Episodio 1
«Me voy a morir sin saber quién soy»
Una mujer y su hija investigan los orígenes perdidos de la abuela, abandonada en un hospicio al nacer. A los 90 años, Vicenta necesita saber de dónde vino. Lo que descubren hace temblar a toda la familia
Transcripción
PODCAST RADAR - ME VOY A MORIR SIN SABER QUIEN SOY
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.
JAE: La vida de una persona está compuesta no solo por lo que vive, sino también por lo que fue y por lo que le aportan quienes le rodean. Padres, madres, abuelos, hermanos, primos… conforman un árbol de savia lleno de ramas que están unidas a nosotros de forma inevitable, más lejos o más cerca y que nos permiten viajar a nuestro pasado al sitio, al tiempo del que provenimos. Hay páginas en blanco en la vida de cualquiera de nosotros, es verdad. Ramas perdidas, olvidadas, rotas. ¿Pero qué ocurre si ese árbol solo tiene tronco, si lo que conocemos de nuestro trazado familiar es… NADA? ¿Si no hay ni una sola pista que nos vincule con ese pasado?
VICENTA RUIZ ORIOL: Yo siempre he querido, siempre, siempre he querido saber quién soy. Saber quién soy.
JAE: Lo normal en el orden de la vida es conocer primero a tus padres y de ahí ir sumando familia. Pero la de Vicenta se ha construído al revés. Y eso la ha dejado sin identidad durante 89 años. O quizás 87, no está muy claro. Porque ni eso sabía. Ni padre, ni madre, ni nada.
PILAR: Mi madre aparece en El amor misericordioso en Alfaro. Suponemos que con unos tres años sin identidad.
JAE: El amor misericordioso es el nombre de un colegio que antes fue un orfanato, en Alfaro, en La Rioja. Pero ni siquiera el nombre de esa institución, ese nombre, era un dato seguro. Ni el del edificio ni el de Vicenta.
P: Lo único que sabemos es que se llama Vicenta Ruiz Oriol y ni tan siquiera nos confirman si ese nombre con los apellidos es real o no.
JAE: Toda su vida Vicenta ha querido saber quién es y de dónde venía pero no había ni una mínima pista a la que agarrarse. Ni un dato que le vinculara a un lugar, a un origen. Puro vacío. Todo lo que los papeles decían era «se ignora», esa sentencia cerrada. A su hija Pilar siempre le ha dolido esa pieza que a su madre le faltaba y siempre pensó en encontrarla.
P: No era una obsesión, era una necesidad personal. Necesidad personal que tenía por descubrirlo, porque mi madre tenía ya cierta edad y no quería que se fuera sin saber y no quería dejar de intentarlo.
JAE: Lo peor en una historia de búsqueda familiar no es solo la falta de pistas, la burocracia o la intriga. Lo peor, siempre, es el dolor por lo no vivido y la incertidumbre de no saber si encontrarás algo y cuáles serán las consecuencias.
P: Porque hay muchas familias que están buscando y saben quienes son. Y no, no quieren saber nada y les cierran las puertas. Había esa posibilidad y yo tenía miedo a eso.
JAE: Pero lo más duro para ambas siempre fue la falta de esperanza.
VRO: Pero si te voy a decir la verdad, no tenía ninguna esperanza. Por los años eh! No por nada, sino por los años, es muy triste…
JAE: Una falta de esperanza basada, principalmente, en la ausencia de datos.
P: Es decir, ¿Por dónde empiezo? Sin tener conocimiento ninguno.
JAE: Es un laberinto sin puerta de entrada.
P: La mayoría de las personas que buscan tienen un lugar de procedencia. Aquí no teníamos lugar de procedencia.
JAE: Lo que hay es distancia, tiempo. Pilar y Vicenta tenían que rastrear datos de algo ocurrido hace casi 90 años. Una búsqueda en la que Pilar iba a apostar su vida.
P: Me he ido a mirar a Barcelona, a Medina, he ido a buscar los censos, me he ido a los cementerios, he ido tumba por tumba mirando apellidos… Porque no tenía información de nada. Es que es complicado…
JAE: Mientras, Vicenta esperaba cautelosa algún dato.
VRO: Yo le dije. Mientras no sepas algo, no me digas nada. Que sufría mucho.
