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Durante décadas, el amianto ha sido un material que se ha utilizado en el sector de la construcción por su gran resistencia y su bajo coste. Sin embargo, con el tiempo se descubrió que su exposición prolongada podía causar graves enfermedades respiratorias, lo que llevó a su prohibición paulatina en España hasta ser prohibido de forma definitiva en el año 2002. A pesar de ello, en casi la totalidad de los municipios aún persisten restos de este material en tejados, fachadas, tuberías, estructuras antiguas e incluso materiales decorativos, lo que representa un grave riesgo para la salud de sus habitantes.
Al aprobarse la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, los ayuntamientos se han visto obligados a elaborar un censo de instalaciones con amianto, que es precisamente lo que las empresas salmantinas Calabrés-Tomé Ingenieros y ATURING AI han estado realizando durante el último año por toda la geografía española con un sistema propio basado en técnicas de Inteligencia Artificial. Adicionalmente, dicha Ley obliga a todos los ayuntamientos a planificar y retirar el amianto de todos los edificios de titularidad pública. En particular, la Ordenanza Municipal Reguladora de la Retirada de Amianto en Salamanca también obliga a las comunidades de vecinos a realizar pruebas para detectar, y retirar cuando sea necesario, este material en sus edificios.
Sin embargo, este tema no solo es grave y preocupante para la ciudad de Salamanca, sino para todos los pueblos de la provincia. Aunque residan pocos habitantes en ellos, son susceptibles de tener amianto en sus construcciones, por lo que los censos son obligatorios en todos los municipios de Salamanca. La Vellés, Calvarrasa, Terradillos, Pelabravo y decenas de pueblos más que se enmarcan en la Ruta de la Plata son algunos de los ejemplos de municipios de la provincia en los que se ha detectado este material. Todos ellos cuentan ya con un censo detallado y un calendario de retirada realizado por las empresas salmantinas Calabrés-Tomé Ingenieros y ATURING AI.
Según Sergio Calabrés, de la empresa Calabrés Tomé, el proceso para poder detectar el amianto comienza realizando un censo de los edificios susceptibles de contener amianto. En función del año de construcción del edificio y otras características, se estima la probabilidad de encontrar dicho material. Posteriormente se realiza un análisis exhaustivo del censo utilizando ortofotos aéreas, contrastación de datos e inspecciones visuales para obtener un censo de edificios con altos indicios de contener amianto.
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Si llegados a este punto se detecta la existencia de amianto, se procede a la elaboración de un proyecto que defina y planifique la retirada de aquellos elementos susceptibles de contener amianto de una forma segura. Generalmente no solo se planifica la retirada del material peligroso, sino que también se propone reponer todos los elementos del edificio que se han eliminado. De esta manera, cuando comienza la retirada, se precinta la zona para que los trabajadores puedan comenzar con el proceso, siempre protegidos con un EPI y evitando que se liberen las fibras del amianto y sus partículas, que es lo realmente perjudicial para la salud si llega a las vías respiratorias o a los ojos.
Sin embargo, actualmente no existe ningún método de reciclado o eliminación definitiva viable. Es por ello que, una vez retirado, este material de origen natural es depositado en bolsas y llevado a un vertedero donde es enterrado de forma controlada para evitar futuras exposiciones al ser humano.
Las constructoras que llevaron a cabo trabajos con amianto en diversos edificios de Salamanca, a pesar de la preocupación social y de los riesgos que este material supone para la salud, no enfrentan sanciones ni multas debido a que, en el momento de su instalación, su uso era legal y estaba ampliamente extendido en el sector de la construcción. Sin embargo, la normativa actual sí establece sanciones para aquellas personas o entidades que manipulen, retiren o eliminen este material sin contar con la licencia correspondiente o sin seguir los protocolos de seguridad exigidos.
Aun así, no es la primera vez que la empresa Calabrés Tomé se enfrenta a esta situación. Y es que ya ha pasado que, tras elaborar algún censo en la provincia, tiempo después se haya encontrado amianto abandonado en caminos o zonas del pueblo. En este caso, la retirada del material de la vía pública correría a cuenta del Ayuntamiento pertinente. Pero, además, si se consigue demostrar gracias a esos censos de qué edificio proviene el amianto que se ha retirado sin autorización, el propietario es sancionado con una multa que oscila entre los 400 y los 800.000 euros.
Una inspección de amianto no garantiza de manera inmediata que un material sospechoso contenga este componente, ya que su identificación visual no es suficiente para determinar su presencia. La única forma precisa de confirmarlo es mediante un análisis en un laboratorio especializado, donde se realizan pruebas específicas para detectar las fibras de amianto. Para ello, es necesario extraer una muestra del material y trasladarla en condiciones seguras a un centro autorizado para su estudio. Y en el caso de que los resultados confirmen la presencia de amianto, se deben aplicar los protocolos establecidos para su manipulación y eliminación, garantizando que el proceso se lleve a cabo sin riesgo para la salud pública ni para el medioambiente.
El problema surge cuando este material es tratado como si no fuera amianto, lo que aumenta significativamente el riesgo para la salud. Con el paso del tiempo, especialmente cuando ha estado a la intemperie y expuesto a diversas condiciones meteorológicas como la lluvia, el viento o los cambios de temperatura, el amianto tiende a degradarse y a volverse más frágil. Este fenómeno, conocido como «friabilidad», hace que el material se desmenuce con facilidad, liberando al aire fibras microscópicas que pueden ser inhaladas por las personas sin que estas lo perciban. Con lo cual, cuanto más deteriorado esté el material, mayor será la cantidad de partículas nocivas que se puedan dispersar en el ambiente.
De esta manera, algunas de las enfermedades que se pueden desarrollar si se respira el amianto serían:
Asbestosis: una enfermedad pulmonar crónica que desencadena dificultad para respirar, tos persistente, un sonido anómalo en los pulmones y, en algunos casos, también puede causar el engrosamiento y deformación de los dedos de las manos.
Mesotelioma maligno: es un tumor agresivo que afecta al mesotelio, la membrana que recubre órganos como los pulmones, el abdomen y el corazón, por lo que puede desencadenar una acumulación de líquido en la pleura, dificultad para respirar y dolor torácico.
Cáncer de pulmón: puede presentarse en cualquier forma y evoluciona de manera similar al provocado por otras causas, y para poder relacionarlo con el amianto, es clave revisar el historial de contacto con este material, teniendo en cuenta que la enfermedad puede tardar al menos 10 años en desarrollarse.
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