Episodio 8
El bar fantasma
La fascinante historia de El Secretario, un bar de Murcia con un siglo de vida. Cuando la Covid provocó su cierre, hubo que inventar una ficción para salvarlo
Transcripción
Fuera del radar.
El bar fantasma
José Ángel Esteban: ¿Qué tal? Bienvenidas y bienvenidos a nuestras historias. Esta es una historia real, pero también es una ficción. En realidad es la historia de una pequeña ficción, de una mentira piadosa. Del sacrificio por el negocio, por la forma de vida, que ha marcado a tres generaciones de una misma familia. Es la historia de ese negocio, de esa familia. Y de cómo a veces es necesario ocultar la verdad para que no sufran los tuyos.
El Secretario tiene la persiana bajada. Dentro, el mostrador está lleno de botellas. Tras la barra, cuelga la bandera del Real Murcia. Y la pared de enfrente está repleta de fotos. Es un bar.
Conchi Flores: Esa zona era del bar viejo y le llamaban la sacristía, que era un arco por donde luego entraban los barriles.
JAE: El Secretario es pequeño. Un bar de barrio, con una barra roja que atraviesa el local. Delante, las mesas y las sillas están alineadas esperando a los clientes. Los vasos están colocados, listos para tirar una caña.
CF: Dejamos el barril como estaba para que fuese el bar, como nosotros empezamos.
JAE: A esos barriles ya no les queda cerveza, la nevera está desconectada y en la televisión no se escucha el informativo. Tampoco se oyen las charlas entre los parroquianos ni el tintineo de los vasos al fregarlos.
CF: Cuando cerramos, lo quité todo, estaba el bar sellado para que no utilizasen la barra, no utilizasen la mesa. Lo quité todo y puse otra vez la mesa como estaba.
JAE: Conchi es una de las dueñas de El Secretario. Aunque nunca pensó en dedicarse a la hostelería, le ha venido de familia. Lo demostró cuando tuvo que tomar el mando del bar, junto con sus hermanos Loren y José Antonio. Los tres han mantenido este bar intacto hasta el día de hoy.
CF: Aunque sea para cerrarlo... Y quité todos los precintos, el gel, lo otro. Todo lo que había. Y ya está. Cerrado como empezamos. Y no, no le dijimos nada.
JAE: La última vez que el bar estuvo abierto fue la noche del 31 de octubre de 2020. En plena pandemia del coronavirus. Justo tras el segundo estado de alarma que impuso el toque de queda.
CF: Fue una pena, una pena. Además, cerramos el 31 de octubre a lo que nos obligaban: a las 10 de la noche. Teníamos el bar de todos los productos hasta arriba. Eso fue un desastre.
JAE: Y, desde entonces, no se ha tocado nada. No es por vagancia, en absoluto, ni por melancolía. Es por necesidad. Para decirlo muy rápidamente: una persona necesita creer que El Secretario volverá a abrir. Esa persona es Inés, la madre de Conchi.
CF: Porque ella ya era muy mayor y como estábamos viendo que todo se iba a alargar, nosotros le seguíamos el juego. «Que sí, que sí, que lo abrimos.»
JAE: Por esas fechas, en octubre de 2020, Inés tiene 90 años y no está para disgustos. Así que sus hijos no le han confesado la verdad: que El Secretario ha cerrado para siempre.
CF: Y es que no se puede, no se puede. Que tampoco la culpa la tiene nadie, la tiene el virus.
JAE: Conchi y Loren son dos mujeres ya mayores, de baja estatura y pelo corto. Las dos se emocionan cuando hablan de su madre. Las hermanas se sientan detrás de la barra y empiezan a recordar cómo el bar ha marcado la vida de toda la familia. Aunque Conchi lleva la voz cantante, Loren también se lanza a contar la vida de los Flores Lorca.
Loren Flores: Ella desde que se casó estaba trabajando en el bar y lo que no quería es que se cerrara.
JAE: Todos los clientes que desayunaban y brindaban en ese emblemático bar sienten que se ha ido parte de su vida. Todos, excepto una persona, Inés, que aún cree que El Secretario volverá.
CF: Decía «bajarme, bajarme abajo, que yo vea que el bar está.» Y decíamos «que sí mamá, que está como se quedó.»
