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Ep. 7 · T6

Un abrazo de despedida

No muchos capellanes de hospital han pasado décadas en el ejército. Francisco trabaja ahora en el Ramón y Cajal, centrado en pacientes que se acercan a la muerte

Transcripción

FUERA DEL RADAR | UN ABRAZO DE DESPEDIDA

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos a nuestras historias.

SONIDO CANTO GREGORIANO EN LA CAPILLA

JAES: Estamos en un sitio de paz.

SONIDO SUSURROS

JAES: A lo largo de varios bancos de madera gastada, hay exactamente 23 personas. La sala es amplia.

SONIDO PUERTA

JAES: Al fondo de la estancia, justo hacia donde en estos momentos todo el mundo está mirando, nuestro protagonista aparece por una puerta. Comienza a preparar sus instrumentos de trabajo sobre una mesa. Por fin, se dispone a hablar

FRANCISCO IGLESIAS: Buenos días a todos. Comenzamos la Eucaristía. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…

JAES: Sí. Es una misa, y él es el cura. Pero hay algo fuera de lo común. Varios feligreses visten batas blancas. Otras cubren su cabeza con un pañuelo.

FI: Estamos en un hospital. Pedimos por todos los enfermos que estéis aquí presentes en nuestras familias, en los hospitales.

JAES: Porque, si salimos un momento de la capilla, nos encontramos en otro mundo.

SONIDO RUIDO/SONIDO PASILLOS/TRAJÍN/ASCENSORES

JAES: Eso es el hospital... ese trajín. Pero aquí dentro no. Aquí se entra, incluso, en otro estado mental. Son las diez de la mañana y comienza la misa matinal en la capilla católica del Hospital Ramón y Cajal. Francisco Iglesias, el maestro de ceremonias, nunca mejor dicho, lleva haciendo esto muchos, muchos años.

FI: Pedimos principalmente por Carmen, Margarita, María, Josefa, Belén, para que el Señor les dé mucha fortaleza.

JAES: Francisco, que nació en Cáceres hace 59 años, es capellán de ese hospital, del Ramón y Cajal. Es parte de un equipo de cinco,que se turnan para estar siempre a disposición de los pacientes, de sus familias o del propio personal sanitario. Hoy le toca guardia, lo que significa que las próximas 24 horas estará pegado al teléfono. Y durante la conversación, le suena tres veces.

FI: Esta es la UVI. Sí, soy el capellán. Buenos días. Vos. Número nueve. Urgente. Va. Vos. Número nueve. Cómo se llama? Vale, Javier. Vale, Voy. Voy para allá. Venga. Hasta ahora. Hasta luego. Esta es una médico que me llama. Me llaman de la UCI. Es Unidad de cuidados Quirúrgicos. Vale, entonces tengo que ir urgente ahora.

JAES: Francisco se marcha. 20 minutos después, regresa al despacho y cuenta la historia de ese paciente.

FI: Se llama Javier y está en la Unidad de Críticos Quirúrgicos. La operación es tan delicada, tan sumamente delicada, que hay que pasarlos ahí. Pero claro, no todos salen. Entonces este es un señor mayor y la hija también muy agradecida… hemos rezado, he llevado los santos óleos y entonces le he dado la unción de enfermos.

JAES: Les da la comunión, les confiesa, pero sobre todo habla con ellos, está, les acompaña.

FI: Acompañamiento en el sufrimiento, en el dolor. Eso es lo más importante. Después ya hay personas que tienen más fe, personas que no tienen fe.

JAES: Porque lo más importante de su trabajo sucede en los últimos minutos de la vida; vamos a decirlo como él lo dice, Francisco está acostumbrado a las despedidas.

FI: La extrema unción se da en los últimos momentos, ¿vale? solo cuando alguien está ya a punto de fallecer.

JAES: En España hay alrededor 800 capellanes de hospital como él, pero pocos tienen un pasado parecido.

FI: En Afganistán nos lanzaron algún misil. Era la primera misión.

