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Ep. 8 · T6

El campeón de los otros

Moziman lleva el rugby a la cárcel y utiliza el deporte como herramienta de rehabilitación social para presos, mientras enfrenta su propia batalla personal contra la obesidad

Transcripción

FUERA DEL RADAR | EL CAMPEÓN DE LOS OTROS

SONIDO INTERIOR DE UN PUB (COPAS, VOCES Y MÚSICA)

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Si existe un punto de inicio para esta historia, quizá sea este pub, este pub de Santander, una madrugada de febrero de 2018.

CHUCHO MOZIMAN: En uno de mis trabajos en ese momento de la sala Rocambole de Santander. Justamente estaba abajo.

JAES: Quien habla es Tristán Mozimán. Quienes le conocen, le llaman Chucho.

CM: De la que estoy ahí veo que un chico en chándal empieza a bajar las escaleras. Lo primero que me llama la atención es el chándal.

JAES: Nadie entra en ese local si no respeta un mínimo estándar de etiqueta. Eso ya era extraño, pero no era lo peor.

CM: Y luego le veo la pistola en la mano derecha que la llevaba pegada a la cadera, digamos, con el brazo extendido. Así que no la tenía muy muy oculta, pero tampoco es que la mostrara.

JAES: A Chucho le nace en ese mismo instante un impulso de héroe.

CM: Lo primero que le dije fue: «Pará, pará ¿a dónde vas? ¿Qué haces con eso?»

JAES: El otro no atiende a razones. Ha consumido alguna sustancia estupefaciente y camina con la cabeza ida.

CM: Levanta la mano a la altura de la cadera y ya me encañona apuntándome a la cabeza. Y me acuerdo que él constantemente repetía: «No es contigo, no es contigo. Pero si te tengo que volar la cabeza te la vuelo, dejame pasar».

JAES: Pero detengámonos aquí un segundo. A ver… el tiempo se detiene aquí. Se congela aquí. Como esta historia. Y ahora… hay que dar un salto porque para llegar hasta este momento, para poder volver a él, es conveniente comenzar por otro lado... Y lo primero, antes de nada, es importante conocer bien a Chucho Moziman. Un tipo grande, muy muy grande. Argentino, de 50 años, un poco más de 1,90 metros de altura, y muy, muy pesado. En sus mejores/peores tiempos llegó a pesar 200 kilos.

CM: Ahora estoy en 185. Pero cuando me puse a bajar, llegué a 138. Y más allá de lo que digan los números la calidad de vida que recuperé en ese momento no se cuantifica en números.

JAES: Por dentro, ha pasado toda su vida luchando contra la obesidad; por fuera, es un líder natural…

ELVIS BONIFACIO: Siempre hablamos porque él es un tío que tiene ideas para todo, tiene amistades en todos lados.

JAES: Y ha ayudado a mucha gente a superarse.

EB: Estuve siempre en contacto con Chucho, el entrenador, que ahora ya no es entrenador, es un un amigo.

JAES: Por ejemplo, Elvis Bonifacio le llama entrenador porque como muchas otras almas descarriadas a las que Chucho enderezó, le conocieron a través del rugby.

JONATAN AZCUE: Pues no sé, es la persona más generosa, amable, agradecida. No sé, como digo yo, tiene más corazón que cuerpo.

JAES: Jonatán es otro de los que tienen mucho que agradecer a este hombre grande. Esta es la historia de un tipo que ha pasado una vida ayudando a otros a luchar contra sus demonios, y que al tiempo ha librado su particular batalla contra el peso. Y no solo contra el peso. De hecho, es una historia de alguien que ha aprendido a pelearse con la victoria, un hombre que ha aprendido eso de que superarse a sí mismo en un proceso en el que no siempre se gana.

CABECERA. FUERA DEL RADAR - EN ESTE EPISODIO: EL CAMPEÓN DE LOS OTROS

SONIDO DE PARTIDO DE RUGBY

JAES: Otro salto. Estamos en Santander sí, pero… Chucho Moziman nació hace 50 años en Santa Fé, en Argentina.

CM: Que yo era muy malo para todos los deportes, lo típico: yo era muy grandote, gordo, el típico que quería jugar al fútbol y elegían último y mandaban a la portería.

