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Episodio 7

La última carrera

Nicolás disfrutaba de las noches de Madrid, de la fiesta, hasta que sufrió un infarto. Le recomendaron hacer ejercicio físico y lo que empezó al trote ha terminado en las mejores maratones del mundo

Transcripción

Fuera del radar.

La última carrera

José Ángel Esteban: Es domingo 27 de marzo. Faltan solo unos minutos para las 8.30 de la mañana. Estamos en la Vía dei Fori Imperiali, en Roma, casi debajo del Coliseo. Miles de atletas populares se preparan para correr los 42.195 metros de la maratón de la Ciudad Eterna. Poco antes de la cuenta atrás suena el himno oficioso de 'La Maratona', 'Il Gladiatore'. El que canta es Carlo Assogna. Es tenor y también es runner.

Melchor Sáiz-Pardo: Hay ópera, incluso desde las salidas. Aquí el himno oficial de la maratón.

JAE: Huele a nervios y a linimento. Las caras son de tensión.

Nicolás Otiñar: Cinco minutos, 5 minutos, casi no puedo hablar. Casi no puedo hablar.

JAE: También la de Nicolás Otiñar, al que todos conocen como 'Obispo'. Se enfrenta a su décimo tercer maratón. 13 veces más de 42 kilómetros. El miedo a no acabar, el miedo a fallar, es el mismo que la primera vez.

NO: Qué nervios, ¡Dios mío! Que todo salga bien, vamos a esperarlo.

JAE: Aunque en el caso de 'Obispo', el riesgo es mayor, mucho mayor que el de la inmensa mayoría: en cuestión de minutos va a someter a su cuerpo a un castigo reservado a los más fuertes. Y lo va a hacer con 73 años y unos antecedentes cardíacos cuanto menos delicados. Angina de pecho e infarto. Roma podría ser la última vez que se enfrente a la maratón. O no.

MS-P: Vaya, vaya… Lo de correr maratones especiales tiene que ser algo como esto.

NO: Luego dice Mary que es el último. De eso nada.

MS-P: Que sean muchos como este, ¿no?

Nicolás, a pesar de su veteranía sobre el asfalto, no sabe lo que le espera en las calles de Roma.

MS-P: Una marea de gente y de lágrimas y de móviles grabando de la salida [00:06:03][4.4]

JAE: Enfrentarse a la maratón es volver a citarse con un amigo/enemigo íntimo que tan pronto te lleva al cielo como te traiciona y te deja tirado.

MS-P: Un minuto Nico, espera, una maravilla este domingo 27.

JAE: Queda un minuto para que anuncien la salida. Las sensaciones de Nicolás en los días previos no han sido del todo buenas. Los entrenamientos no han salido todo lo bien que debieran. Eso en cualquier maratoniano es ya un riesgo importante, pero en uno de 73 años es una verdadera ruleta rusa.

MS-P: Tenemos que hacerlo, no vamos a fallar en esta. ¡Qué ambientazo! Pero aquí está. A punto de correr 42.195 metros, quizá por última vez…

Sonido ambiente: 6, 5, 4, 3, 2, 1…

CABECERA

JAE: Aunque parezca un contrasentido en un tipo que lleva a su cuerpo al límite, 'Obispo' corre por salud. Y no está solo. A su lado corre Melchor Sáiz-Pardo.

Es él quien cuenta esta historia.

MS-P: Conocí a Nicolás en enero de 2011 a través de Forofos del Running, un foro de corredores. Ahí estaba Nico, despistado, perdido. Confesaba que no había sido capaz de encontrar la salida de una carrera. Enseguida me llamó la atención aquel comentario, también por su Nick: 'Obispo'. ¿Por qué Obispo? Se lo pregunté cuando lo conocí físicamente poco después en uno de los primeros 10K. Fue allí, antes del pistoletazo de salida, donde me explicó que su alias: había ido a un colegio de curas y había estudiado para ser uno de ellos:

NO: Después del colegio, fue cuando empezamos entre las monjitas y yo me fui al seminario. Yo hice unas oposiciones.

MS-P: Resulta que Nicolás había estado tres años en el seminario de Alcalá de Henares.

NO: Yo desde que he entrado he estado con sotana. Jugamos con sotana y amo todo con sotana, pero no, no, no hubiera llegado a nada.

MS-P: Hasta que un día, un verano, se cansó de todo aquello…

NO: Salgo unas vacaciones y no vuelvo.

MS-P: Se quedó junto a su hermano mayor, que tenía un bar, y empezó en el negocio.

NO: Empecé con la cadena de una mano, una mano, una mano. Y hasta ahora.

MS-P: Es decir, se desvió de lo espiritual a lo espirituoso…

NO: Ya se me daba bien el latín, los estudios. Y, bueno, podía haber llegado hasta Papa casi, pero me quedé ahí. Bueno, estoy aquí, de director del cardenal.

MS-P: Colgó los hábitos, sí, pero Nicolás fue aplicando la nomenclatura religiosa a todos sus locales:

NO: El primero era mi apellido, luego cogí una taberna, era La sotana andaluza. Luego cogí El rincón del cura, no, La venta del cura. Luego El Obispo, que estaba en Brunete y en Villaviciosa. Y después ya me vine aquí, a El Cardenal.

MS-P: Desde octubre de 2010 Obispo dirige El Cardenal, un restaurante del centro de Getafe, al sur de Madrid. El Cardenal es uno de los bares más populares de la ciudad. Y es justo ahí donde estamos charlando. En uno de sus comedores. La vida de Nicolás después de dejar la iglesia ha estado ligada siempre a la hostelería. En 50 años de oficio, ha gestionado doce locales de copas y restauración por todo Madrid. Y el proceso siempre es el mismo: elige un espacio, arma un proyecto, o lo reflota, y cuando le va bien pasa al siguiente.

NO: No sé si es que me aburro o te ofrecen otra cosa y… En el fondo dices «ahora voy a hacer esto». No sé, ¡a lo mejor me va la marcha!

MS-P: Quizá esa ambición, sí, esas «ganas de marcha», tengan algo que ver con el acto de correr… Con acumular carreras y nunca tener suficiente, con la necesidad de buscar un reto. Y una vez conseguido, pasar al siguiente…

NO: A lo mejor, a lo mejor es eso, no sé…

MS-P: Su segundo bar fue el Otiña, estaba en Carabanchel. Allí conoció a Mary, en 1977. Ella, hija de inmigrantes almerienses, era una jovencita recién llegada de Holanda. En un primer momento no pasó nada, pero sí después, en los bailes y las noches en 'El Equilibrio', otro de los proyectos empresariales de Nico. Un discopub que llegó a convertirse en un local de referencia de la Movida al sur del Manzanares.

Sonido discoteca, ocio nocturno

MS-P: Para el 81 Nico y Mary ya eran una pareja inseparable. En esa época, Nicolás llevaba una vida canalla… Días de alcohol, de excesos…

NO: Todos los días a las 4 de la mañana, en todos los garitos de Madrid que abrían.

MS-P: Los setenta, los ochenta y buena parte de los noventa suenan pop y a rock y están envueltos en humo de tabaco:

NO: …Y liarnos con el whisky y que a las diez, once de la noche, el encargado diga «jefe, ya se ha terminado, ¿abrimos otra?». Y yo me he tomado una botella muchos días.