JAES: Este afable y pacífico cura tiene a sus espaldas muchas guerras

FI: Porque yo he estado en Bosnia. He estado en Kosovo…

JAES: Ha dado la vuelta al mundo, ha seguido su vocación, pero no hace tanto que encontró realmente lo que quería.

FI: Estos son recuerdos tan bonitos que después aunque vengan ya tormentas, vengan chaparrones, venga lo que sea… después de lo que he vivido tanto en las Fuerzas Armadas como en el hospital. Adelante.

JAES: Trabajar en el hospital, un lugar donde la línea entre la vida y la muerte está en constante conflicto. En el filo de los últimos segundos.

CABECERA: FUERA DEL RADAR | EN ESTE EPISODIO: UN ABRAZO DE DESPEDIDA

JAES: El despacho es compartido con los otros capellanes. El hombre que nos acoge, Francisco, no se hizo sacerdote de la noche a la mañana, no fue una idea repentina. Lo sabía desde siempre, y de niño ya apuntaba maneras en su Cáceres de origen.

FI: Bueno, desde pequeñito yo ya me sentía tocado por Dios.

JAES: No se le pegaban las sábanas para ir a misa, precisamente

FI: Yo los domingos por la mañana he querido ir a misa y me decía mi padre: «Levántate más tarde, vete a misa de 12». «No, no, papá, yo quiero ir a todas las que pueda ir».

JAES: Y fue a muchas… Las cuenta, entre otras muchas cosas, José Antonio Guerrero

JOSÉ ANTONIO GUERRERO: El chaval, Francisco, lo tenía clarísimo. Quería, ni más ni menos, que consagrar su vida a Dios.

FI: Me daba cuenta que estaba tocado por el Señor. Con siete añitos hice la comunión. Ya me hice monaguillo y después me fui al seminario. Estudié en la Pontificia de Salamanca la carrera de Teología, soy licenciado en Teología.

JAG: Dio todos los pasos que había que dar. Pero dentro de aquel niño con esa fe inquebrantable creció con fuerza también otra vocación.

FI: Quería ser militar. Sí, a mí me atraía el ejército y las Fuerzas Armadas.

JAG: A priori dos caminos casi opuestos

FI: Yo siempre he dicho que no puede ser que haya niños que mueran por las guerras. Hay que trabajar por la paz.

JAG: Cura o militar… ¿y por qué no… un dos por uno?

FI: Descubro que hay capellanes castrenses. En una Pascua militar en Burgos. Hay un capellán castrense. Y entonces descubro que: «Oye, que puedo ser castrense también. Pues nada, adelante».

JAG: Hizo la mili, y tardaron en descubrir que era religioso. Mientras cumplía, aprovechó para estudiar

FI: Entonces éramos 20 sacerdotes para diez plazas. Yo, claro, como tuve toda la mili para estudiar, pues saqué el número tres.

JAG: Lo consiguió. Capellán castrense. Le esperaban más de dos décadas de vida en el ejército.

FI: En total 24 años contando la mili, o sea, 23 de capellán castrense, más uno de mili, pero que me lo contó.

JAG: No tardó en entrar en terreno. Recordemos, él no aguantaba la idea de que los niños murieran por las guerras. Los llevaba siempre en el pensamiento. Por ejemplo, en Afganistán

FI: Ejemplo, cuando fui a Afganistán en los colegios no había vidrios. Se sentaban en el suelo, no tenían cuadernos, no tenían bolígrafos. Tan solo un encerado y unas tizas.

JAG: Él no era un soldado normal. Por convicción no podía portar un arma. Pero podía hacer muchas más cosas.

FI: Entonces yo le propuse al coronel que en los vuelos que venían a veces en estas fechas que trajesen material escolar. El coronel quedó contentísimo con esa iniciativa.

JAG: No niega que en Afganistán pasó miedo

FI: Hemos pasado miedo, hemos pasado sufrimiento, pero había un personal que nos defendía, que nos protegía.