JAES: Y como ocurre demasiadas veces... y más en aquella época: los niños se reían de él.

CM: En esa época de mi vida sufría una especie de bullying. En esa época no se llamaba bullying, pero me acuerdo. Yo era grandote, pero bueno, no dejaba de ser un niño de siete años.

JAES: Pero un día su vida cambió cuando se dio de bruces con algo que jamás habría sospechado... Encontró el Rugby, un deporte que, bueno, el lo descubrió en ese momento, le había estado esperando todo este tiempo. Para cambiarle la vida...

CM: Me encontré con un deporte donde daba igual si eras gordito o alto o bajito, o sea, todos teníamos cabida… me integraron súper bien.

JAES: Unido al deporte fue creciendo. Terminó estudiando en la universidad, jugó en el mejor equipo del país, fue campeón de Argentina. Y ahí, un nuevo salto. Sigue contando la historia José Carlos Rojo.

JCR: El Rugby llevó a Moziman a jugar en Italia, más tarde regresó a Argentina y abandonó su amado deporte, trabajó en la banca, se quedó en el paro porque llegó el corralito y su mujer quedó embarazada de su primer hijo.

CM: Entonces ahí tomamos la decisión de volver al rugby profesional. Empecé a buscar opciones y la mayoría de las propuestas eran en Italia, pero me sale una propuesta de Santander.

JCR: Recaló en la capital cántabra para jugar en el Independiente, equipo que alcanzó la máxima categoría nacional. El rugby, de alguna manera, había marcado la vida a Chucho.

CM: Pero para mí, la verdad, para mí el rugby es el mejor deporte del mundo.

JCR: Chucho se explaya hablando de la parte física, pero sobre todo de la mental, y de lo que supone como aprendizaje de vida.

CM: Es algo que vos te das cuenta que tus maestros en su momento te lo van incorporando. Y es algo que te queda para toda la vida. El rugby es una herramienta para todo esto. El objetivo es transformar la vida de las personas.

JCR: Todo ello tiene aún más fuerza si se juega en la cárcel.

SONIDO VIENTO Y MAR

JCR: El Dueso es el único penal que existe en Cantabria. Está en una zona boscosa, en la ladera de una montaña y desde sus celdas puede verse el mar. La mayoría de sus reclusos no son peligrosos. Es gente a la que le falta sólo un empujón para lograr la reinserción.

CM: Ese perfil de presos, que hay muchos en argentina, gente de familias muy humildes, con poca educación, que por ahí el único recurso que tiene es salir a robar o salir a vender drogas.

JCR: En Argentina hacía años que el rugby se había llevado a las cárceles en un programa conocido como 'Espartanos'. Y había funcionado.

CM: Como el rugby estaba ayudando a esta gente no hacía falta imaginarme nada, era como si lo hubiese estado viviendo ahí y me parecía algo espectacular.

JCR: Muchos reclusos encontraron en este deporte una razón para esforzarse, para hacer equipo, para lograr disciplina y ganas de volver a tener una vida.

EB: Yo siempre jugaba al rugby. Desde los tres años llevaba jugando a rugby.

JCR: Elvis entró por segunda vez en la cárcel con 23 años. Todo por culpa de varios incidentes en peleas multitudinarias. Peleas que reproducía en la cárcel de El Dueso, día tras día.

EB: Y el director me quería echar de la cárcel. Me iban a echar de la cárcel. Éramos tres los que estábamos todo el día peleando, ¿sabes?

JCR: Su situación en el penal era crítica.

EB: Dieron una charla, a mí estaban para echarme. O sea, ya tenía en la cabeza que tenía que irme a otra cárcel, a Palencia.

JCR: Pero el deporte le cambió por completo.

EB: Y me motivaron a jugar un poco, o sea, me motivaron a entrenar, a jugar y tal y nada… eso fue un cambio, la verdad. Para mí fue un cambio grande porque me centré mucho en eso.

JCR: Luego se percató que no era el rugby, sino era Chucho quien le había motivado ese cambio en su conciencia.

EB: Escuché lo que me hablaba, los consejos que me daba, me sirvió de mucho, dejé los problemas, ya no tuve una igual. Bueno ahora habré tenido uno o dos problemas de entradas después del rugby, ¿sabes?

