Yo cheto, tú chetas, ¿de que me estás hablando?
Yo cheto, tú chetas, ¿de que me estás hablando?
La idea fue de Sergio, señor juez, y al principio a todos nos pareció que se le había ido la olla. Recuerdo que el profesor de Lengua nos acababa de suspender por usar esa palabra, 'chetar', en una redacción. «Eso no está en el Diccionario», ... nos gritó el calvo, como si todo lo que se dijese en el mundo tuviera que estar ahí dentro. «Pues acabará estando», le dijo Pablo, que es un bocas y se calienta enseguida.
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Luego, en el parque, Sergio nos contó que eso del Diccionario lo hacían unos carcamales que se reunían todos los jueves en un casoplón cerca del Retiro. La solución era sencilla: había que pillar a uno que fuera especialmente flojo, acojonarle y pedirle que metieran la palabrita en cuestión en la C, en la CH o donde le encontraran un hueco. Por nosotros, como si acababan poniéndola en la W, que hay sitio de sobra. Al tercer porro el plan nos pareció viable y hasta lógico, qué quiere que le diga, señor juez, ya sé que las drogas son malas.
En una página web encontramos los nombres de los carcamales y resulta que cada uno tenía su letra puesta en la silla, como en una guardería. Yo creo que están todos gagá. El Uve Minúscula nos hizo mucha gracia. El tipo tenía entre cien años y la muerte. Su historial ocupaba diez páginas y todavía me acuerdo de las primeras líneas: «Catedrático emérito de Filología Clásica y traductor al español de la Teogonía de Hesiodo». Tócate los huevos, Hesiodo. Un figura era.
Tuvimos suerte porque el hombre salía a pasear todos los días con su tacataca por el barrio. Un día, cuando estaba solo, lo agarramos del tacataca y lo bajamos a toda hostia calle abajo. Mucho Hesiodo mucho Hesiodo, pero el tío corriendo parecía un etíope con apretón. Lo metimos en un portal y le dijimos: «O 'chetar' entra en el Diccionario o te sacamos en el Orgullo Gay vestido de Homero y ya verás tú qué risas el jueves en la Academia».
Yo pensaba que el Uve Minúscula se nos había quedado seco porque tenía la mirada perdida y trataba de coger aire como los peces, hasta que de pronto empezó a descojonarse de nosotros. ¡Se lo juro, señor juez! El tipo carraspeó, se apoyó en el tacataca y nos largó media hora de clase sobre el origen de la palabra 'chetar'. ¡Media hora sin respirar! Que si venía del inglés 'to cheat', que si antes del latín 'excadere'... ¡Hasta nos hizo tomar apuntes! Cuando ya no sabíamos qué decir, el hombrecillo nos enseñó unas fotos en el móvil para contarnos que, aunque el disfraz de Homero molaba, él siempre iba de Helena de Troya, que le ponía más.
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Luego se fue con su tacataca, nos dejó haciendo deberes y ahora el cabrón nos denuncia por coacciones, señor juez. Qué asco de gente, los profesores.
(Logroño, 1970) Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Miembro de la Redacción de Diario LA RIOJA desde 1994, en estos años ha escrito cientos de miles de palabras, unas veces con mayor gracia que otras, sobre casi todas las materias: deportes, cultura, política, sucesos, tribunales, economía... Ha cubierto unos Juegos Olímpicos, un Mundial de fútbol .. y un «campeonato de lanzamiento de boinas». También escribe columnas y reportajes para todos los periódicos regionales del grupo Vocento.
Narración Carlos G. Fernández
Producción técnica Íñigo Martín Ciordia
Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate
Ilustración Manuel Romero
Coordinación José Ángel Esteban
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