JAG: Incluso con momentos muy tensos…

FI: Estábamos durmiendo y entonces nos lanzaron algún misil. Es verdad que cayeron cerca de nosotros. Pero teníamos muchos sacos de tierra para protección.

JAG: Sería por intercesión de Dios, la Virgen o San José… o simplemente por el azar, pero sobrevivió a las bombas, e incluso a las peores partes de las guerras.

FI: Yo la suerte que tuve es que tanto en Bosnia como en Kosovo, como en Afganistán nunca he tenido que tener un muerto en mis manos.

TRANSICIÓN GAVIOTAS/MAR

JAG: Poco después, un traslado le llevó a otras latitudes. Se convirtió en marino, concretamente en capitán de fragata, el equivalente a Teniente Coronel. Y no en un barco cualquiera.

FI: Y después ya por tanta experiencia el obispo me dijo que había que navegar en el Juan Sebastián Elcano. Es un lujo, es un privilegio, ¿no?

JAG: Uno de los buques más importantes del país era su nueva ciudad móvil. Allí tenía a cientos de personas con las que trabajar, y cambiaban constantemente. Aún se acuerda de los jóvenes marineros que hacían su primera singladura

FI: Alguno lo pasó muy mal en el primer viaje. Había varios marineros que lloraban conmigo porque era la primera vez que se separaban de su familia. De sus padres.

JAG: Aprovechaba el escenario. A muchos les confesaba sobre la cubierta y con la inmensidad del océano por horizonte. Allí, todas las cosas se ven de otra manera.

FI: Yo a veces aprovechaba para confesar porque me decía esto y me arrepiento ahora de no sé qué, porque he cogido mi casa como si fuese una fonda, porque porque con mis padres los he tratado mal.

JAG: Incluso con absoluciones vía exprés

FI: Muchas veces digo: «Oye, tú te arrepientes de eso?» «Claro, y cuando vayas a España le vas a traer un regalo y le vas a dar mucho cariño a tus padres o a tu novia o no sé qué» Y me decía: «Claro, ya te has confesado».

JAG: De su paso por el Ejército guarda anécdotas que da pena que no se las pueda contar a un nieto.

FI: En Kosovo había una base americana y entonces había un teniente coronel mexicano. Entonces ¿qué pasó?

JAG: Hermanos de lengua

FI: Que pasaron por allí y me escucharon a mí un domingo decir misa en castellano. Y entonces hablaron conmigo: «¿Usted haría el favor de decirnos una misa en nuestra base americana?» «¿Yo?», «Sí, en castellano». «Pero le voy a pedir un favor. ¿Me puedo llevar al coro conmigo?» Y les invitaban a comer.

JAG: Así que cada domingo los americanos tenían nuevos comensales..

FI: Cada domingo me llevaba a distintos soldados en el coro.

JAG: Comiendo a lo grande pizzas y hamburguesas

FI: Los americanos van por todo lo alto. Es impresionante. O sea, si la logística nuestra es un 10, porque no puedo poner menos. Si la logística de España es un 10, ellos son 20. Nosotros llevamos nuestras comidas, comida, cena, desayuno tal… Ellos tenían 24 horas: podían ir a comer hamburguesa, pizza, lo que sea, lo que sea.

JAG: Kosovo, Bosnia, Afganistán, a bordo del Elcano, el páter disfrutaba con su labor de capellán castrense… hasta un día. Estando lejos de casa, recibe un bombazo. Un ataque, esta vez, a su corazón. O mejor dicho, al corazón de la persona que más amaba. Su madre.

FI: Cuando le dio el infarto a mi madre, yo al navegar, al irme tan lejos, no quería que estuviese mi madre sola.

JAG: El pater estaba en la otra punta del mundo, en la costa oeste de América del Sur. Tuvo que tomar una decisión

FI: Le da el infarto estando yo navegando y entonces yo me tuve que venir para acá y entonces un coronel médico me dijo: «Pater, tú no puedes seguir navegando. Tú no puedes estar fuera de misiones. Tu madre te necesita. Ha salvado la vida por los pelos».

