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La caída de un árbol en el barrio Vidal, hace dos años, desencadenó una oleada de rumores sobre el estado del arbolado de la zona. No era infrecuente escuchar decir que eran un peligro, y «mentiras, como que estaban para caerse todos». En consecuencia, también empezaron a extenderse voces pidiendo su desaparición.
María Teresa Rodríguez, presidenta de la asociación de vecinos Charra, lamenta esta situación en la que debe imponerse el sentido común. «Nosotros no somos ecologistas ni feministas, pero creemos que cuando vas a un hospital, por el hecho de que detecten que tienes algo no te mandan al cementerio. Con los árboles igual, hay que tratarlos, cuidarlos y conservarlos».
Por este motivo el colectivo vecinal ha solicitado formalmente a la Concejalía de Medio Ambiente una evaluación acerca del estado de los árboles y jardines. Piden que si detectan alguno que tenga problemas, se le administren los cuidados adecuados. Solo en caso de que se considerase que algún ejemplar concreto está demasiado dañado para mantenerlo, que sea sustituido por otro. Jamás eliminarlos de forma definitiva.
«Nos parecen muy importantes los árboles y dan entidad al barrio», incide la representante de la asociación, que valora el papel de estos seres vivos para mantener la salud y la calidad de vida en la ciudad. Más aún en el contexto actual de renaturalización de las ciudades para adaptarlas al cambio climático.
A su juicio «a veces se habla por hablar» en contra de los árboles, porque hay personas que los consideran un estorbo para tener otras vistas o para ampliar las terrazas y se olvidan de los beneficios que aportan.
Cada asociación de vecinos tiene su personalidad. En el caso de Charra no se plantea como objetivo ofrecer alternativas de ocio y tiempo libre, sino atender y canalizar las necesidades de los vecinos. Escucharles de tú a tú para atender sus inquietudes o detectar los problemas del barrio.
El colectivo, que cedió hace años su anterior sede, en la calle Emigdio de la Riva, para que en ese espacio se instalase una pequeña biblioteca municipal que pudiera dar servicio en la zona, se trasladó a la Casa de Asociaciones. Pero como ésta se ha reformado completamente y además se han sumado las restricciones y efectos colaterales de la pandemia, ha estado mucho tiempo sin poder utilizar este espacio.
Ahora que ya cuenta con una pequeña oficina frente a la conserjería del edificio municipal, ha puesto en marcha un Servicio de Atención al Vecino todos los miércoles (excepto festivos) en horario de 17 a 18.30 horas. Allí escuchan a las personas que lo requieren y les ayudan. Si preguntan por actividades para realizar u otros recursos, les remiten a otras organizaciones del entorno que las ofrecen. De hecho aseguran que mantienen muy buena relación con todas ellas y que no tiene sentido duplicar las iniciativas que ya están desarrollando.
Y si los vecinos llegan al servicio para plantear quejas sobre algún aspecto del barrio, las comprueban y canalizan para que lleguen al Ayuntamiento o entidad responsable.
La única actividad que mantiene Charra es un taller de manualidades. En la última asamblea de esta asociación atípica, celebrada el pasado miércoles, decidieron eliminar las cuotas de los socios. Los gastos del local, luz y calefacción los afronta el Ayuntamiento. «Lo que podríamos recaudar sería para pagar las comisiones del banco» y como eso no es lo que desean, optaron por no cobrar. Solo en caso de que necesiten fondos para realizar alguna actividad en concreto solicitarán aportaciones voluntarias de los socios.
Otra decisión de la asamblea, en la que se aprobó la renovación de la junta directiva en la que María Teresa Rodríguez repite presidencia, fue depurar el listado de socios. Figuraban en torno a 80 personas, pero muchos realmente no estaban activos por distintos motivos. El colectivo quedará reducido a la mitad, pero al menos tendrán claro quienes son realmente para poder contar con ellos y ser realistas en sus planteamientos. Porque, además, proponen que todos los socios sean representantes de la asociación en la zona, especialmente en la calle en la que residan, para encauzar peticiones, quejas y sugerencias.
La asociación mantiene una relación muy fluida con el Ayuntamiento, a quien traslada las inquietudes vecinales respecto al mantenimiento del mobiliario urbano, la limpieza de las calles y cualquier otro aspecto mejorable.
Del mismo modo, especialmente a través de los presupuestos participativos, le piden la renovación del firme y las aceras de distintas calles de la ciudad. La presidenta se muestra satisfecha de los resultados que van obteniendo, ya que se han mejorado algunas en las inmediaciones de Gómez Arias y actualmente se están haciendo obras en otras. También en breve comenzarán las obras en la glorieta de Gran Capitán.
De todas estas cuestiones informarán a los socios a través de un grupo de WhatsApp, un sistema rápido y eficaz para esta asociación que da mucha importancia a la comunicación.
Charra tiene «la puerta abierta a todos los vecinos» y defiende que los barrios «no son guetos, son ciudad». Por eso considera que los festejos y otras actividades de calidad deberían estar descentralizadas en lugar de dar «cuatro perras» a los colectivos vecinales y que tengan que conformarse contratando «subcultura».
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