JCR: Tanto cambió que se convirtió en uno de los principales adalides del rugby en la cárcel.

EB: Le pedí una oportunidad al director, me dio la oportunidad, me nombraron capitán del equipo y como yo tenía un respeto adentro, yo impulsaba a la gente a jugar al rugby. Los sacaba de las celdas, les buscaba ropa a los que no tenían ropa, les daba ropa, les daba pantalones cortos, zapatillas.

JCR: Si le hubiesen dicho a Moziman hace años que algún día iba a estar entrenando a los reclusos de este penal, jamás lo habría creído. La idea le vinó una noche.

CM: Repetía: «No es contigo, no es contigo. Pero si te tengo que volar la cabeza te la vuelo».

JCR: Fue aquella noche en la que le tocó vivir un incidente que nunca olvidará. Esa madrugada de 2018 en Santander cuando aquel chico, completamente fuera de sí, le amenazó con meterle una bala en los sesos.

CM: Mi primer objetivo era sacarlo de ahí y tratar de llevarlo a la acera.

JCR: Moziman tiró de su experiencia, de su personalidad de líder… siempre ha sabido hacerse escuchar…

CM: Gracias a Dios lo consigo. Él termina saliendo a la acera.

JCR: Fue un minuto y medio. Un minuto y medio que se hizo eterno.

CM: Todo ese momento, que para algunas cosas puede ser nada, pero para ese momento es la hostia. Mucho, muchísimo tiempo. Y gracias a ello, en un momento gira un coche por Lope de Vega y Hernán Cortés. Justo gira un coche de policía.

JCR: Pocos minutos después ese chico es detenido. La policía habla con Chucho y le reprende por su osadía. Nada de aquello era una broma. Se había jugado literalmente la vida.

CM: Que la pistola estaba cargada con la bala en la recámara y lista para disparar y que bueno que había sido una inconsciencia por mi parte.

JCR: Todo aquello cambió algo en la cabeza de Chucho. Pensó en aquel chico y en lo que hubiera pasado si alguien le hubiera ayudado a reconducir su vida.

CM: Sobre todo el pensar: «Joder, este este chico si hubiese tenido otro estilo de vida, si hubiese estado más cerca de los deportes, seguramente hubiese estado alejado de las drogas y al estar alejado de la droga no hubiese llegado a esta situación».

JCR: Se le encendió una bombilla. Se puso en contacto con el director de la prisión. Le propuso la idea de llevar el rugby a la cárcel y programaron una presentación para ver el interés de los reclusos.

CM: Bueno, me da fecha para esa primera charla que fue un martes.

JCR: El chico que le encañonó aquella noche estaba allí preso. Sin duda iba a estar en esa presentación.

CM: Y yo sabía que este chico estaría. Yo ya sabía que se llamaba Iván, ya sabía el apellido, estaba ahí detenido en preventivo, a la espera de su juicio, digamos.

JCR: Iba a ser, probablemente, un encuentro tenso. Pero nada salió según lo esperado.

CM: Llegamos a una sala Forum un poco más grande que este espacio que tenemos aquí. Había unas 70, 80 personas y bueno, estaba. Nosotros nos sentamos en una cabecera, así con todo el auditorio por delante.

JCR: Iván, así se llamaba el joven, está en la sala. Se levanta y comienza a andar.

CM: Empieza a caminar por el medio del pasillo hacia mí, digamos. Todo esto fue una situación de segundos que lo sabe el director, Iván y yo...

JCR: Y de pronto… todos se quedan boquiabiertos.

CM: Y el tipo se acerca, nos damos un abrazo, nos saludamos, me pide disculpas. Yo le digo que está bien, que no, que no hay problema. Le pido que me ayude a construir un equipo de rugby, me dice: «Pero yo nunca jugué…» «No importa, vos ayudame en esto».

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Ese mismo día, con ese sencillo gesto, nació el programa 'Espartanos'. El Chucho líder, capaz de ayudar a los demás a superarse, estaba en marcha; pero el Chucho íntimo debía librar otra batalla más personal, una lucha contra la báscula.