JAG: A su madre la ingresan de urgencia en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid

FI: Estuvo en la UCI una semana. Pero fue hasta que se repuso. Costó mucho.

JAG: En total más de 50 días ingresada y Francisco siempre con ella. Una recuperación tan larga le dio tiempo para pensar… y para observar.

FI: Pues venían soldados, venían no sé qué. Venga otro y entonces descubro la pastoral sanitaria. Digo: «Anda, si yo puedo hacer esto».

JAES: Esta oportunidad le hará colgar el uniforme. Despedirse de los viajes. Pero Francisco no sufre, porque será entre los enfermos donde encuentre su verdadera vocación como sacerdote. Al principio en hospitales pequeños de Madrid y desde hace casi diez años en el Ramón y Cajal.

SONIDO HOSPITAL

JAES: Los primeros años fueron muy buenos, guarda grandes recuerdos y aún muchas personas. Aprendió a acompañar y a hacerse imprescindible. Pero hace cuatro años, claro, algo puso en una situación de gran estrés a todos los hospitales del mundo.

SONIDO NOTICIAS COVID/PANDEMIA

FI: No tengo miedo. Yo les daba la mano y yo les abrazaba.

JAES: Para Francisco, la pandemia y el 2020 supusieron uno de los tragos más duros de su vida.

FI: Pues yo me he involucrado muchísimo y fue la pandemia. Yo me di cuenta como el Señor me ha ido preparando en mi vida para todo. Y ahora estaba claro que tenía que ser uno del ejército para la pandemia.

JAES: Cuando todos estábamos en casa aislados, con poca información y mucho miedo al contagio, él abrazaba en las UCIS a enfermos de covid

FI: Fue durísimo. Pero sin embargo yo no tuve miedo y no me contagié. No me contagié en ningún momento.

JAES: La pandemia, sin duda, le marcó. Con algunas frases imborrables, también de personas muy jóvenes.

FI: Me dijo: «Padre, dale un beso muy grande a mis padres y me voy con una tranquilidad y una paz inmensa. Y nos veremos en el cielo algún día», dijo ella.

JAES: Es el contacto más directo con la muerte, una muerte acelerada, constante, multiplicada.

FI: La pandemia ha sido para mí la experiencia más fuerte que he tenido en mi vida. Estábamos todos los días despidiendo a personas.

JAES: Enseguida volvemos.

PAUSA

JAES: En estos años —viene con el cargo— ha visto morir a muchos pacientes. Francisco guarda todavía muchos recuerdos…

FI: Tengo pacientes muy buenos que se han marchado ya. Eso para mí son los mejores recuerdos. Personas que me han dejado una huella inolvidable, que sé que si algún día tengo que pedir algo, les pido su intercesión arriba, porque son personas buenas pero buenas de corazón. Y en la época de la pandemia, que los muertos eran decenas a diario, di muchos últimos abrazos. Muchos.

JAES: : Muchos han muerto en sus brazos…

FI: ¿Cuántos últimos abrazos he dado en mi vida a personas? Alguno se ha muerto en mis brazos porque sabía que le quedaba muy poquito.

JAES: : Recuerda compartir esos últimos instantes de vida de los enfermos de covid, cuando casi nadie podía entrar.

FI: ¿Y sabes lo que pasaba? Que a veces, cuando quedaba muy poquito, como no podía entrar nadie yo me he quedado con ellos.

JAES: Un trabajo solitario y con un poso amargo que hay que saber llevar. Francisco pedía una siempre la misma cosa

FI: Y yo le decía: «Señor, que no me llame nadie ahora». Y oye, cómo me ha respetado siempre el Señor para estar en ese último momento acompañando.