JAE: Y de eso va esta historia. Del cierre de un bar mítico, pero también de seguir vivo en tiempos de crisis y de muchos muertos. De mantener encendida la llama de lo que ha sido un símbolo de Murcia. Y de inventarse una fantasía para proteger a los tuyos.
CABECERA
JAE: Hay que contar toda la historia. Vamos de viaje a 1916. Europa se enfrenta en la Segunda Guerra Mundial y España vive una época de cambios. En Murcia, concretamente, se estrena un nuevo puente sobre el río, se inaugura el Casino y se pone en marcha la Universidad. Y otro detalle: hay un bar que se inaugura. El Secretario abre sus puertas. Aunque sufrirá muchos cambios a lo largo de las décadas, su nombre siempre será el mismo.
CF: Porque mi abuelo era el secretario de las Mondas, de las acequias, y ya empezaron con los secretarios y nosotras seguimos siendo las secretarias.
JAE: La primera ubicación del Secretario está en San Antón, un barrio popular de la ciudad de Murcia, un barrio de gente trabajadora. Esta es una historia escrita e investigada por el periodista Antonio Gil Ballesta. La cuenta Andrea Morán.
Andrea Morán: Esas calles marcan el límite de la ciudad con la huerta. En esa frontera se encuentra la fábrica del salitre, también la planta de producción de seda y El Secretario va a convertirse en un punto de encuentro para todos los trabajadores de esa zona.
CF: Mi padre abría a los barrenderos cuando estaba la fábrica de la de la Seda ahí. También para mujeres que venían a la fábrica...
AM: El padre de Conchi se llama José Antonio Flores, aunque le conocen como Pepe 'El Nene'. 'El Nene' es un hombre menudo y recio, con brazos fuertes. Y es también una persona resuelta. En 1947, con solo 17 años, Pepe se pone al frente del negocio.
CF: Se murió mi abuelo y entonces, claro, mi padre tuvo que sacar a sus dos hermanas adelante y a mi abuela.
AM: A esas alturas, Pepe ya conoce a Inés, su novia. Ha estudiado para ser contable y está a punto de empezar a trabajar. Pero pronto se da cuenta de que está hecho para vivir detrás de una barra. Como recuerda Loren, hermana de Conchi, los clientes disfrutan con las bromas y los chistes de su padre, también con su talento para hacer sonar los vasos:
LF: Cogía los vasos y empezaba a tocarlos, pero que hacía música. Y la gente «Venga, Pepe, toca los vasos». Y empezaba con los vasos a tocarlos y hacía música.
AM: Con 'El Nene' al frente se extiende la fama de El Secretario. No es solo un bar de trabajadores. Desde las seis de la mañana a las 12 de la noche, Pepe sirve desayunos, aperitivos, comidas y cenas. El vino y la cerveza son los dos grandes reclamos.
CF: Lo siguió manteniendo como una taberna, aunque tenía la cerveza y llegó a ser número uno. De hecho, el barrilero le regaló el tanque ese de la Estrella por la cantidad de cervezas que vendía.
AM: Por aquel entonces, en los años 50, en El Secretario también trabaja Inés, la mujer de Pepe. Inés nació en Lorca, pero cuando tenía seis años se fue a vivir con su familia a San Andrés, otro barrio vecino de San Antón.
CF: Conoció a mi padre con 12 y desde los 12 hasta los 85.
AM: Pepe e Inés forman esa pareja a la que todo el barrio conoce, a la que todo el barrio quiere. Loren nos los explica:
LF: Luego nos encontrábamos por aquí a la gente, «¿Inés, te acuerdas cuando iba Pepe a rondarte por ahí? Que iba a la peluquería e iba a rondarte de nuevo a la casa.»
AM: Inés comparte el mérito de convertir El Secretario en un lugar de referencia entre los vecinos. Pero no solo para ellos; también para gente de otros pueblos, e incluso famosos del resto de España. Cuando pisan Murcia, no falla una visita a El Secretario.
CF: El bar estaba impecable. Mi madre, bueno, más curiosa no podía ser. Y llegó Lola Flores, que estaba en el Teatro Romea actuando. Y llega y le dice de entrar al aseo.
AM: A Conchi le han contado muchas veces el día en que Lola Flores entró por la puerta del bar.
CF: Y el aseo era allí detrás, pues una cuadra, y eran aseos de esos que llevan el agujero.
AM: La visita de la artista es una de las infinitas anécdotas que guarda El Secretario.