SONIDO DE DUCHA Y DE UTENSILIOS DE BAÑO

JAES:Por aquel entonces, cada mañana, tras la ducha, Chucho se enfrentaba a la misma imagen frente al espejo.

CHUCHO MOZIMAN: Esa imagen que me transmite el espejo. No me gusta, no me gusta.

JAES: Pasó de ser un deportista de élite a pesar 200 kilos.

CM: Te diría que yo dejé de jugar en el 2006. Hasta ahí, bueno… estaba, estaba bien porque hacía algo de deporte, jugaba al pádel también y más o menos estaba bien.

JAES: Bien. Pero en la vida de Moziman nada dura demasiado. Todo se estropeó después. Enseguida volveremos.

PAUSA

CM: Pero ya del 2007, 2008 en adelante, a partir de ahí se me empezó a ir de las manos. Sobre todo iba perdiendo mucha calidad de vida.

JAES: Esa calidad no tenía que ver sólo con el aspecto de Moziman. No sólo era una cuestión de imagen. Era algo que trascendía la estética. Y hasta a la salud. Sabía que había que darle solución.

CM: La teoría de lo mal que lo estaba haciendo y la teoría de lo que tendría que estar haciendo para revertir eso, yo la sabía.

JAES:: José Carlos Rojo continúa con la historia.

JCR: La situación, de alguna manera, le estaba robando, literalmente, la vida. Y ahí es donde entró en juego su condición de padre.

CM: Yo me privé de disfrutar muchísimas cosas con mis hijos.

JCR: Chucho vive en Santander, en una zona cercana a una de las playas más grandes de la ciudad; pero nunca bajaba a disfrutarla con su familia.

CM: Tenía las limitaciones físicas que te genera estar muy gordo y los complejos también que te genera, pues no te sentías a gusto de ir a la playa y quitarte la camiseta y esas cosas.

JCR: Por aquel entonces, sólo ponía excusas.

CM: Y fueron muchos años de estar en el balcón de una terraza de mi casa viendo como mi mujer se iba con mis hijos a la playa y yo poniendo excusas boludas de: «No, no puedo porque tengo que trabajar o no puedo porque tengo que preparar el entrenamiento, o no puedo porque tengo que dormir, porque tengo que trabajar en la noche».

JCR: Le faltaba un empujón para dar el salto, el impulso para empezar a tomar medidas.

CM: Y el clic me pasa en esa primera etapa de 'Espartano' allá por el 2018, que empiezo a dar charlas con los presos.

JCR: Toda aquella gente hablaba de sus hijos y se les caía el mundo encima.

CM: Tanto Fran como Jonatan, me contaban las carencias que ellos tenían por estar presos. Cuántas cosas se privaron de compartir con sus hijas, graduaciones, bautizos, cumpleaños, navidades. Yo decía: «Joder, tío, a mí me está pasando lo mismo. Sin estar preso. Pero me está pasando lo mismo». Me estoy privando de un montón de cosas de compartir con mis hijos por estar gordo.

JCR: Llegado ese punto, algunos de los presos le devolvieron la ayuda prestada. Vamos de vuelta a El Dueso, donde Elvis Bonifacio, que por aquel entonces era recluso, recuerda cuando conoció a Moziman.

ELVIS BONIFACIO: Es un tío muy, muy grande. No conozco a un tío más grande que él. Es que aparte de alto, está muy, muy, muy gordo.

JCR: Chucho no podía correr con sus jugadores pese a que había sido jugador profesional.

EB: Se le notaba cuando llegó al rugby, se le notaba. Daba tres pasos y se agitaba, sudaba a chorros, se tenía que sentar, no podía caminar mucho.

JCR: Nadie podía ponerse en la piel de Chucho.

EB: Es que no es lo mismo que hagamos ejercicio yo o tú que él. A él le cuesta, no el doble, le cuesta cuatro veces más porque pesa una barbaridad. Unas piernas normales y corrientes no aguantan todo ese peso.

JCR: Lo pudo ver también Jonatan Azcue, otro de los que también estaban presos en El Dueso y que se sumaron al equipo de 'Espartanos'.

JONATAN AZCUE: Cuando yo estaba dentro nos lo dijo que iba a hacer, que tenía un reto. La ata con su peso.