JAES: Sigue contando esta historia, José Antonio Guerrero

SONIDO PASILLOS DEL HOSPITAL/ASCENSORES…

JOSE ANTONIO GUERRERO: Después de haber vivido la muerte tan de cerca en la pandemia… no hay guerra a la que el páter no pueda enfrentarse. Él sigue pegado al teléfono.

FI: Hola, buenas. Soy el capellán. Está desmoralizado, ¿no? Vale. Yo voy a hablar con él. Para eso estoy yo aquí. Vale. Se llama José Ignacio. Que no se preocupe, que yo voy a verle. Vale. Un abrazo.

JAG: También entra una señora, que llama a la puerta

SEÑORA: Por los difuntos. Familiares difuntos de Ascensión. Bustos.

JAG: Viene a encargar una misa

S: Siempre encargo una porque tuve a un hijo aquí. Con 28 años murió con dos trasplantes de médula. Un linfoma de Hodgkin. Y aquí me he pasado muchísimos ratos…

JAG: Vamos a salir del despacho. Francisco nos quiere presentar a una persona. Está en la habitación 717.

JAG: El hospital es todo un laberinto. Hay que atravesar muchas áreas distintas, hasta que llegamos a oncología. En una sala abierta, hay una treintena de personas recibiendo quimioterapia pacientemente. Francisco encuentra una cara conocida.

TINA: He trabajado en este hospital durante 40 y pico años. Soy enfermera de este hospital. Empecé a trabajar antes de que se abriera, cuando había ratas por los pasillos.

JAG: Ella es Tina. Ha sido parte de este hospital en todos los cargos posibles…

TINA: He tenido la inmensa suerte de montar varios servicios, un montón de años supervisora, ser subdirectora de enfermería, ser jefa de atención al paciente. Y ahora en mi jubilación: enferma.

JAG: Incluso al otro lado, como paciente. Es su décimo ciclo de quimio, y dice que los capellanes son el alma del hospital.

TINA: Son una gran ayuda para mí, que ojalá en todos los hospitales y en todas las clínicas privadas existiese la figura del capellán para atender a los enfermos, no sólo en los últimos momentos.

JAG: Tina va por buen camino, pero hasta aquí, todo ha sido muy duro

TINA: Últimamente estoy mucho mejor. Este es el décimo ciclo que llevo. Los primeros eran muy duros. Se pasaba francamente mal. Además me encuentro más fuerte.

JAG: Despedimos a Tina, que está bien acompañada de su hijo. Seguimos en ruta hacia la habitación 717. Nos han dicho que es una especie de santuario.

FI: Es una mujer con mucha fe.

PRESENTACIONES: Hola. Qué tal? Soy José Luis. Que tal? Como se llama? Pues hemos venido a hacer un reportaje. Bueno, es un podcast. Es sonoro.

JAG: Belén es una joven paciente sevillana de 31 años. Lleva ingresada desde el pasado mes de enero por un cáncer de médula sin posibilidad de trasplante que le ha dejado inmovilizada en la cama.

FI: Cuando entro yo. Me da una alegría. Yo le doy alegría a ella y ella me da alegría a mí. Siempre, Siempre.

JAG: Se iba a casar en mayo y la enfermedad detuvo su vida. Pero encontró mucho consuelo en la fe, y en los capellanes. Sobre todo en Francisco

BELÉN DOMÍNGUEZ: Siguen siendo y han sido y son mis psicólogos del alma, gracias a los capellanes he tenido mucha ayuda y no he necesitado ayuda psicológica y ellos pues me han hablado conmigo. Yo les he podido contar todo lo que me pasa. Me han dado consejos, me han acercado al Señor. La fe no la he perdido, pues gracias a que ellos vienen todos los días a mi habitación, entonces es como una alegría cuando viene.

JAG: Efectivamente, la habitación tiene algo de santuario. En una pequeña mesa reposan imágenes y estampas religiosas, y amarradas a su cama hay cintas de la Virgen del Pilar que le mandan desde todos los rincones de España. Habla maravillas del padre Francisco

BD: Me emocionó. Es como alegría, bondad, transparencia. Viene siempre y te saca la sonrisa. Siempre te ofrece todo lo que tiene. Es como... es una persona excepcional. Aparte de un sacerdote buenísimo. Te escucha.