CF: Y entonces se la tuvo que llevar a mi casa, al aseo, para que no entrase ahí.
AM: Pero los clientes más habituales son los vecinos del barrio, que se sienten parte de la familia de los secretarios.
[Declaraciones de vecinos]
AM: Con la llegada de los años 80, los problemas en la estructura del edificio obligan a la familia a trasladarse a otro lugar. Conchi reconoce que Pepe, su padre, pensó en dejarlo. Y es que había perdido a un amigo muy cercano y había caído en una depresión.
CF: Y mi madre dijo «no, hombre, tú de esto te vas a poner bien y el bar no se deja caer».
AM: La familia tiene un bajo en el mismo barrio, a solo un par de calles del antiguo.
CF: Mi madre fue la que vino con los empleados, albañiles y con todo el mundo y montó el bar ella.
AM: Inés coge las riendas cuando una amenaza de cierre planea sobre El Secretario.
CF: Y no tenía nada que ver con el bar ni con nadie, y ella muchas veces decía «pero vamos a ver, si yo toda la vida he tenido sirvientes, y ahora yo aquí limpiando los water. Pero esto no se cierra.»
AM: Inés nunca había trabajado como camarera ni cocinera hasta que se casó con Pepe, pero eso no le impide sentir el bar como suyo. Si el vestuario más frecuente en una taberna es un trapo y un delantal, Inés siempre aparece con su pelo corto y con un cardado impecable.
CF: Para ella el bar ha sido su vida entera.
AM: Inés tiene el don innato para dominar una barra, como todos los secretarios, aunque ella no lo lleva en los genes… Es la dueña del local, sabe ganarse a la gente, y además tiene una enorme capacidad de sacrificio, como recuerda Loren.
LF: Una todoterreno. Llevaba la casa para delante y el bar lo iba a llevar.
AM: Ella, que ni siquiera había nacido en el barrio, se convierte en una sanantonera ilustre. Es el poder que tienen los bares para crear referentes entre la gente.
LF: Cuando yo me iba a andar con mi madre, íbamos por la calle: «Hombre, Inés, ¡cuánto tiempo hace que no te veo! Que hemos sido como familia», pero así uno con otros.
AM: Y es que Inés consigue conservar la esencia del antiguo Secretario en el nuevo: con sus toneles de vino, su tirador de cerveza y un mostrador idéntico. Tampoco faltan las tapas más características.
LF: Luego, en Semana Santa, los nazarenos pasaban a tomarse su café con su copica antes de irse a la procesión.
AM: En los 90, Murcia se expande hacia el norte. La ciudad está cambiando… La huerta se aleja y la población de San Antón crece. Las fábricas ya han cerrado. El Secretario, en cambio, sobrevive. Es como un recuerdo de épocas pasadas, un punto de reunión y un lugar donde celebrar fiestas y tradiciones.
CF: Y cuando pasaba San Fulgencio, nosotros sacábamos un porrón de vino, un porrón de cerveza, con un plato con mojama y hueva y almendras. Y viene la rondalla, que se pone en la puerta y ya hacíamos la fiesta igual.
AM: Pero con el cambio de siglo, Inés y Pepe comienzan a pensar en la retirada… Ya tienen más de 70 años, están cansados. Llevan toda una vida de sacrificios y jornadas eternas en el bar. En 2005 se jubilan y lo traspasan a una familia andaluza.
CF: Hace 15 años que lo dejó mi padre y les dijo eso, que lo siguiesen como él lo tenía, pero luego no pudo ser.
AM: El negocio no sale bien: en pocos meses los clientes ya han huido y la reputación del bar está por los suelos. Sin Inés a bordo, el proyecto de El Secretario se tambalea. Los Flores Lorca entran en un conflicto legal para recuperarlo y salvar su reputación.
CF: Ya sí que nos dio rabia, como diciendo oye, que tengamos que ir nosotros, que encima llevamos toda la vida trabajando, que vengan ahora estos señores a decir que esto es de ellos.
AM: Son cuatro años muy duros para la familia. En 2009, los hijos de Pepe e Inés acuden al rescate para que sus padres vean el bar en manos de la familia durante sus últimos años de vida. José Antonio, Loren y sobre todo Conchi no tienen experiencia como hosteleros, pero asumen la gestión del local.
CF: Nosotros empezamos como mi padre, con todos los productos de mi padre y pusimos cocina. Oye, por si hacemos montaditos.