JAE: Porque, como lo había hecho siempre, recordaba a cada momento sin luz, sin información, lo mal que se lo había hecho pasar la vida de niña en la calle…
VRO: Y que te pregunten: ¿Dónde has nacido? Y que digas: «No lo sé». Y que te digan: ¿Quién es tu familia?. «No lo sé». Y encima que se rieran como se han reído…
JAE: Se han reído de ella o aún peor. Por ejemplo el trato recibido muchas veces, la idea que de ella tenía la familia que se la llevó del colegio orfanato cuando tenía unos 7 años.
VRO: Y muchas veces le decían a esta mujer. «¿Bueno si no la quieres para que la has sacado? Tú no la has sacado como hija, tú la has sacado como esclava para que trabaje».
JAE: Eso de niña. Y también de adulta.
VRO: Fuimos al cura y le dijimos que queríamos casarnos. Pero a ver. Que no podía casarme. «¿Bueno y por qué?» Le dije yo. «Porque no tienes documentación».
JAE: Así que, sin documentación, sin pasado, sin un rastro y una identidad… lo que le quedaba a Vicenta para seguir adelante era construirse una personalidad fuerte.
VRO: Que he tenido carácter, sí, pero me lo ha hecho la vida. No me lo he hecho. Me lo ha hecho la vida.
JAE: Muchos, mucho años después, esa misma vida que se lo hizo pasar tal mal, se ha encargado de recompensarla.
VRO: Pues en una palabra, que no me lo creo.
JAE: Porque sí. Vicenta buscó y buscó, también Pilar, e incluso la tercera generación, Estrella, que fue clave en esta historia. Una maraña burocrática, un enredo geográfico y genético, lleno de atajos y falsas salidas. Por ahí han circulado durante años abuela, madre y nieta. Y ahí, por el camino, descubrieron mucho más de lo que la vida les había ocultado y el tiempo les había enseñado a esperar.
CABECERA: FUERA DEL RADAR. HISTORIAS MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA. EN ESTE EPISODIO: ME VOY A MORIR SIN SABER QUIÉN SOY.
JAE: Hace 90 años, en la década de 1930, en España, ser madre soltera era algo inconcebible. Ocurría, claro, pero se negaba y era motivo de vergüenza. Una deshonra que llevaba a las jóvenes que no estaban casadas a entregar a los bebés en inclusas, hospicios o casas cuna. En algunos de esos establecimientos benéficos se utilizaban los tornos, como en las clausuras: ni quien entregaba el bebé ni quien lo recogía se veían las caras. No sabemos si Vicenta fue entregada así, es una posibilidad. Aunque tampoco en esta historia es lo más importante.
VRO: En aquellos años pasaban muchas cosas raras.
JAE: Vicenta no necesita saber lo qué ocurrió en el comienzo de todo esto, porque no quiere juzgar.
VRO: Y yo como no lo sé... No puedo juzgar a mi madre. Cuando una cosa no se sabe, no se debe decir. ¿Entiende? Yo no puedo juzgarla por eso.
JAE: Pero lo que siempre necesitó saber es de dónde viene, dónde están sus orígenes. Y así lo expresa. Y no es que quisiera saber, es que lo necesitaba.
VRO: ¿Y quién soy? Es muy triste no saber quién eres. Es muy triste que te pregunten.
JAE: Continúa narrando esta historia la periodista Inés Martínez.
INÉS MARTÍNEZ: La intriga y, al tiempo, la visceral necesidad de saber de Vicenta las heredó su hija, Pilar.
P: Sí, pero es que yo eso lo he oído toda mi vida. Yo lo he oído desde pequeña. Empiezas ya en el colegio cuando te preguntan. Cuando eres pequeña. Te dicen: «¿Quiénes son tus abuelos?» Y yo le pregunté a mi madre. «No sé». Y voy a la escuela y digo «No lo sé». «¿Cómo que no lo sabes?» «No, no lo sé.» Y me inventaba los nombres de los abuelos.
IM: Pero al mismo tiempo que se inventaba esos nombres, buscaba pistas en la realidad.
P: Luego cuando tuve 18 años o así, pues fui al colegio del Amor misericordioso y otra vez a preguntar. Yo decía: «tiene que haber algo, tiene que haber algo».
IM: Aquel era el único lugar del que sacar información, porque Vicenta había llegado allí desde otro centro de acogida. No se sabe de cuál. No había ni un dato.