MS-P: Obispo nunca descuidó a su familia, con Mary enseguida tuvo a su hija, y tampoco descuidó sus negocios, pero fueron años dedicados a la noche y a la mala vida. Nunca lo ha ocultado.

NO: Exagerado. Está feo. De alcohol, todo lo que puedas imaginar. Pero siempre, no sé, controlando.

MS-P: Quién sabe cuánto influyó este estilo de vida, pero en 2006 Nicolás empezó a sentir un dolor en el pecho al apretar el paso, al nadar, al hacer algún esfuerzo.

NO: Te daba una punzada que si no paraba iban a más y si paraba remitía y se quitaba. Y digo «cuando vayamos a Madrid tengo que ir al médico a cardiólogo, que no me gusta», porque ya llevaba unos meses que pasaba.

MS-P: Un día de otoño, subiendo una cuesta de camino al banco en Boadilla del Momento, aquellos síntomas se repitieron. Cogió el coche y fue directamente al hospital.

NO: Ahí fue cuando me lo detectaron y fue cuando me metieron en el quirófano.

Sonido quirófano

MS-P: Estaba sufriendo una angina de pecho. Le operaron de urgencia. Tenía las venas casi bloqueadas por completo.

NO: Y me decía «Nicolás, relájese», y les contestaba «Como no me den otro valium, yo estoy muy nervioso». Tuve la suerte de que una de las guías desatascó todo.

MS-P: Por suerte, la operación fue un éxito:

NO: Todo empieza a fluir… «¡Bien, bien, respira!». Y siete u ocho enfermeras se pusieron en marcha. Me metieron ocho o diez pastillas.

MS-P: Y Nicolás comenzó la rehabilitación con mucha cautela:

NO: Yo me tiré tres o cuatro meses a agua mineral. Acobardado.

MS-P: Y con unas indicaciones muy claras por parte de su cardióloga:

NO: «Tienes que hacer algo de ejercicio. Cómprate una cinta. Anda, haz algo».

MS-P: Esas palabras cambiarían su vida para siempre.

Sonido de costa, de playa

MS-P: En 2009 Nicolás y Mary pasaron el verano en Castellón. Unos días tranquilos, junto al mar.

NO: En una de mis vacaciones en Oropesa, empecé a andar y a trotar. Salía por allí y empecé a trotar.

MS-P: Haciendo gala de su disciplina, Nicolás en vacaciones también seguía a rajatabla las recomendaciones médicas, pero esta vez fue cogiendo velocidad… Y el trote se convirtió en carrera.

NO: Era barrio nuevo, no había ni coches ni nada. Podías andar por las calles, decía «bueno, de aquí hasta el final».

MS-P: Los kilómetros comenzaron a caer, aunque no era consciente ni las distancias que recorría.

NO: Y luego por la tarde me iba con el coche a medir lo que había corrido. Digo «¡Anda! Si he corrido 3 kilómetros».

MS-P: Aquello le gustaba y se le daba bien, así que Nicolás empezó a correr y ya no paró.

NO: Me llegó el gusanillo ese de correr, me metí en internet y fue cuando descubrí el foro. Me apunté a la primera carrera, la de Ponle Freno, sin haber corrido nunca más de tres o cuatro kilómetros.

MS-P: Nicolás arrancó esos 10km, en 2009 en la carrera Ponle Freno, una de las más populares de Madrid junto a unos chicos jóvenes de su barrio. Pero pronto les dejó atrás…

NO: Y digo «yo voy para delante, que vamos muy despacio». Y me fui y se quedaron ahí. Luego un cachondeo cuando llegaron a la oficina… «Joder con el colega, con el viejo, nos ha dejado ahí».

MS-P: Esa fue la primera y luego han llegado 300 más.

NO: Llevaré cerca de 300, 200 y pico carreras. Y nunca, nunca, por suerte, me he retirado en ninguna.

MS-P: Para Obispo, pronto el buscar carreras populares y reservar un dorsal se convirtió en un hábito. Pero no uno cualquiera. De los 10 kilómetros pasó a la media maratón:

NO: ¿Cómo sin haber corrido nunca más de diez kilómetros, me pude apuntar y terminar la media maratón de Madrid? La terminé en una hora y 46 minutos.

MS-P: Tocaba soltar un formato e ir a por el siguiente. A por el mayor.

NO: Correr un maratón son palabras mayores. Si eres un poco responsable, te da miedo.

MS-P: El 28 de abril de 2013, con 64 años, Nicolás estaba corriendo su primer maratón. Cumplió su sueño y de forma holgada. Consiguió bajar de las cuatro horas, exactamente paró el crono a las 3 horas y 52 minutos, una marca que le situaba entonces en el top mundial de su edad. Al cruzar la meta, ahí estaba Mary esperándolo (o eso recuerda él…):

María del Carmen Sánchez: En esa creo que no estuve yo, en la primera.

NO: Vamos a ver Mari, en la maratón que yo no me podía levantar, que yo no podía ni andar.

MS-P: Estaba destrozado. Ni entonces cuando acabó su primera maratón ni todavía ahora sabe responder a una pregunta clave:

NO: No sé, es que la palabra exacta… Es complicado definirla.

MS-P: Como le ocurre a cualquiera que acaba la maratón, no encuentra las palabras justas para definir lo que se siente al acabar los 42.

NO: Hay algo de satisfacción y de orgullo y de no sé qué más, pero hasta que no la terminas no explota todo el conjunto.

MS-P: Correr un maratón en torno a las 4 horas y hacerlo pasados los 60, es algo a la altura de muy pocos. Y mantener ese ritmo habiendo superado los 70 años, ha situado a Nicolás en la élite mundial del running. Diez años después de su primer maratón y uno más desde la angina de pecho y la operación a vida o muerte, Nicolas Otiñar, 'Obispo', no ha parado de correr. Hasta ahora ha completado otras once maratones, entre ellas los 6 'mayors':

NO: Es como decimos en el fútbol la Champion League, pues esto es la Champions de los maratones.

MS-P: Las 'mayors' son los seis maratones con más historia, solera y renombre del planeta. El sueño de cualquier corredor: Berlín, Nueva York, Chicago, Bostón, Tokio y Londres.

En el Cardenal, en su último bar, Nicolás tiene enmarcados recuerdos de varias carreras: un gran cuadro formado por fotografías entrando a metas, dorsales, diplomas y también medallas. Entre ellas está la de Londres, su último maratón, lo corrió en 2019, justo antes de la pandemia. Tenía 70 años recién cumplidos.

NO: Y cuando llegué a meta, los amigos llegaron allí en plan torero, empezaron a cantarme.

Sonido despegue.

MS-P: Los maratones y las carreras han llevado a Nicolás y a Mary por los cuatro continentes.

NO: Boston, Tokio, Nueva York, Berlín. Chicago, Londres, París, Frankfurt, Madrid, Oporto, Marrakech, Lituania, Vilnius, Budapest, Colonia, Belfast, Bélgica, Rotterdam, no sé, las tengo por ahí apuntadas.