AM: Pero no es fácil: son los años del estallido de la burbuja inmobiliaria. No queda otra opción que cambiar el concepto del bar.
CF: Nosotros teníamos aquí el salchichón, la mejor mojama O sea que eran productos caros. Pero empezó a venir gente joven.
AM: Inma, la hija de Conchi, guía esa transformación. Ella tiene 27 años y comparte todas las cualidades de la saga de los secretarios. Nunca se había puesto detrás de la barra, pero se podría decir que lleva en la sangre el negocio familiar.
CF: Entró mi hija y dijo ahora verás. Y empezó a meter cosas. Teníamos la tapica de la semana, la tapica del día.
AM: Inma tiene ese don de gentes que distingue a la familia y sabe cuidar los detalles con los clientes. Los Flores Lorca renuevan la carta y hasta abren una cuenta de Facebook.
CF: Y la gente empezó otra vez a moverse, a moverse, y muchas veces venía gente que decía «es que mi padre me traía».
AM: Es el mejor ejemplo de que El Secretario ha logrado un relevo generacional.
CF: Y ahora era al contrario. Los padres vienen y dicen «es que mi hijo me trae». Venían los padres a comerse los chapatones y toda la historia. Y se levantó el bar.
AM: Pepe e Inés pasan al otro lado de la barra, pero siguen supervisando que su bar aún funciona con los códigos de toda la vida. Loren nota que tienen miedo de que el nuevo modelo cambie lo importante.
LF: «A ver si de vez en cuando le decís a fulanito o a menganito que pase el trapico porque he visto yo que no estaba muy bien.» Entonces ella estaba tomando el té, estaba controlando.
AM: Durante todos estos años, ha cambiado el bar, pero a la vez también se ha transformado San Antón, su gente.
LF: Antes era como si fuera familia casi todo el barrio. Y ahora son gente joven, que serán hijos de los que había antes.
AM: Conchi cuenta que esa evolución se traslada al bar.
CF: Ahora realmente nosotros tenemos pocos clientes del barrio. Los que venían no eran del barrio, eran de fuera. Pero antes sí que era como acogedor.
AM: Se ha renovado, sí, pero El Secretario aún conserva algunos elementos clásicos. La barra que domina el interior del local, el escudo del Real Murcia, los barriles. Para Loren, las fotos antiguas de la familia y los clientes sirven como testigos del pasado de Inés y Pepe.
LF: A él le encantó cómo se había quedado, aunque no era nada de lo que él tenía. Pero vamos, que era completamente distinto.
AM: Aunque es otro Secretario, otra forma de trabajar, los padres quedan satisfechos y agradecidos. Pepe muere en 2015 viendo que sigue adelante el proyecto al que ha dedicado toda una vida.
LF: Era como una taberna, pero esto le encantó, dice «perfecto para vosotros». Vio que empezábamos bien y todo. Y se murió viendo que esto funcionaba.
JAE: Aunque ya sin Pepe, la familia y el Secretario continúan adelante y durante un tiempo todo va sobre ruedas. La clientela crece, también la carta. Quién iba a imaginarse lo que estaba a punto de pasar. Nadie lo vio venir… Fue el golpe más inesperado. Enseguida retomamos el relato.
PAUSA
JAE: A principios de 2020, irrumpe en España la pandemia del coronavirus. El 8 de marzo se confirma el primer contagio en la Región de Murcia. Menos de una semana después, el estado de alarma y el confinamiento paralizan España.
[Montaje informaciones confinamiento]
JAE: El coronavirus congela la economía española y golpea con fuerza a la hostelería. Los cerrojazos, los límites de aforos y horarios, la prohibición de consumir en la barra son constantes desde marzo de 2020. La pandemia abre en El Secretario una herida más. Andrea Morán sigue con la historia.
AM: Aquellos fueron días de mucha incertidumbre. Todos lo recordamos: el encierro en casa, las escapadas al supermercado, empezar a conseguir mascarillas…
CF: Eso fue un desastre.
AM: En la familia Flores Lorca, además, tienen que lidiar con un negocio cerrado.
CF: Creo que fue sábado y claro, eso fue el primer palo porque teníamos el bar de todos los productos arriba. Luego de esos productos ya no valía.