JCR: Recuerda el punto de inflexión. El momento en que Chucho decidió que era hora de bajar de peso. Pero para eso necesitaría ayuda.

JA: Luego, lo que me comentaron es que había gente que le ayudaba… como es tan buena persona. Al final lo que siembras aunque no busques eso, que él no lo busca, pero lo recoges.

JCR: Para Chucho fue fácil encontrar esa ayuda. Muchos de estos hombres le debían, de alguna manera, su vida. Al hablar con ellos, es fácil comprender por qué.

JA: Hazme caso que es difícil tener más corazón que el cuerpo de este hombre y le estaré toda la vida agradecido, no solo conmigo que se vuelca.

JCR: Chucho sabe sacar lo mejor de las personas.

JA: Te hace, te hace ser mejor persona. Solo por el agradecimiento que tengo, ¿no?

JCR: Hoy día son, literalmente, amigos. Se prestan apoyo mutuo incondicional.

JA: Llaman y es: «Sí mi general» como digo yo. «Yo aquí estoy para lo que necesites, ¿eh?» Hoy en día es muy complicado ganar a alguien así, humilde, respetuoso y tal. O sea, lo tiene todo el hombre, la verdad que lo tiene todo.

JCR: Allá por agosto de 2018, Chucho decide marcarse una meta para bajar de peso. Sabía que si quería lograr un objetivo, necesitaba una motivación, una meta.

CM: Y me acuerdo que de ahí nace la idea de buscar un desafío para bajar de peso, ahí fue un poco una idea.

JCR: Y decidió que iba a ir caminando a Madrid.

CM: Una idea un poco loca, decir: «Me voy caminando por el Camino de Santiago, que fue lo primero que se me ocurrió, pero luego surgió lo de ir caminando a Madrid».

JCR: Madrid, en el fondo, era lo de menos.

CM: El desafío parece que era el ir caminando a Madrid, pero realmente el desafío era todo lo previo que yo tenía que hacer para poder ir caminando a Madrid, no ir a Madrid.

JCR: La clave estaba en la preparación de esa meta.

CM: No te digo que fue fácil, pero estuvo chupado al lado del año y medio que me tiré antes para realmente conseguir cambiar esos hábitos.

JCR: Y como buen entrenador que era, armó un equipo.

CM: Yo esto solo no lo voy a hacer imposible. Tengo que armar un equipo, vamos a decir disciplinario. Entonces lo primero que hice fue agarrarme un preparador físico.

JCR: Contactó con una psicóloga, buscó patrocinadores y habló con una nutricionista.

CM: Aprendí mucho con ella. Ella me enseñó el déficit calórico. Lo de gastar más calorías...

JCR: A medida que adelgazaba, iba redescubriendo las posibilidades de su cuerpo.

CM: Pero lo que más me costó fue recuperar la movilidad.

JCR: Volvió a hacer cosas que no hacía desde la adolescencia.

CM: Volví a nadar, volví a andar en bicicleta, conocí lugares de Cantabria que no conocía.

JCR: Bajó hasta los 138 kilos y Elvis, que en el viaje a Madrid le acompañó unos kilómetros, casi hasta Burgos, recuerda la gesta.

EB: Chucho la verdad que es un tío que cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien lo pare. Ya tienes que romperle las piernas que ni eso, ni eso.

JCR: Finalmente Chucho cumplió su objetivo. Pero el final del camino traería el final de la meta, y eso, en este hombre, es peligroso.

CM: Porque me conozco y también a nivel personal me manejo mucho por motivación, por desafío. Entonces si a mí me quitas el desafío de la zanahoria que tenía aquí adelante, igual me venía abajo, que al final un poco también me pasó por eso.

JCR: Le faltaba algo clave para todo aquel que quiera cumplir un objetivo a largo plazo: la disciplina.

CM: Ser disciplinado es mucho mejor que estar motivado, porque ser disciplinado te permite hacer las cosas que tenés que hacer, aunque no tengas ganas.

JCR: Pero aunque la teoría está clara, no es fácil cumplirla. Le sucedió a Chucho. Llegada la pandemia lo echó todo a perder.