MS-P: En todas esas carreras, Mary ha estado esperándolo en la meta, y también disfrutando la experiencia:

MCS: Yo me lo paso muy bien con las mujeres de los demás compañeros, nos vamos a tomar nuestra cervecita, lo celebramos…

MS-P: Mary se conoce a la perfección las marcas de Nicolás, su ritmo. Sabe calcular en cuánto tiempo su marido puede completar una maratón; o a qué hora debería pasar por la marca de los 20 kilómetros, de los 30, de los 40…

MCS: Cuando más o menos ya se va acercando su hora, pues yo ya le puedo dar margen (diez minutos, quince minutos), pero si se pasa de ahí ya no vivo.

MS-P: Y si ahí no está Nicolás, Mary se preocupa:

MCS: Si no está, yo sé que algo le pasa, que no está bien.

MS-P: Con tan solo verle la cara al cruzar la meta, ella ya puede intuir cómo de mal lo ha pasado su marido:

MCS: Lo vimos llegar a la meta muy mal. Y digo «Nicolás no está bien, miradlo, no está bien. Y ya cuando le vimos pasar y le vimos la cara… Estaba fatal, fatal. A partir de ahí tengo miedo

MS-P: Eso ocurrió en la maratón de Atenas, hace tres años.

NO: Atenas es… Tiene los primeros 32 kilómetros subiendo y subiendo. Entré en meta destrozado. Espartaco y yo somos los únicos que llegamos en esas condiciones. De verdad, madre mía.

MS-P: Por eso Mary le ha pedido que esta, la maratón de Roma, sea la última.

MCS: Pero ya no quiero más maratones.

MS-P: Reconoce que el deporte a Nicolás le sienta bien...

MCS: Yo sé que cuando corre pues se evade de todo, respira, es feliz.

MS-P: Pero el esfuerzo que supone una maratón le preocupa demasiado…

MCS: Porque ya sufro demasiado. Yo sé la edad que tiene. Hay que ser consciente de que no tiene 40 años ni tiene 50 años. Es que va hace 73 años.

MS-P: Y ha lanzado su ultimátum…

MCS: ¿De maratón? ¿Vas a seguir tú más? Bueno, pues conmigo no cuentes. Eso lo tengo claro.

MS-P: Y así llegamos a Roma, la decimotercera maratón…

JAE: Cuando otros están a punto de jubilarse, Nicolás descubrió el atletismo, el running, después de una operación a vida o muerte por una angina de pecho. Entonces empezó a correr cada vez más tiempo y cada vez más lejos. Superó y disfrutó la prueba de fuego, su primer maratón, y luego llegó el segundo, el tercero, el cuarto… Así hasta 13. La salida es en Roma y le piden que sea el último maratón. Enseguida retomamos la historia.

PAUSA

JAE: Nicolás y Melchor, nuestro compañero, acaban de tomar la salida del maratón de Roma. Están en su primer kilómetro, les quedan 41 más. Vamos con ellos. A correr.

MS-P: Salimos lentos. Nicolás sabe lo que se trae entre manos. Regalar una pulsación de más antes de tiempo se paga muy caro.

MS-P (Roma): Obviamente estamos en el kilómetro 1 y las sensaciones son buenísimas. Ya hay un poco de adoquín. Ya estamos cogiendo un poquito el ritmo.

MS-P: Hemos decidido no correr riesgos. No queremos bajar de las cuatro horas, aunque tampoco queremos pasar de las 4 horas y 15 minutos. Nicolás se ha fijado un objetivo:

MS-P (Roma): ¿A qué ritmo vamos a ir al kilómetro?

NO: Entre 5, 45, 50. Si hay que subir a 6, no hay problema. Este no es de marcas, este es de disfrute.

MS-P: A ese ritmo deberíamos estar cruzando la meta entre las 4h02 y las 4h06…

Los primeros kilómetros van como la seda. A pesar de que hay momentos de atasco, Nico coge su velocidad de crucero de inmediato, antes incluso de rodear el Circo Máximo entre una ligerísima lluvia. Nos cruzamos con unos amigos (Juan, Chusso, Esther…), pero Nicolás prefiere no unirse a ellos para no aumentar el ritmo por ahora. La experiencia es un grado.

MS-P (Roma): Kilómetro 16. Estamos en el Vaticano

MS-P: Tras correr por las afueras de la ciudad, la maratón nos devuelve al centro de Roma…. Y de qué manera. ¡A lo grande!

NO: Llamé al Papa, a ver si podía salir a dar un saludo.

MS-P: Miro a Nicolás de reojo y me parece un niño por las calles de Roma. Hacía tiempo que no lo veía disfrutar tanto de una carrera. Mary, mientras tanto, está esperando junto a Gaby, mi mujer. Hemos quedado a la altura del kilómetro 20, todavía al otro lado del Tíber.

MCS: Ya empezamos a ponernos nerviosas, ya está el globo de las 4 horas.

MS-P: Luego sabré esto, que cuando vieron el globo que sujetaba la liebre de las 4 horas empezaron a preocuparse porque no llegábamos. Pero estábamos justo ahí…

MCS: Mira, mira, ahí vienen. Ay, ya los veo. ¡Estamos aquí! ¡Vamos allí! Vamos, Nicky, vamos, mi niño. ¿Cómo vais? ¿Vais bien? A por ello.

MS-P: Verle, poder abrazar a Nico, comprobar que se encuentra bien tranquila a Mary:

Gaby: Más tranquila, ¿no?

MCS: Sí, qué emoción, ¡por Dios!

G: Súper emocionante. No sé lo que tiene, pero es muy emocionante

MS-P: Y también la emociona:

G: A mí me dan ganas de llorar. ¿Ves? Tú también estás llorando. Es que no se puede evitar.

MCS: Es que la emoción ya es imposible, verlo pasar.

Del otro lado, el encuentro también nos sirve como una dosis extra de energía:

NO: Una maravilla. Las dos chicas, ahí. Un abrazo, un beso y a seguir.

MS-P: Estamos a punto de completar los 25 km, ahora todo va a ponerse cuesta arriba:

NO: Sin sufrir de momento, aunque ahora empieza el maratón, a partir de los 25 o 30. Pero bueno, la sensación es buena de momento.

MS-P: Pasan los kilómetros y en la cabeza de Nicolás empieza a anidar un pensamiento recurrente. El primero es común a todos los corredores. «¿Llegará el muro? ¿Llegará el tío del mazo también Roma».

MS-P (Roma): Alguien dijo que una maratón eran 30 kilómetros de calentamiento y 12 de carrera. Pues ya estamos en el kilómetro 30… Llevamos ya corriendo casi 3 horas, 2 horas 56.

MS-P: Llamamos «muro» a ese bajón tremendo que sienten buena parte de los maratonianos pasadas las dos horas de carrera. Suele aparecer entre el km 26 y 32, pero cada uno es un mundo. Nicolás desde luego sabe lo qué es perfectamente.

MS-P (Roma): Empieza el muro, se ve mucha gente andando ya, un repecho muy fuerte en el 29. ¿Nico, cómo lo llevas?

NO: Bien, de momento. Un poquito más justo de fuerza.

MS-P: El cuerpo se queda sin carbohidratos que quemar y tira de cualquier cosa.