JAG: Parece que se le da bien su trabajo

BD: Y yo hay veces que he estado con muchas náuseas, mucho cansancio, mucho dolor y aún así ha llegado Francisco y me ha alegrado.

JAG: Belén cuenta su día a día en Instagram, donde ya tiene 120.000 seguidores. Acaba de escribir un libro. se titula la vida es bonita incluso ahora, una historia real de superación y lucha. El papel de sus padres (Charo, Paco) y su novio Emilio, con el que se iba a casar en mayo, también es fundamental

BD: Ahí están conmigo para cualquier cosa. Aquí vienen muchas noticias desagradables, obviamente, porque cuando tienes cáncer hay muchas noticias que no te gustan o cuando no tienes movilidad, ahí tienes muchas noticias que no te gustan, pero a mí me dijeron que ya no había nada más que hacer conmigo los oncólogos y me dijeron que ya pues me tenía que ir a paliativos y yo tuve ahí a mi familia al pie del cañón, igual que a ellos.

JAG: Y mantiene que su fe va dando frutos

BD: Al final llegó un regalo de Dios que fue un ensayo clínico para mí y estoy aquí todavía en el hospital.

JAG: Para Francisco ver a Belén en sus guardias es casi una necesidad vital. Tienen una conexión realmente fuerte. Dice que los enfermos son los que le han hecho mejor persona.

FI: Mi vida ha mejorado muchísimo. Yo he mejorado trabajando en el hospital. Y para mi alma, sobre todo para mi alma, mucho mejor. Sí, sí, sí, eso está claro. Vuestras enseñanzas, vuestro ejemplo, vuestros ánimos. Decir voy a dar ánimo a un paciente y me lo da a mí.

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Misas, confesiones, extremaunciones… o simplemente buenas conversaciones. En el Ramón y Cajal los capellanes no faltan ni un día.

FI: Y hacemos las guardias 24 horas todos los días del año.

JAES: Incluyendo, por supuesto, las fiestas de guardar y las fiestas de Navidad. Hay una en la que Francisco nunca falla.

FI: En la Nochevieja todo el mundo está de fiesta. Entonces yo me tomo las uvas con un enfermo. El que yo vea más grave, el que yo vea que más me necesita. Lo agradece muchísimo porque a veces está con algún paciente y está su hijo, está solo.

JAES: Un hombre que se dedica a acompañar, a conversar, y a consolar. Y también, claro está, a dar muchos últimos abrazos

FI: Que paséis un día muy feliz. Podéis ir en paz. Demos gracias a Dios. Acabará el podcast.

JAES: Hasta aquí. Muchas gracias a Francisco, por contarnos su historia, y a José Antonio Guerrero por escribirla y narrarla. Esta ha sido una más de nuestras historias de Fuera del Radar, el podcast de periodismo narrativo que va más allá de la noticia. Soy José Ángel Esteban, gracias por escuchar.

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Jueves, 28 de noviembre 2024, 00:14

Como profesión, dar la última despedida antes de la muerte. Francisco es capellán del hospital Ramón y Cajal, y se dedica a acompañar a los pacientes, además de dar misas, confesiones, y por supuesto extremaunciones. Pero este cura, además, ha vivido las guerras de Bosnia y Afganistán, y ha navegado años en el Juan Sebastián Elcano. Nada de todo lo que ha visto por el mundo se puede comparar, eso sí, a la pandemia que vivió en el hospital.

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Créditos

  • Una historia de José Antonio Guerrero

  • Coordinación y edición Luigi Gómez y Carlos G. Fernández

  • Producción técnica Iñigo Martín Ciordia

  • Diseño sonoro y mezcla Rodrigo Ortiz de Zárate

  • Ilustraciones Adrián Astorgano

  • Dirección y producción ejecutiva José Ángel Esteban