CM: Pero a partir de ahí es como que me fui venciendome digamos. Y nada, me agarró el efecto rebote. No supe hasta el día de hoy cómo contrarrestarlo.

JCR: Recuperó decenas de kilos.

CM: A mí me resulta muy fácil ayudar a la gente convenciéndola, seduciendo, persuadiendolos de que tienen que cambiar su vida.

JCR: Y es que una cosa es querer predicar con el ejemplo y otra aplicarselo a uno mismo.

CM: Pero reconozco que cuando me lo quería incorporar a mí mismo, tuve momentos que lo pude hacer y momentos que no.

JCR: Le sucede a mucha gente. Hay presos que ingresaron en el proyecto 'Espartanos' y terminaron fallando. Porque en este proyecto, como todo en la vida, no todo es color de rosa.

EB: La verdad que el rugby ha cambiado a los que se han dejado, no a todo el mundo. No a todo el mundo, porque hay gente que también ha estado con el rugby bien, le han dado la charla como la da Chucho y tal, la cabeza la tenían bien… salieron y ya, ya sabes, cosas malas y cosas malas y cosas malas.

JCR: Tantas cosas malas que al final terminaban por regresar a la cárcel. Un simple error puede arruinar toda una vida.

CM: Entonces ese tipo sabe que cayó. Sabe que tocó fondo. Sabe que está enterrado en la mayor mierda de la sociedad. Que puede ser una cárcel. Porque es así, aunque suene feo decirlo.

JCR: Pero la lección que ha aprendido Chucho en su vida es que, por muy hundido que puedas estar, siempre puede haber una salida. La clave es levantarse. Siempre, siempre hay una razón.

CM: Cada uno se agarra de donde puede para levantarse. Algunos se levantaron por la espiritualidad con el cura Vicente o con el pastor Julio y otros por ahí se levantaron gracias al rugby. Pero al final te tenés que levantar, no te puedes quedar tirado, no puedes permanecer caído.

JCR: Conviene entender cuanto antes que en el mundo hay mucha luz, pero también oscuridad, la clave es entender que esa oscuridad nunca ha de verse como el final.

CM: En 'Espartano' hay gente que nos salió rana y nos hizo creer que podíamos ver un cambio en la vida de esta persona y al final no lo vimos.

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Chucho mira al futuro con la esperanza de lograr una nueva meta que le dé el impulso para volver a bajar de peso.

CM: A mí me vendría muy bien, sabiendo como soy yo, de repente que me apareciera un desafío de algo. Que no hace falta hacer una locura como aquella de ir caminando a Madrid. Es solamente retomar unos hábitos saludables.

JAES:: Algún día, dice, Moziman podrá mentalizarse y rescatar esa fuerza de voluntad.

CM: No lo sé. Ahí no voy a mentirle a nadie y ojalá que… ojalá que sí, que pueda sacar esa fuerza para hacerlo.

JAES:Porque en el fondo, sucede como en el rugby. Él lo sabe…

CM: Que es cuando nos caemos porque nos pegan un placaje, porque nos chocan o lo que sea en un partido de rugby y pasa un montón de veces. Hay que levantarse.

JAES: Hay que levantarse, siempre. Es lo que se dice. Lo que hay que decir, siempre. Ya se sabe.

JAES:: Gracias a Chucho Mozimán; y a José Carlos Rojo por investigar y contar esta historia. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar… el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Soy José Ángel Esteban. Gracias por escuchar.

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Jueves, 5 de diciembre 2024, 00:23

Moziman es una figura clave en el rugby cántabro, pero su historia va mucho más allá del deporte. Todo cambió cuando un ex convicto lo amenazó con un arma, llevándolo a dar un giro a su vida. Desde entonces, utiliza su experiencia como entrenador para trabajar con los presos del penal de El Dueso, ayudándoles a rehabilitarse a través del rugby. Sin embargo, su propia batalla no está en la cancha, sino en su vida personal. Desde hace años, lucha contra la obesidad, un desafío que lo pone a prueba constantemente. Aunque ha tenido recaídas, sigue decidido a no rendirse y a ganar esta guerra personal mientras inspira a otros con su determinación.

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Créditos

  • Una historia de José Carlos Rojo

  • Coordinación y edición Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica Iñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Adrián Astorgano

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban