniciativas por parte de los distintos centros, equipamientos y fundaciones de educación ambiental».
Aterrizando en la realidad de Salamanca, Barrón considera que hay algunos aspectos que muestran que se está avanzando por el buen camino. Así considera «todas las iniciativas de recogida y tratamiento selectivo de basuras; los carriles bici; el incremento de zonas peatonales e inclusivas para el fomento de la movilidad sostenible; el plan de infraestructura verde y fomento de la biodiversidad; la renaturalización de la ciudad y los huertos urbanos», entre otras iniciativas. «Claro que se está avanzando, aunque quede mucho por hacer«, reconoce.
Como en otras ciudades, en Salamanca se están creando infraestructuras verdes con grandes inversiones, pero ¿estamos educando a la población para entender la necesidad y el alcance de todos estos cambios? La profesora afirma que «no suficientemente, y ese es un fallo estratégico, ya que algo que ya tenemos claro es que todo este tipo de iniciativas de gestión ambiental se tienen que acompañar de educación para la ciudadanía, ya que de lo contrario pierden gran parte de su eficacia».
De hecho, si seguimos sin comprender que tenemos que usar menos el coche y pedimos más asfalto y talas excesivas del arbolado urbano que perjudican la salud ambiental de las ciudades y la nuestra propia, es «por falta de educación ambiental», lamenta.
En este sentido, considera que el reto más importante de la educación ambiental actualmente es «su integración transversal en los diversos escenarios de acción, que ya se plantearon en el Libro Blanco de la EA (1999), y que van desde la Administración General, Autonómica y Local, hasta las empresas, los sindicatos, los medios de comunicación, y el sistema educativo, en todos sus niveles (Infantil, Primaria, Secundaria), así como en toda enseñanza universitaria».
La Facultad de Educación de la USAL integró la Educación Ambiental a su oferta a mediados de los años 90. En concreto en la Diplomatura de Educación Social y en la Licenciatura en Pedagogía. No obstante, desde mediados de los años 80 ya la había incorporado en un Programa Interdepartamental de Doctorado de la USAL, denominado de 'El medio ambiente natural y humano en las Ciencias Sociales'.
Ángela Barrón asegura que en estos momentos se trata de una materia «demandada por el alumnado y, sobre todo, gusta mucho a los estudiantes. La razón es que les ayuda a entender la problemática socioambiental global y les capacita para llevar a cabo intervenciones de educación ambiental en entornos reales a través de prácticas de aprendizaje servicio. Eso incrementa su motivación y les ayuda a entender el sentido de su actividad profesional, además de sentirse reconocidos por el servicio prestado.»
No solo la educación reglada es relevante en materia de educación ambiental. Ángela Barrón recuerda que «los medios de comunicación desarrollan un importante papel en cuanto a la dimensión informativa, y desde ahí están contribuyendo a la alfabetización ambiental».
No obstante, «la educación ambiental no solo requiere alfabetización y concienciación, sino sobre todo capacitación para la acción y cambio actitudinal y comportamental. En este aspecto es en el que deben mejorar, aunque no lo tienen fácil cuando se ven mediatizados por ideologías políticas e intereses económicos», señala.
Por ello considera que «van por buen camino todas aquellas iniciativas y programas en los medios de comunicación que presentan los problemas en su globalidad y complejidad y con fundamento científico, además de ofrecer alternativas de solución que la ciudadanía pueda incorporar en su día a día».
En lo que respecta a las redes sociales, la profesora indica que en ellas «podemos encontrarnos de todo, ya que abren una vía excelente de difusión de información, conocimiento y establecimiento de debates». Pero, también existe «una mala utilización de estas».
Un ejemplo de buen uso educativo de las mismas, destaca, es el caso de #EA26 «que ha servido para poner en valor la educación ambiental como herramienta necesaria para frenar la crisis ambiental y alcanzar la transición ecológica. Se trata de una iniciativa puesta en marcha desde 2014 con motivo del Día Mundial de la Educación Ambiental para impulsar su desarrollo desde las redes sociales».
Otras iniciativas positivas serían el uso educativo que hacen de las redes sociales los movimientos mundiales de Juventud por el clima, Fridays For Future, o Teachers por Future, todos ellos colectivos comprometidos con la difusión de sus iniciativas en educación ambiental y ante la emergencia climática.
También hay malos ejemplos que no están sirviendo para educar ambientalmente sino todo lo contrario, «como el uso que están haciendo de las redes sociales algunos colectivos negacionistas y conspiranoicos, que aprovechan las redes sociales para difundir sus teorías, al margen de la evidencia y el consenso científico, y que se ven apoyados por sectores que ven atacados sus intereses por las nuevas políticas de transición energética y Agenda 2030».
Ante este problema, la manera de afrontar la educación ambiental es a través de «información bien fundamentada, y desarrollando el pensamiento crítico para desvelar y analizar los intereses ocultos que llevan a dichas corrientes a negar las evidencias y los consensos científicos».
El panorama de la educación ambiental es complicado. «Es evidente que atravesamos una crisis ecológica global, con grandes problemas y retos que resolver, tanto de tipo económico, como sociales y ambientales, y así han quedado recogidos en los 17 ODS de la Agenda 2030. Sin embargo, las divisiones geopolíticas existentes en el panorama internacional actual impiden la convergencia hacia soluciones globales para dichos problemas globales, lo que dificulta el avance en dicha Agenda».
Sobre ello ya ha alertado el secretario general de la ONU, António Guterres en el reciente Foro de Davos, al afirmar que la pérdida de fe en la política y en el sistema económico para solventar dichos retos, alimenta la desconfianza ciudadana, y puede dar alas a líderes y movimientos extremos, recuerda Barrón.
¿Y es optimista con todos estos frentes abiertos? «Aun reconociendo esta realidad, creo que no debemos perder la fe en el poder transformador de la educación como motor de cambio social. Y ante la pregunta que me planteas, más que ser optimista, como profesora de educación, decido serlo», concluye.
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