AM: El tiempo va pasando y el confinamiento y el cierre se alargan…
CF: Entonces dijimos «bueno, pues nada, vamos a esperar, nos llevamos las cosas. Bueno, pues ahora ya no, en un mes son dos meses, ahora no son dos meses, son tres meses».
AM: La primera ola termina en junio de 2020 y la hostelería empieza a recuperar el pulso.
CF: Entonces en junio nosotros dijimos que abríamos.
AM: El Secretario no baja los brazos e intenta salir adelante.
CF: Sacamos a los chicos del ERTE y nos pusimos todo ilusionados porque íbamos a abrir.
AM: Inés se siente aliviada con esa noticia. Ya tiene 90 años, y es una persona de riesgo frente al covid, pero su principal preocupación es que El Secretario sobreviva. Sus hijos lo intentan pero se tropiezan con nuevos obstáculos.
CF: A los cuatro días otra vez, que si ahora reducimos la capacidad, las barras cerradas. Ya ves que un bar chiquitico, entonces, claro, un 30% del bar es una mesa y media.
AM: Dos días después de la reapertura, la Policía les sanciona por servir en la ventana del local. A ellos les parece injusto, no estaban informados y amenazan con cerrar. Pero la ilusión de Inés y el cariño que muestran los clientes les empujan a seguir.
CF: Y entonces ya empezamos «bueno, pues venga, que esto va a ir adelante». Pensamos en ella, porque no es nuestra vida.
No para ellos, los hijos, pero El Secretario sí lo significa todo para Inés. Y por eso deciden continuar. El verano se acerca y Conchi, Loren y José Antonio confían en que el negocio remonte. Piden al Ayuntamiento instalar una terraza.
CF: El caso es que nos la conceden en septiembre y nos conceden tres mesas, de las cuales solo podemos utilizar dos porque la capacidad era del 75%. Un bar con la barra cerrada, una mesa y media dentro y dos mesitas fuera… ¿Cómo puede mantener un negocio con dos turnos de camareros y abierto todo el santo día? O sea, es imposible.
AM: La llegada del otoño y una nueva ola del coronavirus oscurece por completo el futuro. El deseo de Inés es imposible de cumplir.
CARTA: «Es un adiós muy triste. Nuestros abuelos y padres sortearon muchísimos problemas para sacar adelante un gran negocio. Nosotros lo cogimos con toda la ilusión del mundo, y sobre todo para que Pepe 'Él nene' e Inés, ya mayores por entonces, vieran su negocio en manos de la familia».
AM: En octubre de 2020, los hijos de Inés deciden bajar la persiana por última vez. Son sus propios camareros los que les aconsejan hacerlo.
CARTA: «Sabemos que nos vamos habiendo respetado el negocio y con todo el apoyo y el cariño de todos, pero la situación se ha vuelto insostenible».
AM: En la última semana de octubre redactan una carta que se difundió ampliamente por redes sociales y el sábado 31 cierran para siempre después de 104 años.
CF: Fue una pena. A los más allegados, a los clientes más cercanos, sí se lo fuimos diciendo pero no dimos mayor propaganda, simplemente cerramos y tal, pero fuimos pensando en cerrar desde que empezó la pandemia…
AM: El shock también afecta a muchos clientes. Muchos son como familia sienten que pierden algo que era parte de ellos y de sus vidas. Conchi, Loren y José Antonio habían mantenido el bar únicamente por sus padres. Ellos tienen otros trabajos, otras obligaciones. Para ellos el Secretario es un ejercicio de romanticismo, uno que ya no se puede sostener. Solo causa una sangría de pérdidas.
CF: Venía gente que decía «¿pero por qué cerráis? Nosotros ponemos una hucha o lo que sea y cada uno que vaya dejando. Que no queremos que cerréis. El bar es la alegría del barrio». Pero era imposible.
AM: Camareros, clientes, proveedores, vecinos… Todos sienten la pérdida del bar, todos se acercan a despedirse. Todos salvo una persona, que permanece al margen de esta realidad. Inés.
JAE: Inés que ha pasado los últimos meses encerrada en casa, por miedo a contagiarse. Delicada de salud, preocupada por la situación. Los hijos de Inés piensan que la noticia del cierre sería un golpe para ella. Y toman una decisión:
AM: Deciden ocultarle la verdad.
JAE: Sí, deciden mentir… Construyen una fantasía…
CF: Porque le decíamos: «Mamá que sí, esto ya verás que se va a arreglar, que el virus ya ves».