MS-P (Roma): Ha empezado a salir el sol bastante y se nota mucho la humedad. Pero, bueno, nuestro héroe sigue dejando algo Walking Dead detrás.

MS-P: Los «walking deads», los muertos vivientes… Personas que ya no pueden seguir corriendo y empiezan a caminar… Estos son kilómetros clave. Tantos meses de entrenamientos pueden irse a la basura en solo unos minutos. La mente te dice que pares y la lucha es por no ponerse a andar. Pero Nico resiste. No deja de correr.

MS-P (Roma): La respiración de Nico también es bastante más integrada. Estoy viendo como un caballo, pero lo que toca.

MS-P: El calor y la humedad siguen aumentando. La respiración de 'Obispo' hace tiempo que dejó de ser rítmica. Ahora es entrecortada y no puede ni hablar.

[Sonido respiración]

MS-P: Le miro. Le veo exhausto. Es inevitable. Me pasa con Nicolás pero también cuando corro con algún otro amigo runner con problemas cardiacos. Cuando llega el momento del sufrimiento extremo de la carrera de fondo, y casi siempre llega, no dejo de pensar en lo que pasó con el corazón de mi amigo en 2007. Y entiendo que ya es inútil seguir intentando marcarle el ritmo. Hago cálculos. El objetivo ahora es bajar de 4h15m y sobre todo no andar y que no haya lesiones que le impidan llegar. La única ayuda en estos últimos kilómetros es el mero hecho de atravesar el corazón de Roma, y la animación es máxima.

MS-P (Roma): Kilómetro 38, Piazza del Popolo. Nico, lo estamos tocando. Venga, campeón, venga.

MS-P: Ahora soy consciente de que entramos en los kilómetros más bellos. Intento por todos los medios que Nico se de cuenta de dónde estamos, no solo para que no se pierda detalle, sino para que deje de pensar en el calvario que está pasando.

MS-P (Roma): Kilómetro 39, Nicolás. Esto es historia. Para cualquiera que conozca Roma, nos queda desde la plaza de España al Coliseo. Es nada. Son tres kilómetros de gloria.

MS-P: Nico solo alcanza a esbozar una sonrisa a su liebre. No puede ni hablar.

NO: Acordándome de todos los momentos, de la preparación, del montaje de ayer, de hoy y de estas cuatro horas. Es inenarrable. Hay que vivirla.

MS-P (Roma): Está cruzando el kilómetro 40 un señor de 73 años.

MS-P: El rostro de Nico es una extrañísima mezcla de éxtasis y extenuación… Está casi zombie. Ha entrado en modo supervivencia, pero él y yo tenemos claro que no dejaremos de correr, a pesar de que el adoquín romano nos machaca las rodillas:

MS-P (Roma): Sobre todo ya con este cansancio, el adoquín y el bacheado es muy desagradable y castiga muchísimo.

MS-P: Ya no sé ni cómo animarle… Le recuerdo que el objetivo ya está prácticamente cumplido.

MS-P (Roma): Vamos a hacer cuatro horas corriendo sin parar ni un segundo, ni un segundo. Joder, date cuenta donde estás haciendo el último kilómetro de esta barbaridad, ¿eh? ¡Qué maravilla!

MS-P: Cada vez hay más ambiente… Y Nico parece despertar para comenzar a disfrutar de este increíble final.

MS-P (Roma): Es impresionante. Muchísima gente, mucho calor también. Es maravilloso. 41 kilómetros y salimos de la Piazza Navona.

MS-P: Ahora así. Km 42. Y dos convicciones: Llegamos y esta decimotercera no va a ser la última.

MS-P (Roma): Estoy seguro de que no va a ser la última que corras, a pesar de que estos kilómetros que odias el maratón. Lo odias y lo amas muchísimo.

MS-P: Los ojos de Nico se empañan. También los míos. Va a llegar. Lo va a volver a hacer.

MS-P (Roma): Esa es la meta, si querés podemos correr un poco más, pero yo lo dejaría ya aquí.

MS-P: No se lo cree, pero sí, es la meta.

MS-P (Roma): ¡Impresionante, Nico!

NO: Ay, gracias, gracias. Muchas gracias.

MS-P: Las chicas ya nos ven…

MCS: ¡Vamos, campeón, vamos!

MS-P: Y por fin cruzamos la meta… Roma a los pies de Obispo. Tiene todo el sentido…

NO: La primera maravilla del mundo. Aquí hemos salido, aquí hemos vuelto. Y nos hemos pateado 42 kilómetros.

MCS: Qué alegría, por Dios.

Al final fueron 4 horas, 13 minutos y 4 segundos, aunque el tiempo, Nico y yo lo sabemos, es de las cosas que menos importan.

Sonido aeropuerto

MS-P: Al día siguiente, en el aeropuerto de Fiumicio, los recuerdos se han asentado y la maratón de Roma se ha convertido ya en un sueño que no olvidará nunca. Que no olvidaremos ninguno de nosotros.

NO: Físicamente, muy bien, de maravilla. De todos los maratones que he hecho, este es el que mejor me encuentro después de la carrera.

MS-P: La pregunta sigue en el aire, aunque la respuesta ya se ha venido tejiendo en las últimas horas al tiempo que el cansancio aparece en las piernas. Nicolás lo tiene claro:

MS-P (Roma): ¿Vas a volver a correr un maratón?

NO: Sí, sí, claro. De momento, es esa la intención, después de ayer…

MS-P: Pero Mary… Mary aún duda:

MCS: Yo no he pasado nervios ni he pasado nada, ha sido una maravilla, pero en los próximos yo no se los aguanto.

MS-P: Y Nicolas contraataca.

NO: ¿Cómo me vas a dejar solo? ¿Quién me va a aplaudir a mí en esa plaza inmensa? Según aparecemos por la plaza, están allí las dos mujeres de los protagonistas, allí con las banderas. Y toda la plaza aplaudiendo. La comodidad ha sido porque me llevaba Melchor. Pero yo también lo tenía muy claro desde el primer momento y creo que lo hemos marcado perfecto. La próxima no lo sé, pero con la misma preparación y teniendo la cabeza, no creo que tenga ningún problema.

MS-P: Y es que resulta difícil desengancharse de una droga tan potente como son los 42 kilómetros, sea cual sea tu edad…

NO: De llorar, tanto al inicio antes de empezar por la emoción, como al terminar, con esas alegrías. Pues eso es el maratón.

JAE: La medalla que recibieron ya está colgada en el restaurante de Nico, en el Cardenal, junto a las otras. Muchas gracias Melchor Saiz Pardo por la historia, por la carrera. Enhorabuena. Por cierto, mientras terminábamos de preparar este episodio a Melchor le ha dado tiempo a correr otra maratón, en Zaragoza. Nico, a punto de los 74, con el corazón afilado, no deja de entrenar y sigue, claro, en el bar. Esta ha sido una más de las historias de Fuera del Radar, un podcast narrativo que se mueve más allá de la noticia.

Jueves, 9 de junio 2022, 13:25

A Nicolás le llaman 'Obispo' porque estuvo a punto de ser cura. Luego, todos los bares y clubes que ha dirigido en Madrid tienen nombre eclesiástico y ahí acumula madrugadas de alcohol y juerga. Su corazón infartó y empezó una nueva vida: deporte suave y ... cuidados. Después de trescientas carreras ahora le espera la maratón de Roma. La última, porque su familia, como su corazón, puede romperse definitivamente.