VRO: Había perdido yo la esperanza después de tantos años de encontrar a nadie?
IM: Así que la búsqueda se pospuso en varias ocasiones.
P: Pero ahí me paré. Ya tuve a mi hija. Estás con los años, con los niños…
IM: Aunque nunca del todo.
P: Yo siempre iba al colegio y preguntaba. Además, tengo muy buena relación y los seguían buscando cada año. «Sube hacia arriba a ver sí…». «No hay nada de verdad».
IM: Hasta que un día, en noviembre del 2020, Estrella, la hija de PIlar, hizo lo que su madre había hecho tantas veces. Preguntar.
P: Después de muchos años. Un día, sentada en el sillón, me preguntó mi hija Estrella. «Oye, ¿Me cuentas la historia de la yaya?» Y le conté que no sabíamos nada, que me había puesto a buscar sin éxito.
IM: Estrella hizo lo que estaba más en la naturaleza de su generación. Decidió buscar ayuda en Twitter.
SONIDO TECLAS
ESTRELLA: A mi abuela Vicenta la dejaron con 3 añitos en el Colegio Amor Misericordioso de Alfaro, en tiempos de la Guerra Civil con un papel en la mano en el que simplemente ponía su nombre y apellidos.
ESTRELLA: Imaginaros por un momento que no sabéis quienes son vuestros padres, vuestra familia, ni el lugar donde nacisteis y menos el año y el día de tu nacimiento para poder celebrar tu cumpleaños con los tuyos, en definitiva nada sobre vuestra vida, eso es lo que le sucede a mi abuela.
IM: Ellas no lo esperaban, pero la historia tuvo mucha repercusión en las redes sociales.
P: Alguien igual puede haber oído alguna historia por aquí cerca, porque claro, podía ser de La Rioja, puede ser Navarra, podía ser de Aragón, como podía ser de Andalucía. No teníamos constancia de ningún sitio de España. La búsqueda era más difícil. ¿De dónde había venido mi madre?
IM: El ruido, sin embargo, no se tradujo en resultados. Y la investigación en el colegio seguía siendo un callejón sin salida. Definitivamente.
P: Los papeles estaban destruidos. Se los habían comido las termitas.
IM: Un día, sin embargo, poco después, un comentario en Twitter les dio una idea que hasta entonces no habían valorado. ¿Por qué no consultaban en los bancos de ADN? Y rastrearon varios.
P: ¿Por dónde empiezo?
IM: La familia se hace una prueba y mientras los resultados llegan, Pilar sigue buscando.
P: Ruiz era un apellido muy común, con lo cual lo descarté.Voy a empezar por Oriol.
IM: La investigación no puede centrarse en La Rioja, ya que Vicenta podía venir de cualquier lugar de España.
P: Empecé a mandar por los registros civiles de muchísimas provincias de España y muchos lugares. A ver, a ver si suena la flauta.
IM: Pilar estaba perdida. De nuevo. Otra vez el laberinto. Y en ese momento, llegó el resultado de la prueba de ADN. Había una coincidencia. Una.
P: Y nos situó en un porcentaje muy pequeño. Muy pequeño pero…
IM: Era la primera vez que había un hilo del que tirar.
P: Me puse en contacto con la persona que había tenido la coincidencia de ADN en mi madre y me dio unos pequeños datos. Que su familia era de Medina del Campo y dos apellidos. De sus abuelos.
IM: Había esperanza. Un rastro que llevaba a un pueblo. Una persona.
P: Después de muchos meses ya no, no quiso colaborar.
IM: El hilo se rompió.
P: Ya tenía una puerta cerrada.
IM: Pero, al menos, había descubierto unos apellidos y un lugar en el que investigar. Probó con otra red social. Rastreó los grupos de Facebook relacionados con Medina del Campo, en Valladolid.
P: Tras un año de investigación.
IM: Un año para llegar a una inclusa y a un apellido.
P: Vi que había un hospicio que se llamaba Simón Ruiz.
IM: Y siguiendo el rastro dio con algo que le llamó la atención.
P: Se llamaba Simón Ruiz y que a las niñas y a los niños que los ingresaban ahí les apellidaban Ruiz.
IM: Ruiz. Como su madre, como Vicenta Ruiz… Era una pista mucho más firme que las anteriores.