AM: Inés vive con Loren en el mismo edificio de El Secretario, unas plantas más arriba. Cada día, desde su casa, ve la persiana bajada del bar.
CF:Ella se asomaba a la ventana y por el reflejo de la autoescuela decía «subidla, subidla».
AM: Mientras el Secretario continúa cerrado, el resto de bares empiezan a abrir… Inés no entiende nada.
CF: Y ella se asomaba y veía un bar abierto y decía: «Pero ese ya ha abierto.» «Sí, mamá, no te preocupes, que vamos a abrir.» Decía '«bajadme, bajadme, que yo vea que el bar está».
AM: Desconfía, claro. Inés no termina de creérselo. Sabe que la pandemia ha puesto todo patas arriba, pero no entiende por qué el bar de su vida no vuelve a la normalidad.
CF: Y decíamos «que sí mamá», ya lo veis, está impecable, como se quedó. Y ella decía «no sé, no sé».
AM: Pero Inés insiste.
CF: Y luego llamaba a mi familia y le decía «no sé yo si el bar lo están manteniendo, yo creo que lo van a cerrar porque ya han quitado la terraza».
AM: Todos se unen para que el secreto no salga a la luz: el bar no va a volver a abrir nunca. Los hijos trazan un plan, se inventan coartadas para que Inés no sospeche.
CF: Y le decíamos «Bueno, mamá, que sí que, no te preocupes. Si a nosotros nos interesa abrirlo, o sea que vamos a esperar».
AM: Inés quiere bajar al bar a comprobar que todo está en orden, pero sus hijos no dejan que entre por si encuentra algún barril mal colocado o la plancha desenchufada. Cualquier pista que destape la mentira piadosa…
CF: «Pero vamos a esperar a cuando tengamos la certeza de que no vamos a cerrar al mes siguiente.»
AM: Ellos le cuentan que abrirán en cuanto puedan. Pero Conchi cree que, en el fondo, su madre desconfía… A lo largo del otoño la pandemia empeora y cada vez cierran más bares. Inés nunca pierde la esperanza.
CF: «Sí, pero vosotros echad una mano, a ver si esto puede salir, que esto toda la vida, toda la vida».
AM: Pero cuando se apaga El Secretario, también se apaga Inés.
CF: Mi madre de hecho se murió sin saber que nosotros habíamos cerrado para siempre. Se murió pensando que nosotros abríamos el bar.
LF: Parece como si hubiera estado esperando.
AM: Dos meses después de cerrar, el 28 de diciembre, Inés muere.
JAE: Y con la muerte de Inés y el cierre de El Secretario también se marcha un pedazo de San Antón, de Murcia. Es un fenómeno que se ha repetido por toda España. Ciudades y pueblos han perdido parte de su historia, de su identidad. Muchos de esos bares eran como El Secretario: locales castizos, refugios de la esencia de otra época.
CF: A la gente sí que le ha dado pena. «Ay, el día que nos dijeron que cerrabais, madre mía».
AM: De hecho, la farsa que habían creado los hijos de Inés se acaba extendiendo por San Antón. Todavía hoy corre el rumor de que El Secretario puede volver.
CF: Dice «que Javi va a abrir el bar y que viene Juan y que van a mover otra vez el bar». Eso es que nos echan de menos.
JAE: Esa falsa esperanza de que el bar volverá a abrir no solo convenció a Inés, también caló en todo el barrio. El Secretario sigue vivo. Ahora da nombre a la calle donde estaba la taberna abierta en 1916, también al edificio anexo al local nuevo. Y por encima de todo, permanece en la memoria de la ciudad.
CF: Es lo que yo les decía cuando nos despedimos: por lo menos no perdáis la memoria de mi padre más que de nosotros, que estaba ahí. Pero bueno, es la historia de Murcia.
JAE: Gracias a Antonio Gill Ballesta por escribir esta historia. Gracias, Andrea Morá. Según la patronal hostelera, solo en 2020, el primer año de la pandemia, cerraron 85.000 bares y restaurantes en España.
Esta fue una de las historias de Fuera del Radar. Un podcast de periodismo narrativo que se mueve más allá de la noticia. Soy José Ángel Esteban. Gracias por escuchar.
Esta historia ha sido escrita e investigada por Antonio Gil Ballesta. La edición en Murcia es de Iván Rosique. Y la coordinación de María García Clemente.
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