Créditos

  • Una historia de Melchor Sáiz-Pardo

  • Ilustración de Alicia Caboblanco

  • Edición y coordinación de Andrea Morán

  • Producción sonora de Rodrigo Ortíz de Zárate

  • Narración y dirección de José Ángel Esteban

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Fuera del radar.
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José Ángel Esteban: Es domingo 27 de marzo. Faltan solo unos minutos para las 8.30 de la mañana. Estamos en la Vía dei Fori Imperiali, en Roma, casi debajo del Coliseo. Miles de atletas populares se preparan para correr los 42.195 metros de la maratón de la Ciudad Eterna. Poco antes de la cuenta atrás suena el himno oficioso de 'La Maratona', 'Il Gladiatore'. El que canta es Carlo Assogna. Es tenor y también es runner.
Melchor Sáiz-Pardo: Hay ópera, incluso desde las salidas. Aquí el himno oficial de la maratón.
JAE: Huele a nervios y a linimento. Las caras son de tensión.
Nicolás Otiñar: Cinco minutos, 5 minutos, casi no puedo hablar. Casi no puedo hablar.
JAE: También la de Nicolás Otiñar, al que todos conocen como 'Obispo'. Se enfrenta a su décimo tercer maratón. 13 veces más de 42 kilómetros. El miedo a no acabar, el miedo a fallar, es el mismo que la primera vez.
NO: Qué nervios, ¡Dios mío! Que todo salga bien, vamos a esperarlo.
JAE: Aunque en el caso de 'Obispo', el riesgo es mayor, mucho mayor que el de la inmensa mayoría: en cuestión de minutos va a someter a su cuerpo a un castigo reservado a los más fuertes. Y lo va a hacer con 73 años y unos antecedentes cardíacos cuanto menos delicados. Angina de pecho e infarto. Roma podría ser la última vez que se enfrente a la maratón. O no.
MS-P: Vaya, vaya… Lo de correr maratones especiales tiene que ser algo como esto.
NO: Luego dice Mary que es el último. De eso nada.
MS-P: Que sean muchos como este, ¿no?
Nicolás, a pesar de su veteranía sobre el asfalto, no sabe lo que le espera en las calles de Roma.
MS-P: Una marea de gente y de lágrimas y de móviles grabando de la salida [00:06:03][4.4]
JAE: Enfrentarse a la maratón es volver a citarse con un amigo/enemigo íntimo que tan pronto te lleva al cielo como te traiciona y te deja tirado.
MS-P: Un minuto Nico, espera, una maravilla este domingo 27.
JAE: Queda un minuto para que anuncien la salida. Las sensaciones de Nicolás en los días previos no han sido del todo buenas. Los entrenamientos no han salido todo lo bien que debieran. Eso en cualquier maratoniano es ya un riesgo importante, pero en uno de 73 años es una verdadera ruleta rusa.
MS-P: Tenemos que hacerlo, no vamos a fallar en esta. ¡Qué ambientazo! Pero aquí está. A punto de correr 42.195 metros, quizá por última vez…
Sonido ambiente: 6, 5, 4, 3, 2, 1…
CABECERA
JAE: Aunque parezca un contrasentido en un tipo que lleva a su cuerpo al límite, 'Obispo' corre por salud. Y no está solo. A su lado corre Melchor Sáiz-Pardo.
Es él quien cuenta esta historia.
MS-P: Conocí a Nicolás en enero de 2011 a través de Forofos del Running, un foro de corredores. Ahí estaba Nico, despistado, perdido. Confesaba que no había sido capaz de encontrar la salida de una carrera. Enseguida me llamó la atención aquel comentario, también por su Nick: 'Obispo'. ¿Por qué Obispo? Se lo pregunté cuando lo conocí físicamente poco después en uno de los primeros 10K. Fue allí, antes del pistoletazo de salida, donde me explicó que su alias: había ido a un colegio de curas y había estudiado para ser uno de ellos:
NO: Después del colegio, fue cuando empezamos entre las monjitas y yo me fui al seminario. Yo hice unas oposiciones.
MS-P: Resulta que Nicolás había estado tres años en el seminario de Alcalá de Henares.
NO: Yo desde que he entrado he estado con sotana. Jugamos con sotana y amo todo con sotana, pero no, no, no hubiera llegado a nada.
MS-P: Hasta que un día, un verano, se cansó de todo aquello…
NO: Salgo unas vacaciones y no vuelvo.
MS-P: Se quedó junto a su hermano mayor, que tenía un bar, y empezó en el negocio.
NO: Empecé con la cadena de una mano, una mano, una mano. Y hasta ahora.
MS-P: Es decir, se desvió de lo espiritual a lo espirituoso…
NO: Ya se me daba bien el latín, los estudios. Y, bueno, podía haber llegado hasta Papa casi, pero me quedé ahí. Bueno, estoy aquí, de director del cardenal.
MS-P: Colgó los hábitos, sí, pero Nicolás fue aplicando la nomenclatura religiosa a todos sus locales:
NO: El primero era mi apellido, luego cogí una taberna, era La sotana andaluza. Luego cogí El rincón del cura, no, La venta del cura. Luego El Obispo, que estaba en Brunete y en Villaviciosa. Y después ya me vine aquí, a El Cardenal.
MS-P: Desde octubre de 2010 Obispo dirige El Cardenal, un restaurante del centro de Getafe, al sur de Madrid. El Cardenal es uno de los bares más populares de la ciudad. Y es justo ahí donde estamos charlando. En uno de sus comedores. La vida de Nicolás después de dejar la iglesia ha estado ligada siempre a la hostelería. En 50 años de oficio, ha gestionado doce locales de copas y restauración por todo Madrid. Y el proceso siempre es el mismo: elige un espacio, arma un proyecto, o lo reflota, y cuando le va bien pasa al siguiente.
NO: No sé si es que me aburro o te ofrecen otra cosa y… En el fondo dices «ahora voy a hacer esto». No sé, ¡a lo mejor me va la marcha!
MS-P: Quizá esa ambición, sí, esas «ganas de marcha», tengan algo que ver con el acto de correr… Con acumular carreras y nunca tener suficiente, con la necesidad de buscar un reto. Y una vez conseguido, pasar al siguiente…
NO: A lo mejor, a lo mejor es eso, no sé…
MS-P: Su segundo bar fue el Otiña, estaba en Carabanchel. Allí conoció a Mary, en 1977. Ella, hija de inmigrantes almerienses, era una jovencita recién llegada de Holanda. En un primer momento no pasó nada, pero sí después, en los bailes y las noches en 'El Equilibrio', otro de los proyectos empresariales de Nico. Un discopub que llegó a convertirse en un local de referencia de la Movida al sur del Manzanares.
Sonido discoteca, ocio nocturno
MS-P: Para el 81 Nico y Mary ya eran una pareja inseparable. En esa época, Nicolás llevaba una vida canalla… Días de alcohol, de excesos…
NO: Todos los días a las 4 de la mañana, en todos los garitos de Madrid que abrían.
MS-P: Los setenta, los ochenta y buena parte de los noventa suenan pop y a rock y están envueltos en humo de tabaco:
NO: …Y liarnos con el whisky y que a las diez, once de la noche, el encargado diga «jefe, ya se ha terminado, ¿abrimos otra?». Y yo me he tomado una botella muchos días.
MS-P: Obispo nunca descuidó a su familia, con Mary enseguida tuvo a su hija, y tampoco descuidó sus negocios, pero fueron años dedicados a la noche y a la mala vida. Nunca lo ha ocultado.
NO: Exagerado. Está feo. De alcohol, todo lo que puedas imaginar. Pero siempre, no sé, controlando.
MS-P: Quién sabe cuánto influyó este estilo de vida, pero en 2006 Nicolás empezó a sentir un dolor en el pecho al apretar el paso, al nadar, al hacer algún esfuerzo.
NO: Te daba una punzada que si no paraba iban a más y si paraba remitía y se quitaba. Y digo «cuando vayamos a Madrid tengo que ir al médico a cardiólogo, que no me gusta», porque ya llevaba unos meses que pasaba.
MS-P: Un día de otoño, subiendo una cuesta de camino al banco en Boadilla del Momento, aquellos síntomas se repitieron. Cogió el coche y fue directamente al hospital.
NO: Ahí fue cuando me lo detectaron y fue cuando me metieron en el quirófano.
Sonido quirófano
MS-P: Estaba sufriendo una angina de pecho. Le operaron de urgencia. Tenía las venas casi bloqueadas por completo.
NO: Y me decía «Nicolás, relájese», y les contestaba «Como no me den otro valium, yo estoy muy nervioso». Tuve la suerte de que una de las guías desatascó todo.
MS-P: Por suerte, la operación fue un éxito:
NO: Todo empieza a fluir… «¡Bien, bien, respira!». Y siete u ocho enfermeras se pusieron en marcha. Me metieron ocho o diez pastillas.
MS-P: Y Nicolás comenzó la rehabilitación con mucha cautela:
NO: Yo me tiré tres o cuatro meses a agua mineral. Acobardado.
MS-P: Y con unas indicaciones muy claras por parte de su cardióloga:
NO: «Tienes que hacer algo de ejercicio. Cómprate una cinta. Anda, haz algo».
MS-P: Esas palabras cambiarían su vida para siempre.
Sonido de costa, de playa
MS-P: En 2009 Nicolás y Mary pasaron el verano en Castellón. Unos días tranquilos, junto al mar.
NO: En una de mis vacaciones en Oropesa, empecé a andar y a trotar. Salía por allí y empecé a trotar.
MS-P: Haciendo gala de su disciplina, Nicolás en vacaciones también seguía a rajatabla las recomendaciones médicas, pero esta vez fue cogiendo velocidad… Y el trote se convirtió en carrera.
NO: Era barrio nuevo, no había ni coches ni nada. Podías andar por las calles, decía «bueno, de aquí hasta el final».
MS-P: Los kilómetros comenzaron a caer, aunque no era consciente ni las distancias que recorría.
NO: Y luego por la tarde me iba con el coche a medir lo que había corrido. Digo «¡Anda! Si he corrido 3 kilómetros».
MS-P: Aquello le gustaba y se le daba bien, así que Nicolás empezó a correr y ya no paró.
NO: Me llegó el gusanillo ese de correr, me metí en internet y fue cuando descubrí el foro. Me apunté a la primera carrera, la de Ponle Freno, sin haber corrido nunca más de tres o cuatro kilómetros.
MS-P: Nicolás arrancó esos 10km, en 2009 en la carrera Ponle Freno, una de las más populares de Madrid junto a unos chicos jóvenes de su barrio. Pero pronto les dejó atrás…
NO: Y digo «yo voy para delante, que vamos muy despacio». Y me fui y se quedaron ahí. Luego un cachondeo cuando llegaron a la oficina… «Joder con el colega, con el viejo, nos ha dejado ahí».
MS-P: Esa fue la primera y luego han llegado 300 más.
NO: Llevaré cerca de 300, 200 y pico carreras. Y nunca, nunca, por suerte, me he retirado en ninguna.
MS-P: Para Obispo, pronto el buscar carreras populares y reservar un dorsal se convirtió en un hábito. Pero no uno cualquiera. De los 10 kilómetros pasó a la media maratón:
NO: ¿Cómo sin haber corrido nunca más de diez kilómetros, me pude apuntar y terminar la media maratón de Madrid? La terminé en una hora y 46 minutos.
MS-P: Tocaba soltar un formato e ir a por el siguiente. A por el mayor.
NO: Correr un maratón son palabras mayores. Si eres un poco responsable, te da miedo.
MS-P: El 28 de abril de 2013, con 64 años, Nicolás estaba corriendo su primer maratón. Cumplió su sueño y de forma holgada. Consiguió bajar de las cuatro horas, exactamente paró el crono a las 3 horas y 52 minutos, una marca que le situaba entonces en el top mundial de su edad. Al cruzar la meta, ahí estaba Mary esperándolo (o eso recuerda él…):
María del Carmen Sánchez: En esa creo que no estuve yo, en la primera.
NO: Vamos a ver Mari, en la maratón que yo no me podía levantar, que yo no podía ni andar.
MS-P: Estaba destrozado. Ni entonces cuando acabó su primera maratón ni todavía ahora sabe responder a una pregunta clave:
NO: No sé, es que la palabra exacta… Es complicado definirla.
MS-P: Como le ocurre a cualquiera que acaba la maratón, no encuentra las palabras justas para definir lo que se siente al acabar los 42.
NO: Hay algo de satisfacción y de orgullo y de no sé qué más, pero hasta que no la terminas no explota todo el conjunto.
MS-P: Correr un maratón en torno a las 4 horas y hacerlo pasados los 60, es algo a la altura de muy pocos. Y mantener ese ritmo habiendo superado los 70 años, ha situado a Nicolás en la élite mundial del running. Diez años después de su primer maratón y uno más desde la angina de pecho y la operación a vida o muerte, Nicolas Otiñar, 'Obispo', no ha parado de correr. Hasta ahora ha completado otras once maratones, entre ellas los 6 'mayors':
NO: Es como decimos en el fútbol la Champion League, pues esto es la Champions de los maratones.
MS-P: Las 'mayors' son los seis maratones con más historia, solera y renombre del planeta. El sueño de cualquier corredor: Berlín, Nueva York, Chicago, Bostón, Tokio y Londres.
En el Cardenal, en su último bar, Nicolás tiene enmarcados recuerdos de varias carreras: un gran cuadro formado por fotografías entrando a metas, dorsales, diplomas y también medallas. Entre ellas está la de Londres, su último maratón, lo corrió en 2019, justo antes de la pandemia. Tenía 70 años recién cumplidos.
NO: Y cuando llegué a meta, los amigos llegaron allí en plan torero, empezaron a cantarme.
Sonido despegue.
MS-P: Los maratones y las carreras han llevado a Nicolás y a Mary por los cuatro continentes.
NO: Boston, Tokio, Nueva York, Berlín. Chicago, Londres, París, Frankfurt, Madrid, Oporto, Marrakech, Lituania, Vilnius, Budapest, Colonia, Belfast, Bélgica, Rotterdam, no sé, las tengo por ahí apuntadas.
MS-P: En todas esas carreras, Mary ha estado esperándolo en la meta, y también disfrutando la experiencia:
MCS: Yo me lo paso muy bien con las mujeres de los demás compañeros, nos vamos a tomar nuestra cervecita, lo celebramos…
MS-P: Mary se conoce a la perfección las marcas de Nicolás, su ritmo. Sabe calcular en cuánto tiempo su marido puede completar una maratón; o a qué hora debería pasar por la marca de los 20 kilómetros, de los 30, de los 40…
MCS: Cuando más o menos ya se va acercando su hora, pues yo ya le puedo dar margen (diez minutos, quince minutos), pero si se pasa de ahí ya no vivo.
MS-P: Y si ahí no está Nicolás, Mary se preocupa:
MCS: Si no está, yo sé que algo le pasa, que no está bien.
MS-P: Con tan solo verle la cara al cruzar la meta, ella ya puede intuir cómo de mal lo ha pasado su marido:
MCS: Lo vimos llegar a la meta muy mal. Y digo «Nicolás no está bien, miradlo, no está bien. Y ya cuando le vimos pasar y le vimos la cara… Estaba fatal, fatal. A partir de ahí tengo miedo
MS-P: Eso ocurrió en la maratón de Atenas, hace tres años.
NO: Atenas es… Tiene los primeros 32 kilómetros subiendo y subiendo. Entré en meta destrozado. Espartaco y yo somos los únicos que llegamos en esas condiciones. De verdad, madre mía.
MS-P: Por eso Mary le ha pedido que esta, la maratón de Roma, sea la última.
MCS: Pero ya no quiero más maratones.
MS-P: Reconoce que el deporte a Nicolás le sienta bien...
MCS: Yo sé que cuando corre pues se evade de todo, respira, es feliz.
MS-P: Pero el esfuerzo que supone una maratón le preocupa demasiado…
MCS: Porque ya sufro demasiado. Yo sé la edad que tiene. Hay que ser consciente de que no tiene 40 años ni tiene 50 años. Es que va hace 73 años.
MS-P: Y ha lanzado su ultimátum…
MCS: ¿De maratón? ¿Vas a seguir tú más? Bueno, pues conmigo no cuentes. Eso lo tengo claro.
MS-P: Y así llegamos a Roma, la decimotercera maratón…
JAE: Cuando otros están a punto de jubilarse, Nicolás descubrió el atletismo, el running, después de una operación a vida o muerte por una angina de pecho. Entonces empezó a correr cada vez más tiempo y cada vez más lejos. Superó y disfrutó la prueba de fuego, su primer maratón, y luego llegó el segundo, el tercero, el cuarto… Así hasta 13. La salida es en Roma y le piden que sea el último maratón. Enseguida retomamos la historia.
PAUSA
JAE: Nicolás y Melchor, nuestro compañero, acaban de tomar la salida del maratón de Roma. Están en su primer kilómetro, les quedan 41 más. Vamos con ellos. A correr.
MS-P: Salimos lentos. Nicolás sabe lo que se trae entre manos. Regalar una pulsación de más antes de tiempo se paga muy caro.
MS-P (Roma): Obviamente estamos en el kilómetro 1 y las sensaciones son buenísimas. Ya hay un poco de adoquín. Ya estamos cogiendo un poquito el ritmo.
MS-P: Hemos decidido no correr riesgos. No queremos bajar de las cuatro horas, aunque tampoco queremos pasar de las 4 horas y 15 minutos. Nicolás se ha fijado un objetivo:
MS-P (Roma): ¿A qué ritmo vamos a ir al kilómetro?
NO: Entre 5, 45, 50. Si hay que subir a 6, no hay problema. Este no es de marcas, este es de disfrute.
MS-P: A ese ritmo deberíamos estar cruzando la meta entre las 4h02 y las 4h06…
Los primeros kilómetros van como la seda. A pesar de que hay momentos de atasco, Nico coge su velocidad de crucero de inmediato, antes incluso de rodear el Circo Máximo entre una ligerísima lluvia. Nos cruzamos con unos amigos (Juan, Chusso, Esther…), pero Nicolás prefiere no unirse a ellos para no aumentar el ritmo por ahora. La experiencia es un grado.
MS-P (Roma): Kilómetro 16. Estamos en el Vaticano
MS-P: Tras correr por las afueras de la ciudad, la maratón nos devuelve al centro de Roma…. Y de qué manera. ¡A lo grande!
NO: Llamé al Papa, a ver si podía salir a dar un saludo.
MS-P: Miro a Nicolás de reojo y me parece un niño por las calles de Roma. Hacía tiempo que no lo veía disfrutar tanto de una carrera. Mary, mientras tanto, está esperando junto a Gaby, mi mujer. Hemos quedado a la altura del kilómetro 20, todavía al otro lado del Tíber.
MCS: Ya empezamos a ponernos nerviosas, ya está el globo de las 4 horas.
MS-P: Luego sabré esto, que cuando vieron el globo que sujetaba la liebre de las 4 horas empezaron a preocuparse porque no llegábamos. Pero estábamos justo ahí…
MCS: Mira, mira, ahí vienen. Ay, ya los veo. ¡Estamos aquí! ¡Vamos allí! Vamos, Nicky, vamos, mi niño. ¿Cómo vais? ¿Vais bien? A por ello.
MS-P: Verle, poder abrazar a Nico, comprobar que se encuentra bien tranquila a Mary:
Gaby: Más tranquila, ¿no?
MCS: Sí, qué emoción, ¡por Dios!
G: Súper emocionante. No sé lo que tiene, pero es muy emocionante
MS-P: Y también la emociona:
G: A mí me dan ganas de llorar. ¿Ves? Tú también estás llorando. Es que no se puede evitar.
MCS: Es que la emoción ya es imposible, verlo pasar.
Del otro lado, el encuentro también nos sirve como una dosis extra de energía:
NO: Una maravilla. Las dos chicas, ahí. Un abrazo, un beso y a seguir.
MS-P: Estamos a punto de completar los 25 km, ahora todo va a ponerse cuesta arriba:
NO: Sin sufrir de momento, aunque ahora empieza el maratón, a partir de los 25 o 30. Pero bueno, la sensación es buena de momento.
MS-P: Pasan los kilómetros y en la cabeza de Nicolás empieza a anidar un pensamiento recurrente. El primero es común a todos los corredores. «¿Llegará el muro? ¿Llegará el tío del mazo también Roma».
MS-P (Roma): Alguien dijo que una maratón eran 30 kilómetros de calentamiento y 12 de carrera. Pues ya estamos en el kilómetro 30… Llevamos ya corriendo casi 3 horas, 2 horas 56.
MS-P: Llamamos «muro» a ese bajón tremendo que sienten buena parte de los maratonianos pasadas las dos horas de carrera. Suele aparecer entre el km 26 y 32, pero cada uno es un mundo. Nicolás desde luego sabe lo qué es perfectamente.
MS-P (Roma): Empieza el muro, se ve mucha gente andando ya, un repecho muy fuerte en el 29. ¿Nico, cómo lo llevas?
NO: Bien, de momento. Un poquito más justo de fuerza.
MS-P: El cuerpo se queda sin carbohidratos que quemar y tira de cualquier cosa.
MS-P (Roma): Ha empezado a salir el sol bastante y se nota mucho la humedad. Pero, bueno, nuestro héroe sigue dejando algo Walking Dead detrás.
MS-P: Los «walking deads», los muertos vivientes… Personas que ya no pueden seguir corriendo y empiezan a caminar… Estos son kilómetros clave. Tantos meses de entrenamientos pueden irse a la basura en solo unos minutos. La mente te dice que pares y la lucha es por no ponerse a andar. Pero Nico resiste. No deja de correr.
MS-P (Roma): La respiración de Nico también es bastante más integrada. Estoy viendo como un caballo, pero lo que toca.
MS-P: El calor y la humedad siguen aumentando. La respiración de 'Obispo' hace tiempo que dejó de ser rítmica. Ahora es entrecortada y no puede ni hablar.
[Sonido respiración]
MS-P: Le miro. Le veo exhausto. Es inevitable. Me pasa con Nicolás pero también cuando corro con algún otro amigo runner con problemas cardiacos. Cuando llega el momento del sufrimiento extremo de la carrera de fondo, y casi siempre llega, no dejo de pensar en lo que pasó con el corazón de mi amigo en 2007. Y entiendo que ya es inútil seguir intentando marcarle el ritmo. Hago cálculos. El objetivo ahora es bajar de 4h15m y sobre todo no andar y que no haya lesiones que le impidan llegar. La única ayuda en estos últimos kilómetros es el mero hecho de atravesar el corazón de Roma, y la animación es máxima.
MS-P (Roma): Kilómetro 38, Piazza del Popolo. Nico, lo estamos tocando. Venga, campeón, venga.
MS-P: Ahora soy consciente de que entramos en los kilómetros más bellos. Intento por todos los medios que Nico se de cuenta de dónde estamos, no solo para que no se pierda detalle, sino para que deje de pensar en el calvario que está pasando.
MS-P (Roma): Kilómetro 39, Nicolás. Esto es historia. Para cualquiera que conozca Roma, nos queda desde la plaza de España al Coliseo. Es nada. Son tres kilómetros de gloria.
MS-P: Nico solo alcanza a esbozar una sonrisa a su liebre. No puede ni hablar.
NO: Acordándome de todos los momentos, de la preparación, del montaje de ayer, de hoy y de estas cuatro horas. Es inenarrable. Hay que vivirla.
MS-P (Roma): Está cruzando el kilómetro 40 un señor de 73 años.
MS-P: El rostro de Nico es una extrañísima mezcla de éxtasis y extenuación… Está casi zombie. Ha entrado en modo supervivencia, pero él y yo tenemos claro que no dejaremos de correr, a pesar de que el adoquín romano nos machaca las rodillas:
MS-P (Roma): Sobre todo ya con este cansancio, el adoquín y el bacheado es muy desagradable y castiga muchísimo.
MS-P: Ya no sé ni cómo animarle… Le recuerdo que el objetivo ya está prácticamente cumplido.
MS-P (Roma): Vamos a hacer cuatro horas corriendo sin parar ni un segundo, ni un segundo. Joder, date cuenta donde estás haciendo el último kilómetro de esta barbaridad, ¿eh? ¡Qué maravilla!
MS-P: Cada vez hay más ambiente… Y Nico parece despertar para comenzar a disfrutar de este increíble final.
MS-P (Roma): Es impresionante. Muchísima gente, mucho calor también. Es maravilloso. 41 kilómetros y salimos de la Piazza Navona.
MS-P: Ahora así. Km 42. Y dos convicciones: Llegamos y esta decimotercera no va a ser la última.
MS-P (Roma): Estoy seguro de que no va a ser la última que corras, a pesar de que estos kilómetros que odias el maratón. Lo odias y lo amas muchísimo.
MS-P: Los ojos de Nico se empañan. También los míos. Va a llegar. Lo va a volver a hacer.
MS-P (Roma): Esa es la meta, si querés podemos correr un poco más, pero yo lo dejaría ya aquí.
MS-P: No se lo cree, pero sí, es la meta.
MS-P (Roma): ¡Impresionante, Nico!
NO: Ay, gracias, gracias. Muchas gracias.
MS-P: Las chicas ya nos ven…
MCS: ¡Vamos, campeón, vamos!
MS-P: Y por fin cruzamos la meta… Roma a los pies de Obispo. Tiene todo el sentido…
NO: La primera maravilla del mundo. Aquí hemos salido, aquí hemos vuelto. Y nos hemos pateado 42 kilómetros.
MCS: Qué alegría, por Dios.
Al final fueron 4 horas, 13 minutos y 4 segundos, aunque el tiempo, Nico y yo lo sabemos, es de las cosas que menos importan.
Sonido aeropuerto
MS-P: Al día siguiente, en el aeropuerto de Fiumicio, los recuerdos se han asentado y la maratón de Roma se ha convertido ya en un sueño que no olvidará nunca. Que no olvidaremos ninguno de nosotros.
NO: Físicamente, muy bien, de maravilla. De todos los maratones que he hecho, este es el que mejor me encuentro después de la carrera.
MS-P: La pregunta sigue en el aire, aunque la respuesta ya se ha venido tejiendo en las últimas horas al tiempo que el cansancio aparece en las piernas. Nicolás lo tiene claro:
MS-P (Roma): ¿Vas a volver a correr un maratón?
NO: Sí, sí, claro. De momento, es esa la intención, después de ayer…
MS-P: Pero Mary… Mary aún duda:
MCS: Yo no he pasado nervios ni he pasado nada, ha sido una maravilla, pero en los próximos yo no se los aguanto.
MS-P: Y Nicolas contraataca.
NO: ¿Cómo me vas a dejar solo? ¿Quién me va a aplaudir a mí en esa plaza inmensa? Según aparecemos por la plaza, están allí las dos mujeres de los protagonistas, allí con las banderas. Y toda la plaza aplaudiendo. La comodidad ha sido porque me llevaba Melchor. Pero yo también lo tenía muy claro desde el primer momento y creo que lo hemos marcado perfecto. La próxima no lo sé, pero con la misma preparación y teniendo la cabeza, no creo que tenga ningún problema.
MS-P: Y es que resulta difícil desengancharse de una droga tan potente como son los 42 kilómetros, sea cual sea tu edad…
NO: De llorar, tanto al inicio antes de empezar por la emoción, como al terminar, con esas alegrías. Pues eso es el maratón.
JAE: La medalla que recibieron ya está colgada en el restaurante de Nico, en el Cardenal, junto a las otras. Muchas gracias Melchor Saiz Pardo por la historia, por la carrera. Enhorabuena. Por cierto, mientras terminábamos de preparar este episodio a Melchor le ha dado tiempo a correr otra maratón, en Zaragoza. Nico, a punto de los 74, con el corazón afilado, no deja de entrenar y sigue, claro, en el bar. Esta ha sido una más de las historias de Fuera del Radar, un podcast narrativo que se mueve más allá de la noticia.
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