P: Algo empezaba a cuadrar. Ya cuadra: Medina, la persona que ha dado una coincidencia con mi madre, aunque sea mínima, con el Hospicio Medina.
IM: El siguiente paso era la diputación de Valladolid, donde dio con algo nuevo.
P: Encontré el nombre de mi madre Vicenta Ruiz, sabía que físicamente había un papel donde ponía «Vicenta Ruiz Oriol había estado allí».
IM: Fue un momento realmente importante para Pilar.
P: Para mí eso fue impresionante. Bueno, en ese momento yo lloré. Yo lloré porque seguía sin saber, simplemente me contestaron y me dijeron «Sí, existe una persona que se llama Vicenta Ruiz Oriol».
IM: Pero el proceso se estaba gestando en la distancia. Pilar en Alfaro, y los papeles en Valladolid. Necesitaba verlos, tenerlos en sus manos.
P: «¿Me lo puedes mandar?» Entonces la chica muy amablemente me llamó por teléfono y me dice «Bueno, no sé lo que esperas».
IM: Porque, pese a todo, el hallazgo no aportaba demasiada información. Y Pilar volvió a escuchar ese terrible concepto burocrático: «Se ignora».
P: «Me puedes decir por favor qué es lo que pone». Y claro, me dijeron que la habían dejado con 15 días unos padres desconocidos y que había nacido en agosto en 1933.
IM: Eso significaba que los posibles padres de Vicenta, que la habían dejado en aquel hospicio, seguían sin identificar. Desconocidos. Y que Pilar seguía sin poder saber el nombre de sus abuelos.
P: Era un momento agridulce, pero sí que ya tenía: un lugar, una fecha de nacimiento, un año y bueno, padres desconocidos. Estaba en la misma situación que hace años mi madre pero ya tenía unos datos.
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN. Por fin. Datos. Tras años de búsqueda sobre los orígenes de su madre, Pilar consigue una coincidencia en un banco de ADN. La muestra le lleva hasta Medina del Campo, donde una persona se niega a acompañarla en su búsqueda, pero le posibilita un eslabón más: en Medina hay un hospicio, como en el que se crió su madre. En ese hospicio todos los niños y niñas recibían el mismo apellido: Ruiz. Exactamente como el de su madre.
P: ¿Qué es lo fiable? El ADN. Vale. Tengo estos apellidos.
JAE: Ahora continuamos.
PAUSA
JAE: Una abuela sin orígenes. Sin saber quién fue su madre, quién fue su padre. De dónde viene. No hay una sola pista documental sobre Vicenta, que casi con 90 años quiere saber. Una hija y una nieta a la búsqueda de esa genealogía mínima. Después de años de investigaciones, Pilar, la hija de Vicenta, se concentra en Medina del Campo, donde en un hospicio se apellidaba a los niños y niñas de la misma forma que a su madre.
JAE: A la vez, en Facebook, Pilar sigue la pista de otra mujer con familiares que también tienen esos mismos apellidos. Pero la mujer, esa mujer, rechaza que pueda haber relación directa entre las familias. Pilar no se da por vencida.
P: Porque si no era otro abanico de posibilidades que tenía que ir investigando.
JAE: Pilar decide que esa relación, esa coincidencia, podía dar más de sí y consigue convencer a los familiares de esa mujer para que se hicieran pruebas de ADN.
P: Ella Resultó que fue positivo y resultó que era sobrina nieta de mi madre, con lo cual las Choni y Teodoro eran primos carnales de mi madre. Era sobrina nieta, pero era un familiar. Era su familia.
JAE: Eran familia. Continúa con la historia Inés Martínez.
INÉS MARTINEZ: La pista de Medina del Campo había dado resultado. Había unos primos. Fue, sin duda, uno de los momentos más especiales de la búsqueda de Pilar y Vicenta. Fue uno de esos momentos en los que la hija sí compartió el descubrimiento con la madre.
VICENTA RUIZ ORIOL: Mira, si te voy a decir la verdad, la primera vez que me dijo mi hija que había encontrado unos primos, no me lo creía.
IM: Vicenta y Pilar no tardaron ni dos días en encontrarse con su nueva familia.
P: Todos estaban muy emocionados. Los hijos de estos también. Todos querían ser tíos, sobrinos y primos de Vicenta.
IM: Vicenta no solo había encontrado sus orígenes, sino algo que nunca hubiera soñado: Familiares. Unos primos nuevos casi con noventa años.
VRO: Es que me voy a morir sabiendo quien soy. Es que es muy grande.
IM: El encuentro había despertado también la intriga de la nueva rama de la familia: Choni, Teodoro, y los demás.
P: Ya habíamos conocido a los primos carnales. Vale. ¿Y ahora qué? Teníamos que saber de qué parte… ¿Será de madre o de padre?
IM: Pilar, lejos de darse por satisfecha, no podía dejar la búsqueda en ese punto. Tenía que seguir.
P: Yo no paraba. Yo tenía que seguir buscando.
IM: En el encuentro con Choni y con Teodoro, en Medina, Pilar había conseguido partidas de nacimiento de algunas tías de Vicenta.
P: Yo tenía tatarabuelos, tatarabuelos, bisabuelos, pero resulta que no tenía ni los nombres de los abuelos ni los nombres de los padres.
IM: Le faltan los nombres clave. Un eslabón más podría ser una de las primas que venía de Bobadilla del Campo, también en Valladolid. Seguir su rastro podría determinar si los nuevos primos de Vicenta lo eran por parte de padre o de madre.
P: Vamos a dar vueltas. Y estuvimos dando vueltas con el coche. Intentando buscar alguna persona.
IM: En Bobadilla, Pilar ya tenía muchos nombres de familiares, así que se puso a preguntar a los vecinos del pueblo.
P: Empezaron a decirme… «Pues si hay un hijo, hay un primo. Y mira, este es».
IM: Le costó encontrar algo concreto, pero no paraban de salir más nombres.
P: «Perdonad pero ¿Os puedo coger el teléfono por si acaso sale que sois familiares vuestros?. Yo llevaba hasta la prueba de ADN en el bolso pero me pareció un poco… Decirles «Oye, ¿Te quieres hacer la prueba de ADN?». Por si acaso. Porque había posibilidad de que ellos fueran.
IM: Acabó recopilando una lista de posibles abuelos, conseguidos a través de familiares y de partidas del registro civil. Y volvió, esta vez con más información, a buscar en la hemeroteca, noticias y esquelas.
P: Y me encontré con una noticia en la hemeroteca en la cual había una mujer que se ofrecía como ama de cría con dos meses de leche. La noticia es de 1933 en Octubre.
IM: Esos datos coincidían al menos en el tiempo.
P: Esto empezaba a cuadrar. Tiene que estar aquí la partida de nacimiento de mi madre y tiene que estar ahí la madre.
IM: Un ama de cría… podía ser una madre reciente.
P: Ella tiene que ser la madre de mi madre.
IM: Pilar era consciente de la importancia del hallazgo, pero quería controlar las emociones.
P: Yo misma no me lo quería creer.
IM: Era solo un viejo anuncio de periódico. Hacía falta algo más.
P: No, porque sabía que había documentación pero necesitaba más pruebas.
IM: Y como en toda investigación, las casualidades también existen. La trabajadora del registro de Valladolid con la que Pilar había estado en contacto le mandó la documentación.
IM: Y de paso, le dijo algo más:
P: Me mandó un mensaje a las 19:00 de la tarde y me dijo. Este es mi cuñado. Puede que sea familiar tuyo.
IM: Inmediatamente, Pilar se puso en contacto con él.
P: «¿Eres José?», «Sí, puedo ser tu primo y mi padre puede ser hermano de tu madre». «No me lo puedo creer. ¿Me lo estás diciendo en serio?».
IM: Las fechas cuadraban, los nombres cuadraban. Todo parecía perfecto, solo faltaba la prueba de ADN.
P: No sé, me da tanto miedo el que sea, que no, que prefiero ser precavida. Entonces, hasta que el ADN no nos confirme… vamos a esperar.
IM: Pero la emoción se había desatado ya en la posible nueva familia de Vicenta.
P: Empezaron a hablar con la familia, con los demás hermanos y vieron que el parecido de mi madre era tremendo. José me dijo que tiene una hermana que se llama Lourdes, que me parecía un montón a ella.
IM: Por fin, llegaron los resultados de la prueba genética.
P: ¿Y cuando viene y cuando viene y cuando viene?. Y al final me desperté. Tenía el teléfono en la mesilla. Yo tengo la aplicación en el móvil y… Y lo vi, y lo vi! «¡Ay madre… a las 6 de la mañana!»
IM: La emoción no pudo ser mayor. Pilar no puede evitar llorar mientras lo cuenta.
P: «¡Ay, madre, que son hermanos, que son hermanos!» Yo sola chillando porque mi hija estaba durmiendo.
IM: Ahora quedaba lo más importante. Contarle a Vicenta que habían encontrado a sus hermanos carnales.
P: Bajé, abrí la puerta llorando… llorando de alegría y le dije; «¡Que nos vamos, que hay tres hermanos, que sí, que sois hermanos y que nos vamos mañana!».
VRO: Estoy aquí desayunando y la veo que viene. Y lo primero que le dije: «¿No has ido a trabajar o qué?. Cómo iba a pensar yo que me traería semejante noticia. Venía llorando y riéndose a la vez.
IM: Vicenta todavía es casi incapaz de expresar lo que sintió en ese momento. Era algo que llevaba esperando toda la vida.
VRO: ¿Pues sabes lo que sentí? Que no dormí en toda la noche. Venga a llorar. Venga a llorar de alegría después de tantos años.
JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: 89 años después, Vicenta iba por fin a conocer a sus hermanos. Habían nacido después de ella y nunca habían sabido de su existencia. Pero igualmente eran sus hermanos.
P: Hablé con mi primo José y yo le dije: «Yo lo siento, pero mañana me voy, mañana os veo. ¿Yo no sé si estaréis dispuesto o no estáis dispuestos? Pero mi madre tiene 89 años. Yo no espero ni una semana ni un mes. Esto ha sido lo que ha esperado toda su vida. Estamos hablando de tres hermanos y yo os veo mañana».
JAE: Durante aquel viaje, Vicenta, muy nerviosa, no hacía más que preguntar a cuántos de sus tres hermanos iba a ver…
P: ¿Y cuántos vienen? Uno. Uno le decía yo. «Jo! ¿Y no van a poder venir los dos?. «De momento hay uno. Ya vendremos otro, otro día».
VRO: Pero yo iba con mucha ilusión. Y vaya, pensaba yo ver a uno, claro al entrar empezó mi hermana: «Hermanita, Hermanita, hermanita, hermanita». Bueno...
ESCENA DEL ENCUENTRO
P: Y la sorpresa de mi madre es que abrió la puerta. Se esperaba a un hermano y estaban los tres y fue, bueno…
JAE: La historia de Vicenta no es única. Hay miles de niños de la España de aquella época que nunca supieron de dónde venían. La que sí es casi única es la de Pilar. Un empeño casi enfermizo en hacer feliz a su madre a costa de horas de esfuerzo y falta de sueño. De viajes y búsquedas que solo entienden de una razón.
P: Yo no lo he hecho por mí, yo lo he hecho porque toda mi vida he oído a mi madre decir que quería saber de dónde venía. Y yo pensé que podía llegar a encontrar una partida de nacimiento. Quizás encontrar quiénes eran sus padres pero encontrar a tres hermanos vivos…
JAE: No es que Vicenta no hubiera sido feliz. Una vez que dejó el orfanato y aquella familia de acogida, su vida se encauzó, encontró el amor, tuvo cuatro hijos, nietos, bisnietos… pero siempre había faltado algo.
P: Mi madre ha sido muy feliz pero el hecho de que sea feliz no significa que te falta algo de tu identidad. Le faltaba toda su identidad.
JAE: Pilar no quiere que todo lo aprendido en este tiempo caiga en el olvido. Quiere ayudar a otras personas en su situación.
P: He aprendido muchísimo. Me ha dado mucha satisfacción personal y me encantaría ayudar a personas que buscan. Ojalá sirva de ayuda.
JAE: ¿Y Vicenta?
VRO: A veces cierro los ojos cuando me meto en la cama y digo. «Pero es que es verdad. ¿Sabes lo que es eso?»
JAE: Este ha sido un episodio más de Fuera del Radar, el primero de nuestra tercera temporada. Gracias a Inés Martinez por escribirlo y a Irene Martinez Zapata por editarlo. Fuera del Radar es podcast narrativo que se mueve más allá de la noticia. Soy José Ángel Esteban. Gracias por escuchar.
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